Contramundo
Ignacio Vidal-Folch
27 abril, 2006 02:00Ignacio Vidal-Folch. Foto: Archivo
Ácido, satírico, lúcido y contundente crítico. De todos estos ingredientes participa el estilo de Ignacio Vidal-Folch, narrador personalísimo y dueño de una prosa densa que deja entrever las sutiles maneras de un escritor inteligente y culto, explorador de registros y estilos que recrea con brillantez.
El narrador es alguien que regresa a casa y se tumba frente al sofá a la espera de las imágenes que cada día transmite el "gran teatro" de la actualidad. Desde la voz de quien "interpreta" lo acontecido y desde la del "Prefecto" responsable de componer hoy esa "Arcadia" que aspira a ser "soberana y feliz", se disparan los paseos por su memoria hacia el tiempo en que conoció a esos figurantes: quince años atrás, en la "Fortaleza". Y la "Fortaleza" era un teatro elemental donde todos llevan el mismo disfraz y sólo se representa la realidad. El recuerdo de aquella comunidad, frente al ahora, con personajes "entonces guardianes anónimos de aquella instalación, hoy hombres públicos", y la evocación de sus "maniobras hacia la ascensión", de anécdotas sobre unos y otros -especial relevancia argumental tiene Víctor, siempre solo; sobre cómo se "rompió" versa este relato- sirve de esquema estructural sobre el que se arman diferentes planos narrativos.
El más sugerente y el que ayuda a trascender lo histriónico lo compone la autoridad del renacentista Francisco de Aldana, modelo de poeta y de soldado, de una vida que discurrió de fortaleza en fortaleza. Su recuerdo inspira los soliloquios y "escriturismos de amateur" de este narrador, sujeto de la evocación y la nostalgia que puede leerse en su discurso de "fugas y contrafugas y fabulaciones". Así justifica el ritmo y la ausencia de lógica y orden que apuntala su discurso, la libertad de formas con la que se exhibe lanzando incisivos ataques contra los artífices de esta farsa. "Hoy -piensa- todo regresa en proporciones alteradas y formas liberadas de su lógica utilitaria, como corresponde a las atmósferas del sueño y el olvido". Parece que de aquello no queda nada -insiste-, pero hay algo que no abandona a quienes vivieron aquella otra manera y asistían, las noches de guardia, al espectáculo de la ciudad desplegando un intenso "sentimiento de angustia frente al espejismo de la libertad", ese algo es lo que él llama en el "contramundo" de sus sueños "melancolía de la explanada".
Así de críptico y oscuro, acertado y brillante, se presenta Vidal Folch. Su "Fortaleza" "hoy ha desaparecido del mundo físico, pero no ha dejado de existir en ciertos pliegues del tiempo donde nada es demolido de verdad". Aunque sobre ella caiga el TELóN.