José Luis Sampedro:"La mayoría está futbolizada o granhermanizada"
Economista y profesor, narrador, ensayista y poeta, lo primero que intenta aclarar Sampedro es que no pretende dar “ninguna lección ética” aunque el libro sea expresión de “unos sentimientos de indignación y de asombro ante la guerra, y de preocupación por los daños que se han causado indebidamente”. No quiere ser ejemplo de nada, porque “no soy nadie, por favor, doy esta batalla por mi satisfacción personal, por respeto a mí mismo y a los demás”. Y tampoco tiene ganas de polemizar, “aunque si opinan lo contrario, que opinen. Los hechos están ahí y es muy difícil rebatirlos. Pero qué quiere, si no escribo este libro me pudro.”
-Sí, pero ¿se ha llegado a sentir “un arquero disparando al cielo”?
-Sí. Creo que en la vida hay veces en que hay que disparar hacia lo alto como sea, es decir, hay que dar batalla sin pensar en los resultados, por respeto a uno mismo y por amor a los demás. Porque no se puede dejar pasar todo eso sin una protesta.
¿Su público? Todo aquel que no se resigne a que otros piensen en su nombre. Y los jóvenes, de los que espera que “no se resignen, que se nieguen a ser cómplices pasivos de estas barbaridades que suponen el retroceso de la civilización”.
"Creo que en la vida hay veces en que hay que dar batalla sin pensar en los resultados, por respeto a uno mismo y por amor a los demás"
Dominio global económico
-De todas formas, al principio Ogatai [interlocutor del autor en el libro] le pide que sea, sobre todo, objetivo: ¿cree que lo ha conseguido?
-Verá, todo lo que digo lo he basado en los historiadores de nuestro tiempo, que son los periodistas, y aprovecho para expresar mi gratitud a los periodistas que han permitido que sepamos la verdad. Lo triste es que la gente esté tan poco enterada de lo que ha pasado.
Y lo que ha pasado es la guerra de Iraq, a la que dedica este libro en el que compara la conquista deBagdad por los mongoles en 1258 con la actual guerra. Ah, en la comparación salen ganando los descendientes de Gengis Khan, porque conquistaban “por lo que eran y no por lo que tenían”. Además, el libro está muy relacionado con su anterior ensayo sobre La globalización y el mercado. “Sí, en aquel comentaba una fase de la ambición hacia el dominio global que se manifiesta en forma de dominio económico. Los mongoles... significa un paso más, porque añade al poder de las empresas el dominio del poder militar, que es más completo porque impone más condiciones y exigencias que las financieras. La cruzada contra el terrorismo es la continuación y agravación de la decisión de dominio mundial que antes sólo se ejercía por vía económica.
Globalizar problemas y recursos
-Sin embargo, usted dice ser partidario no de la antiglobalización sino de la globalización total...
-Sin duda. A mí me gustaría que la globalización fuese total, es decir, que no sólo se globalizase la economía sino también la salud y la educación, y que todos los países se ocupasen de la salud de África, por ejemplo; que se globalizase la justicia y que se constituyese un Tribunal Penal Internacional... Si la técnica obliga a mundializar los problemas económicos, también obliga a mundializar los recursos, y por tanto se impone un gobierno mundial y no el dominio de todo el planeta por una sola potencia, como hoy sucede.
"A mí me gustaría que la globalización fuese total, es decir, que no sólo se globalizase la economía sino también la salud y la educación"
Quijote contra el Imperio, José Luis Sampedro ataca, pluma en ristre, las ideas más extendidas sobre la guerra de Iraq. La primera, el ataque preventivo: “Mire usted, eso supone olvidarse de todas las conquistas de la civilización occidental a lo largo de siglos, del Derecho Internacional y del respeto a los Derechos Humanos y del Ciudadano. Cuando Bush y Aznar defienden los ataques preventivos, se erigen como jueces y parte a la vez. La causa de la guerra era una gran mentira, un pretexto para apoderarse de un país indefenso y rico en petróleo. Estados Unidos ha arrasado Iraq, pero dada su superioridad militar, no ha habido un choque de ejércitos, sino un indigno asesinato”.
