Image: Luis Rojas Marcos

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Ensayo

Luis Rojas Marcos: "El terrorismo es la nueva guerra, y su arma más terrible no son los muertos sino el miedo"

25 marzo, 2004 01:00

Luis Rojas Marcos. Foto: Chema Tejeda

Ahora recuerda que él mismo tardó diez días en poder verbalizar lo que sentía tras la tragedia de 2001, y que ese es el primer paso, el convertir el palabra el dolor, para superarlo. Quizá por eso, con la experiencia acumulada tras tres años teñidos de sangre en el mundo, acaba de reescribir Semillas de violencia (Espasa Calpe, 1994), aportando nuevos datos, y añadiendo un capítulo nuevo sobre el terrorismo. Y de eso, de terrorismo, de los mecanismos del alma para soportar las tragedias, de esa nueva guerra que es el terror y de cómo ayudar a las víctimas conversa con El Cultural, desde el dolor revivido y la esperanza.

A pesar de lo visto y vivido, Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1945) no sólo no es pesimista sino que cree que hay motivos para la esperanza. De hecho, ahora está escribiendo sobre el optimismo. Porque ellos, los asesinos, los terroristas, “son una minoría”, y en cambio hay una abrumadora mayoría solidaria: “Sí, por cada uno de los asesinos de Madrid fueron miles y miles los ciudadanos que salieron a la calle para ayudar”. Como su propia hija, Laura, una joven psicóloga que estuvo varias horas en el Gregorio Marañón. “¿Qué cómo viví el 11 de marzo? Muy mal, porque cuando uno ha vivido un trauma de este tipo, tiende a afectarse más. Yo había sufrido el 11 de septiembre bastante de cerca, y volví a ver en las caras de las víctimas y de los voluntarios muchas de las imágenes y sensaciones de hacía dos años y medio. Hay gente que piensa que el haber sufrido un trauma nos hace más fuertes, pero no sólo no nos protege, sino que nos hace más vulnerables”, confiesa. Lo cierto es que muchos descubrieron a Luis Rojas Marcos el 11-S. Hasta entonces era el hermano médico del alcalde de Sevilla. Afincado en Nueva York desde 1968, donde estudió psiquiatría, llegó con veintitrés años sin hablar inglés, “sabiendo muy poca medicina, y en un país donde no pueden pronunciar mi nombre”. Nombrado jefe de los servicios de salud mental, alcoholismo y drogas del municipio de Nueva York en 1992, entre 1995 y febrero de 2002 dirigió el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos. O sea, que el 11-S era el máximo responsable de la sanidad pública de la ciudad. Vamos a más Sin embargo, no fue ese su primer encuentro con el terror, porque el doctor Rojas Marcos lleva diez años reflexionando sobre la violencia. Así, en 1994 publicó Las semillas de la violencia, con el que obtuvo el premio Espasa. Diez años cuajados de sangre y muerte que le han obligado a reescribirlo, pues “en esta década han cambiado mucho las cosas en bastantes sentidos”. Así que lo ha puesto al día, “no sólo en cuanto a número y datos de vioencia, sino que ha añadido un capítulo sobre el terrorismo, con datos nuevos”. Y se confiesa muy contento con el resultado: “He puesto mucho esfuerzo en la ampliación de este libro, pero creo que ha valido la pena”
"Cada día la sociedad es más tolerante, pero las situaciones de intolerancia llaman más la atención. Olvidamos que no hace mucho tiempo la educación era un privilegio"
-¿Por qué parece que las razones que explican -y no justifican- la violencia terrorista parecen crecer cada día más? ¿Somos más intolerantes? -No, de hecho creo que cada día la sociedad es más tolerante, pero las situaciones de intolerancia llaman más la atención. Olvidamos que no hace mucho tiempo la educación era un privilegio y la mujer, una propiedad deshumanizada del hombre sin voz ni voto sino que tenía que traer niños al mundo, en silencio y sin parar. Olvidamos que antes una epidemia borraba del mapa a la mitad de la población del mundo, y sociedad estaba dividida en tribus y castas. Hoy hay mucha más tolerancia, incluso la emigración es hoy más aceptada a pesar de los problemas. por eso soy optimista: en general, con excepciones dramáticas, la mayoría de la humanidad va a más. -Sí, pero ¿estamos mejor preparados para el terror que en el pasado? -Bueno, estamos más preparados porque la violencia ha cambiado tanto como el valor de la vida humana. Hoy es inconcebible que mueran en un conflicto 52 millones de personas, como en la II guerra mundial. Pero, como dice el proverbio chino, “mata a uno y asusta a diez mil”. La violencia de hoy utiliza el terror como arma.Y eso se pude aplicar incluso a los casos de Madrid, de Nueva York, de Bali porque, aunque las víctimas son muchas, el arma más peligrosa es el miedo. La nueva normalidad -¿Por qué? ¿Tal vez la falta de valores nos hacen más vulnerables? -Yo creo que hoy la incertidumbre y la vulnerabilidad forman ya parte de nuestra identidad, de quiénes somos, desde el 11-S. Es “la nueva