La inocencia del devenir / El mundo según Nietzsche / Fragmentos póstumos (1875-1882)
Michel Onfray / Pavel Kouba / Friederich Nietzsche
12 junio, 2009 02:00Retrato de Nietzsche
Sus irreverentes incursiones en la historia del pensamiento y sus no menos transgresores alegatos a favor del hedonismo ético, con los que a su manera ha revitalizado el escenario un tanto exhausto de la filosofía francesa posterior al 68, han ido confiriendo a Michel Onfray (1959) cierta fama en estos últimos años. Que su reconocida pasión por los espíritus resueltos no sólo a pensar, sino también a vivir de modo libérrimo le haya llevado al más insobornable de todos ellos, Friedrich Nietzsche, tiene, sin duda, una lógica profunda. Nada más lejos, de todos modos, de los objetivos de este último viaje de Onfray que moverse en el ámbito específico, académicamente consagrado, de los estudios nietzscheanos. Su proyecto ha sido otro: construir un guión cinematográfico con el filósofo alemán como protagonista. O lo que es igual, contar su vida en imágenes. Con la particularidad de que el guión no nos es ofrecido solo, sino en compañía de un texto destinado a justificarlo. Un texto incendiario que parece pedir a gritos la inclusión de Onfray en la nada magra lista de esos provocadores profesionales cuyos movimientos resultan tan previsibles y rutinarios como los de un registrador de la propiedad. Tan previsibles como pretenciosos, desde luego, ya que Onfray no duda en condenar en bloque tanto el cine actual, al que además de "anémico" considera intelectualista y dominado por el bandidaje comercial, co-mo la filosofía de nuestros días, supuestamente vacía, parasitaria, pedante, endogámica y repetitiva. Una filosofía, en fin, que no pretende, "transmitir un saber que libere", sino "difundir signos de reconocimiento que avasallen y luego permitan crear tribus con sus cabecillas, hordas y jaurías de machos dominantes".Lo máximo que de todo esto cabría conceder a Onfray sin rendirse a su demagogia es cierta lucidez respecto del posible culto excesivo al pasado de los filósofos profesionales -de ayer y de hoy-, a los que juzga llevados de un interés archivístico e inane por sus predecesores. Pero ése es su oficio, toda vez que en su mayoría no son ni pretenden ser filósofos, sino historiadores de la filosofía. Pero Onfray asigna, con gesto rupturista, a los filósofos la tarea de cultivar y enseñar el arte de vivir bien, de vivir mejor. Como si los filósofos de todos los tiempos no hubieran tenido la "vida buena" entre sus temas centrales… Onfray vamás lejos, puesto que lo que le interesa es "la producción de las condiciones de posibilidad teóricas y prácticas de una vida filosófica". Algo más fácil de apuntar que de precisar. Porque, ¿qué sería una vida filosófica? Por de pronto, una vida que salvo excepciones ofrece poco material narrativo, como corresponde a su condición de vida enclaustrada y solitaria. Y ahí está para probarlo la pavorosa soledad del propio Nietzsche.
De ahí, entre otras causas, la llamativa pobreza del guión de Onfray. Nietzsche vivió, sin duda, terremotos interiores de gran intensidad. Pero nada de eso queda ni podría quedar reflejado en el conjunto de citas de calendario o en las imágenes que Onfray privilegia, tan tópicas como la del burdel en el que contrajo la sífilis o la de la carreta en la que Lou Salomé invitó, látigo en mano, a montar a Paul Rée y al propio Nietzsche
En su sólida reconstrucción del núcleo "duro" del pensamiento nietscheno, traducida con ejemplar rigor por Juan A. Sánchez, el filósofo checo Pavel Kouba opera desde los presupuestos de la hermeneútica actual, como otros operaron ayer desde el existencialismo y el marxismo y otros lo han hecho, en tiempos más recientes, desde el desconstruccionismo, el neopragmatismo o el diferencialismo. Y con ese instrumental conceptual deja sentado, desarrollando a la vez todas sus implicaciones, la tesis de que para Nietzsche, y en su estela, para buena parte de los filósofos contemporáneos, "nuestra realidad y respectivamente todo ser, tiene un carácter básicamente interpretativo". El resultado de tal empeño es una excelente introducción a Nietzsche, en la que destacan las páginas dedicadas a la relación del filósofo con Jesús de Nazareth y con el paganismo y, sobre todo, al inagotable tema/problema de la voluntad de poder.
De auténtico acontecimiento editorial y cultural hay que calificar la edición de los míticos escritos póstumos de Nietzsche que, bajo la dirección de Diego Sánchez Meca está ofreciendo Tecnos. Tras la aparición de los volúmenes I y IV, ve ahora la luz el volumen II, traducido e introducido por Manuel Barrios y Javier Aspiunza, autores también de las numerosas notas que acompañan al texto. Con esta edición, a la que pronto se unirá, cerrando el proyecto, la del volumen III, los lectores fieles de Nietzsche y cuantos deseen adquirir esa condición reciben un regalo inapreciable. Los fragmentos incluidos en este volumen corresponden a una de las épocas más creativas del autor, en la que compuso obras como Humano, demasiado humano, Aurora y La ciencia jovial, que los estudiosos de Nietzsche acostumbran a señalar como su época "ilustrada". Una vez más sus seguidores y cuantos sin serlo saben valorar su obra en lo que merece podrán comprobar la maestría del filósofo errante en el aforismo y el fragmento, la clarividencia de sus vislumbres crítico-culturales y la pasión que recorre su escritura.