Lamenta Sampedro que quienes promovieron la guerra lo hicieran agitando el fantasma del terror: “Con el terrorismo lo primero que hay que hacer es lo contrario de lo que hacen Bush, Aznar y Blair. Hace dos meses, Aznar ha proclamado en presencia del Secretario General de la ONU que no importan las causas sino acabar con las consecuencias. Eso es demencial, es como decirles a los oncólogos que no se preocupen en estudiar cómo se produce el cáncer. ¡Hombre, no, si lo que provoca el terrorismo es la frustración de millones de personas hambrientas e indignadas, porque gracias a la televisión en los sitios más remotos se sabe cómo viven los que viven bien! También llaman terrorismo a la resistencia iraquí, pero ¿esperaban otra cosa? Entonces, los guerrilleros españoles que en el XIX combatieron a Napoleón también lo eran... Nos piden colaboración para seguir poniéndonos cadenas. Porque el terrorismo que hay que combatir es el que les conviene: ¿por qué es terrorista el palestino que se suicida y no Ariel Sharon cuando bombardea los campos de refugiados?”
Lo cierto es que Los mongoles en Bagdad se abre con una cita de Martin Luther King acerca de que lo peor del siglo XX no han sido los crímenes de los malvados sino “el silencio escandaloso de las buenas personas”. Y eso que la guerra de Iraq fue un ejemplo de lo contrario, y millones de personas, en Sidney y en Madrid, en Londres y Nueva York salieron a las calles para gritar “Guerra, no”. Dice Sampedro que no fueron escuchados “porque hoy la técnica permite que la opinión pública sea sustituida por la opinión mediática y en vez de oírse la voz del pueblo, se oye la voz de los medios de comunicación, en manos de grandes empresas que se pliegan a las condiciones del más fuerte, del poder militar y financiero. Por eso vuelven a salir elegidos los mismos políticos, porque la opinión mediática es la que prevalece, y la mayoría de la gente no reflexiona, está futbolizada o granhermanizada. Hoy mucha gente vende su dignidad, su libertad y su capacidad de opinión a cambio de un pequeño bienestar”.
-¿Incluidos los intelectuales? ¿Cree que en España han estado a la altura de los manifestantes?
-Ha habido de todo, personas que se han manifestado contra la guerra, como los actores o escritores como Saramago o Benedetti.
Ataca en el libro Sampedro las teorías “falsas y extremadas” de Huntington sobre el choque de las civilizaciones o las de Fukuyama sobre el fin de la historia, “coartadas ideológicas del expansionismo americano”. “El problema -explica- es que tras la caída del Muro de Berlín desapareció la URSS y EE.UU. se encontró sin ese enemigo necesario para mantener sus fuerzas armadas y coaccionar, es decir, necesitaba una catástrofe como la de las Torres Gemelas para avivar el miedo y justificarse su expansión. ”
"En la Antigüedad el hombre era la medida de todas las cosas; en la Edad Media lo era Dios, y hoy lo es el dinero. Y eso significa un empobrecimiento humano increíble”
No es la única tesis polémica del libro: iguala a la URSS y EE. UU. porque, explica, ahora “lo esencial en las dos sociedades era lo mismo, el dinero. Y luego hay diferencias: en el sistema americano se enriquecen las empresas y en el soviético se beneficiaba el Estado y la nomenklatura”. También describe la conducta de Bush “y sus compinches” como una mezcla “de codicia y ambición por una parte y de ignorancia por otra”. Puntualiza que “hay que situar todo esto en un dramático momento de disgregación de la civilización occidental. En la Antigüedad el hombre era la medida de todas las cosas; en la Edad Media, lo era Dios, y hoy lo es el dinero. Y eso significa un empobrecimiento humano increíble.”
Más polémica: el retrato de Aznar. Feroz. Sampedro lo describe como un hombre “sin dignidad”, “que carece de principios”, “escalatorres”, un robot con dos posiciones, “peana del de arriba, y martillo de los de abajo”, y traidor a Europa: “Por supuesto, aunque lo peor es su incapacidad para la convivencia democrática y para el diálogo. Porque llama consenso a que le den la razón”.
Para Sampedro lo escandaloso es callar. Por eso grita ahora, y en el libro y en la calle si es preciso, que “Todos somos iraquíes”. A pesar “de los indiferentes y los cobardes”.