normalidad”. Pero no creo que esto tenga que ver con la religión porque la espiritualidad, el amor, la solidaridad, ayudan a superar estos traumas. Más aún, si algo nos enseñan estas tragedias es el florecimiento de una nueva espiritualidad, la existencia de esos ángeles anónimos que sin nombre ni rostro arriesgan su vida para salvar a otros. El caso de Madrid me parece ejemplar, porque las víctimas y sus familias se encontraron un mundo a su alrededor de generosidad, de solidaridad, de altruismo... El apoyo de la sociedad es otro ingrediente esencial para superar un trauma de este tipo. A pesar de todo, asegura Rojas Marcos que un trauma como el ocasionado por el atroz atentado del 11 de marzo se acaba superando. Como el 11-S. “Lo que no quiere decir que lo hayamos olvidado”, apunta, pero al menos, después de dos años y medio “no interfiere en nuestro día a día, en nuestro dormir. Casi todas las facetas de la ciudad han vuelto a su normalidad. Lo que queda es pues el sentimiento de vulnerabilidad, de incertidumbre”. -¿Cómo se recupera la normalidad, y se supera el miedo? -Bueno, gracias a la naturaleza humana y sus mecanismos de supervivencia. El mundo de las emociones, de los sentimientos, de las ideas tiene su propio sistema de defensa. En primer lugar, lo que ocurre a quienes han sufrido algo similar es que las imágenes y las sensaciones de terror se acumulan en lo que llamamos la “memoria emocional”. No hay palabras. En los próximas semanas, esas imágenes aparecerán de repente junto a las sensaciones de pánico y podrán interferir con nuestro funcionamiento. Lo normal es que de repente, la víctima del trauma se ponga a llorar sin saber por qué, o reviva en su mente las imágenes.
"Una estrategia muy terapéutica y positiva es pasar estas imágenes de la memoria emocional a la memoria verbal y esto lo hacemos hablando, comunicando nuestros miedos"
-¿Qué recomienda entonces? -Una estrategia muy terapéutica y positiva es pasar estas imágenes de la memoria emocional a la memoria verbal y esto lo hacemos hablando, comunicando nuestros miedos, explicando las imágenes que vemos, contando la experiencia. Hay otras personas que lo hacen escribiendo. No es que nos olvidemos, o que no nos sintamos conmovidos, pero ya al cabo del año, del año y medio, de los dos años podremos hablar de nuestra madre que murió en el tren, de nuestro hijo, del trauma. Retrato del verdugo -¿Y los asesinos? ¿por qué un hombre aparentemente normal, que viaja a nuestro lado en el tren, es un asesino de masas capaz de matar a miles de personas a las que ha mirado a la cara? -Lo importante es decir que los verdugos son una minoría absoluta. Yo tuve la oportunidad de entrevistar a un par de terroristas a mediados de los 90, después de que pusieran la bomba en el World Trade Center, y comprobé que son personas de una ideología simplista (porque no está abierta a explicaciones o discusiones), convencidos de que lo que hacen es un medio para llegar al fin que buscan, religioso o político. Lo que más le molesta es que le pregunten si los terroristas son enfermos mentales. “La respuesta es no -exclama. Catalogar al terrorista de enfermo mental es darle un honor que no merece. Lo que sí tienen es falta de compasión: no sienten el dolor ajeno, no tienen remordimiento ni culpa, y estas son capacidades del ser humano que desarrollamos en los primeros años de la vida. Por eso estos individuos mezclan ideología con esa falta de compasión, y cada acto que cometen es un nudo más que atan a su vida de violencia. Imposible rehabilitación -¿Se puede rehabilitar a un terrorista? -Según mi experiencia, rotundamente no, porque una persona que ha alcanzado los 18 ó 20 años sin la capacidad de compasión y de culpa, no puede aprenderla. Estas personas a lo que responden es al miedo, al castigo, pero jamás aprenderán a ponerse en el lugar de otro. Mientras, las víctimas tienen que aprender a vivir de nuevo. Y lo primero que se necesita es sentirse seguro. “Sin un mínimo razonable de seguridad, este proceso no puede empezar. Por eso es importante que en los primeros momentos las personas reciban información veraz, que los gobernantes digan lo que se sabe, lo que no, y que además den consejos a la población para protegerse porque esas medidas, aunque sean relativas, nos dan control, y una sensación de seguridad muy positiva. Al mismo tiempo la información debe contener lo que los líderes están haciendo para evitar que esto se produzca de nuevo... Es el tipo de informacion que ayuda a comenzar este proceso de curación. -¿Por lo que su hija le ha contado, y lo que usted ha podido saber, cree que el gobierno español reaccionó bien? ¿Por qué fue tan fácil convencer a la mayoría de que el gobierno les estaba engañando? -En situaciones de miedo el ser humano cambia, se paraliza, se obnubila, porque el miedo es un arma. El miedo es el antídoto de la necesidad de libertades. En Estados Unidos, por miedo, la gente acepta recortes de la libertad individual después del 11S. El miedo nos hace suspicaces, nos hace sospechosos, nos hace perder la sensatez, cometer errores, aceptar manipulaciones sin cuento. La coincidencia de las elecciones generales con la tragedia fue especialmente desafortunada porque se produjo una mezcla donde las fuerzas políticas y las interpretaciones se mezclaron con el miedo, la sospecha y al final quienes sufren esto más son las víctimas, que necesitan entender, saber qué pasó, cómo murió su hijo, si sufrió... y todo lo que sea confundir con los datos o manipularlos crea en las víctimas más desasosiego que retrasa el proceso normal de duelo.
