Image: La venganza de Richter

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Exposiciones

La venganza de Richter

Fotografías pintadas. COM.: S. Mah y M. Heinzelmann.

12 junio, 2009 02:00

10.2.98, 1998

Fundación Telefónica. Gran Vía, 28. MADRID. Hasta el 30 de agosto.

¿Mistificación o auténtico valor estético? El privilegio absoluto que goza el artista Gerhard Richter (Dresde, 1932), reconocido por la crítica y el mercado del actual sistema artístico como el más importante pintor de nuestra época, justifica cualquier exposición que pueda hacerse sobre su trabajo. Ahora bien, ¿es razonable plantear una exposición con 410 fotografías pintadas con meras manchas, la mayoría en el pequeño formato 10 x 15, el habitual de las fotos familiares? Mi impresión es que si bien se aventura como una muestra dura de apreciar por el público y, por tanto, destinada a artistas, teóricos y críticos, deleitará abriendo a toda suerte de matices la percepción visual también de muchos aficionados a la pintura y la fotografía. Sin embargo, advierto, finalmente ésta es la venganza del pintor Richter contra la fotografía.

Desde que se inventara la fotografía, su relación con la pintura fue problemática. Desprestigiada por los pintores, a pesar de que pronto comienzan a hacer uso de ella en su proceso creativo, hasta comienzos del siglo XX la fotografía pictorialista declara inocente su inferioridad. A partir de las vanguardias históricas, la balanza comienza a invertirse, hasta el colapso que sufre la pintura en el marco del nuevo paradigma conceptual que inmaterializa la producción artística, arrasando sobre géneros y técnicas específicas en una reflexión contextual sobre la cultura visual contemporánea. En este marco comienza el trabajo de Richter, quien se sirve de las cualidades formales y estructurales de la fotografía en soportes mediáticos para plantear posibles salidas a la crisis de la pintura. A finales de los 70 comienza a desarrollar Atlas, un archivo que ya en una edición en libro de 1997 contenía 5.000 fotografías. Muchos son los pintores que se suman a esta reflexión: en nuestro país, entre otros, tempranamente Luis Gordillo y después Juan Uslé. Atravesando el camino inverso, Darío Villalba; y de procedencia alemana y en la última década Wolfgang Tillmans, quien sería, paradójicamente, el mejor discípulo de Richter.

El inicio de estas series de fotografías pintadas por Richter se remonta a 1989. En contraste con el resto de su obra, el artista utiliza a menudo fotos familiares y ligadas a sus experiencias personales, de vacaciones, viajes, etc., de modo que las imágenes base son muy variadas y generalmente de muy mala calidad. A veces las arrastra sobre la paleta que ha usado con restos mezclados de pintura aún frescos, y en otras se trata de salpicaduras o inmersiones en lacas transparentes. Los recursos son variadísimos así como las formas, expresiones y comentarios visuales sobre el espacio representado, que ponen en jaque la dicotomía figuración/abstracción. Y siempre, la fotografía como esclava de una pintura que embelesa por su textura retiniana, física y sensual.

Excepcionalmente y en mayor formato, hay una serie de seis pinturas sobre la reproducción en offset del periódico Frankfurter Allgemeine; un encargo de la Documenta sobre la ciudad de Kassel, de 1992; otra serie muy elegante sobre fotografías en blanco y negro. Y la que será con seguridad la estelar de esta muestra, las tres versiones del famoso cuadro Vela (1989), cuyo origen fue una serie de cincuenta fotografías y sobre cuya reproducción fotográfica el artista ha vuelto a pintar. Además, Richter no se priva de extender su ironía: en la última serie realizada en un solo día de junio de 2008, el título indica sin embargo 80 días sucesivos, parodiando a los pintores de la action painting de los cincuenta, últimos héroes antes del fin de la pintura.