Image: Walter Benjamin. Obras Completas, II

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Ensayo

Walter Benjamin. Obras Completas, II

Walter Benjamin

17 mayo, 2007 02:00

Walter Benjamin

Traducción de J. Navarro Pérez. Abada Ed., Madrid, 2007. 424 páginas. 37 euros

Esquiva e indócil, inclasificable bajo rótulos tan clásicos, y tan venerables, como filosofía, historia o crítica literaria, la obra de Walter Benjamin continúa imponiendo su inquietante actualidad. Esta última expresión, inquietante actualidad, no proyecta sobre Benjamin la sombra de ninguna duda, de ninguna sospecha. Mas bien al contrario, intenta exponer la causa del reclamo permanente en que se constituye la obra del pensador alemán. Pues tal vez sólo resulte actual aquel pensamiento que, inquieto e inquietante, plantee en cada presente una miríada de problemas no resueltos, o se imponga como exigencia más que como doctrina o consuelo.

Tan escasos y raros son los libros de Benjamin como vasta e inquietante es su obra; tan escasa y rara es su doctrina como exigente es su pensamiento, que se vierte sobre todos los ámbitos imaginables: la literatura y la sociedad, la religión y el arte, la historia y la teoría, las instituciones. Nada es demasiado grande ni demasiado pequeño como para no hallar en el caudal del lenguaje benjaminiano un instante de atención, una iluminación o una tentativa.

Corroboración de lo arriba escrito hallará el lector en el primer volumen del libro segundo de sus Obras, que, desde la portada, promete "trabajos de crítica de la educación y de la cultura, estudios metafísicos y de filosofía de la historia, ensayos literarios y estéticos". Categorías todas ellas que suscitan inmediatamente interés y que enuncian la pluralidad de los intereses de Benjamin, o la pluralidad de direcciones en las que se vierte, inquisitiva y generosa, su insólita mirada. Y, sin embargo, esa mirada es una. Insólita pero una; o una pero insólita.

Insólita: no se deja persuadir por la presunta solidez del objeto o del método, no claudica frente a autoridades ni tradiciones, pero tampoco se yerge intentando imponer su superior estatura. Y una: no se disgrega, o se divierte, en estrábicas consideraciones que multipliquen los propósitos hasta confundirlos. Atenta, la mirada de Benjamin se fija en el detalle -de la palabra o de la obra, del personaje y de la época- para extraer de ella un suplemento problemático, una deuda pendiente. Lo que hace actual la obra de Benjamin, lo que actualiza continuamente su mirada, es que las deudas siguen insatisfechas; y que acaso den cuenta de nuestra insolvencia. O de una insolvencia más radical, ontológica.

Cuando hoy se lee, por ejemplo, el Diálogo sobre la religiosidad del presente, las palabras clave, religiosidad y presente, cobran significados nuevos: que siempre han estado allí; cuando se vuelve a leer Para una crítica de la violencia, las tensas distinciones, las sutiles matizaciones, las febriles oposicones -entre violencia mítica y violencia divina, por ejemplo y por antonomasia- obligan a conocer y a reconocer un problema, a hacerse cargo de una deuda; los mismos que suscita la Metafísica de la juventud, o ese ensayo de enorme potencia que lleva por título Sobre el programa de la filosofía venidera.

No sólo esos textos, justamente célebres y mil veces celebrados, sino las consideraciones sobre la experiencia (categoría y realidad que cada vez se nos hurta de manera más decisiva, más inquietante), o sobre el destino y el carácter, o las iluminaciones y tentativas sobre Dostoievski, sobre Sócrates o Hülderlin, sobre Valéry o Proust, sobre el inmortal Edipo, se erigen en piezas maestras de pensamiento, en exigentes e inquietantes desafíos.

El tiempo y las costumbres suelen ser capaces de someter el pensamiento más insumiso, de integrar el lenguaje más extraño, o el acontecimiento más atroz. Suelen ser capaces de extender sobre ellos una pátina de rutina: contenidos y, por ello, contentos, se pliegan entonces a cualquier operación, sirven a cualquier propósito. Sospecho que eso no sucede con Walter Benjamin; y que no pueda suceder. Hay en su prosa un suplemento inquietante y enigmático. Hay una deuda pendiente: una deuda con lo radical, con lo estructuralmente pendiente. Benjamin, la obra, revela en la medida en que se rebela. Benjamin, la mirada, hace digno todo aquello a lo que se dirige: digno de ser pensado, digno de ser interrogado. Rescata del pasado y del futuro, o del inconmensurable "tiempo mesiánico" que convoca en un Fragmento teológico-político, fragmentos de actualidad. Inquietante.