"En Estados Unidos, por miedo, la gente acepta recortes de la libertad individual después del 11S. El miedo nos hace suspicaces, nos hace sospechosos"
Resalta Rojas Marcos que los ritmos de recuperación no son siempre iguales, y que él mismo tardó casi diez días tras el 11-S en poder hablar de sus propios sentimientos, porque tampoco las fases de recuperación son siempre igual. Negación, rabia, tristeza “Lo primero -enumera- es sentirnos seguros; segundo, pasar todas esas imágenes de la memoria emocional a la memoria verbal a través de hablar en un ambiente de apoyo, en el que nos van comprender y alentar; el paso siguiente sería buscar y aceptar poco a poco una explicación. La espiritualidad también ayuda, pero sobre todo lo que las personas nos dicen que es lo que más les ha ayudado es el apoyo que recibieron de la sociedad”. -Ha dicho que Nueva York no ha olvidado a sus muertos. ¿Eso es sano, recomendable, o es mejor olvidar cuanto antes la tragedia? -Bueno, uno no olvida porque quiera, aunque el olvido nos ayude a vivir. Algo como el 11-M no se olvida nunca, la sociedad no puede olvidarlo, y quizá no recupere nunca su ingenuidad, pero sí puede disminuir con el tiempo la intensidad emocional que acompaña los recuerdos. Tras el shock por la tragedia se produce la negación, luego rabia, más tarde tristeza y depresión hasta que al año la persona que ha perdido un ser querido de forma traumática lo pueda superar. Y la sociedad también aprende a sobrevivir a la tragedia, poco a poco, aunque nunca volverá a ser la misma. “La única manera -insiste- de seguir adelante tanto para el individuo como para la sociedad no es olvidar, sino entender lo que ha pasado, expresar lo que se siente para que no se nos enquiste, y ponerlo en un contexto amplio y no personal. Que no pensemos que esto ‘me lo han hecho a mí’ sino que forma parte de algo global”. -Y esa suerte de exorcismo colectivo de dolor, ¿tiene incluso efectos positivos? -En muchos casos, sí. Lo mismo que hay un síndrome que existe lo que en psiquiatría llamamos ‘estres postraumático’ también hay un crecimiento postraumático. En Nueva York hemos visto gente que a partir del 11-S mejoró sus relaciones, comenzó a apreciar aspectos de su vida que antes ignoraban, empezó a sentirse más generosa con los demás, se volcó en el voluntariado... También el ser humano en esto es increíble. Con el tiempo estoy seguro de que muchas de las víctimas de Madrid van a transformar ese dolor en algo positivo, en términos de un proyecto altruista. Y eso que el terror causado por un atentado es el peor, porque une al miedo la indefensión y la impotencia.
"En Nueva York hemos visto gente que a partir del 11-S mejoró sus relaciones, empezó a sentirse más generosa con los demás, se volcó en el voluntariado"
-¿Cómo va a cambiar la sociedad española ante el extranjero, al árabe? ¿Puede aumentar la xenofobia? -Me temo que sí, aunque nos digan que no seamos vengativos, es una reacción normal que hay que controlar. Yo espero que en España no sea exagerado, porque los españoles siempre hemos sido muy tolerantes. Es importante que los líderes políticos, religiosos conciencien a la sociedad de que la venganza termina creando muchas injusticias que sólo alargan el trauma. Si nos volvemos intolerantes, los terroristas ganan otra batalla. Un sevillano en Nueva York Y recuerda, una vez más, que tenemos motivos para la esperanza y el optimismo, tema de su próximo libro: “Cada vez vivimos más, y vivimos mejor, con más libertad. Tenemos más tiempo libre, somos más solidarios, más generososos. Por eso, cuando quieren aniquilarnos en este guerra sin cuartel que es el terrorismo, no recurren a una bomba atómica que destruya millones de vidas, sino que nos aterrorizan, nos hacen más vulnerables e indefensos”. -En la actualidad da clases de psquiatría en la Universidad de NY: ¿no se plantea volver a España? -Bueno, tengo la suerte de pertenecer a un grupo de emigrantes que podemos ir y volver gracias a los nuevos medios de transporte, los puntos de Iberia y todo eso, así que puedo vivir en el país que me acogió con enorme generosidad y volver a mi país de origen, maravilloso, cuando quiero. Y quiero a menudo.