Hemingway hizo su primer viaje a Italia en busca de la guerra. La encontró, con heridas incluidas. También se encontraría con el amor, y resultó doblemente herido. La fama de hombre belicoso, de escritor de acción ha oscurecido el alma romántica de Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899 - Ketchum, Idaho, 1961) que también sale a flote en sus historias y en su vida personal. Debajo de la piel de oso, se escondía un hombre romántico.
Fue en Italia donde estos paseos por el amor y la guerra tuvieron tanto su inicio traumático como un episodio final de renovada ilusión, recogido en una novela con poca proyección en su día y ahora hecha película, Al otro lado del río y entre los árboles. En esta obra, el último Hemingway herido por el amor queda retratado por sí mismo en clave de ficción.
Una historia de sentimientos más que de acción trepidante, la novela encontró también dificultades para llegar a la gran pantalla. Hubo intentos varios y de directores destacados. John Huston, Robert Altman y John Frankenheimer entre ellos.
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Pero había que esperar a la mirada de una mujer sobre este episodio de transfiguración para darle una visión nueva sobre el propio autor. La arriesgada propuesta de la directora española formada en Estados Unidos Paula Ortiz convenció a los productores ingleses para rodar Venecia en un impoluto blanco y negro, made in Javier Aguirresarobe.
Era ya un tiempo crepuscular para Hemingway, cuando se refugió de nuevo en el Hotel Gritti de Venecia, cansado de aventuras geográficas y esperando un Nobel que se hacía esperar. No hay dos habitaciones iguales en este antiguo palazzo que se asoma al Gran Canal. Amplia y luminosa, la estancia que hace esquina era la ocupada por el escritor y su tercera esposa.
Cazar patos en la laguna
Allí nació para la novela el alter ego del coronel Richard Cantwell, amenazado por la enfermedad que busca el olvido en un fin de semana de caza de patos en la laguna. El tema de la muerte, que ya atormentaba a Hemingway, es el centro de la novela, como lo fue para Thomas Mann en su Muerte en Venecia.
El coronel, bien encarnado en un sólido Liev Schreiber, busca las claves de la muerte de su hijo en combate. Y asistimos a la trasformación de aquel Hemingway reverencial con las armas a este que desliza una fuerte diatriba contra los manipuladores de la guerra que mandan a la carne joven al combate. El desencanto del propio Hemingway se hace patente en su última novela larga. “Somos mano de obra en el gran negocio de las armas”.
El asunto de la juventud perdida entra en el correlato del encuentro real del escritor en Venecia con la joven aristócrata Adriana Ivancich, hermana de su amigo italiano con el que visitaría Pamplona en sanfermines.
Tanto el protagonista herido por la enfermedad, como el Hemingway vencido por los años buscan el consuelo de la juventud perdida en un amor imposible: en la joven encarnada por Matilda de Angelis que aporta credibilidad y una serena belleza al personaje.
El delicado trabajo de Paula Ortiz y el preciso guion de Peter Flannery tratan de alcanzar ese momento álgido de inmortalidad que sugiere la historia, ese último suspiro de alivio vital entre la juventud y la muerte presagiada. El Hemingway de las contradicciones expuesto ante una historia menor en apariencia, pero que toca los temas más profundos y cercanos al corazón. “La muerte me encontrará vivo”.
Antesala del Nobel
La novela, publicada como serial por la revista Cosmopolitan, apareció en libro en 1950. Le seguiría El viejo y el mar. Ambas novelas son la antesala a la concesión del Nobel (1953) para consagrar definitivamente al escritor americano.
Fue un “reto fuerte” para Paula Ortiz transformar en cine este texto, al que sabía que debía acercarse “con otro punto de vista, el de una mujer”. “Hemingway me fascinaba por lo opuesto (masculino, de acción…), tan distinto a mí. Este es un Hemingway melancólico, decadente, autorreflexivo… Mi propuesta era más radical de lo que ha quedado. Pero me llegó el mejor piropo del hijo de John Houston [que precisamente abre como actor la película y que le ofreció leer el guion que trabajó su padre, pero que Paula evitó]: “A mi padre le habría gustado”.
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No hay concesiones al aspecto bélico de la obra, resumido en una secuencia de acción, la única en color, que es muy pertinente para entender la búsqueda de sombras del padre por el hijo muerto en combate, y que le sirve a Hemingway para su mayor denuncia sobre los que mueven los hilos de la muerte.
Trabaja Ortiz el presente en blanco y negro y la memoria en color. Nos presenta una Venecia insólita, sin sus colores de postal ajada, sin gente en sus calles… que nos trasporta a la época de los cuarenta sin duda. Pero lo cierto es que el equipo rodó en plena pandemia en una ciudad obligadamente vacía.
Un lujo para la producción, descompensado por los retrasos y los problemas de todo un equipo atacado por la Covid. “Algo extraordinario. Un privilegio rodar en una Venecia vacía, casi espectral. Pero fue un proyecto muy duro, con problemas y con interrupciones”.
Transformado por la guerra
El primer Hemingway que fue a la guerra en Italia volvió trasformado. Con el cuerpo herido para siempre, con esa cojera característica, y con el corazón encogido tras enamorarse de Agnes von Kurowsky, la enfermera de la Cruz Roja que le cuidó, durante seis meses en un hospital de Milán, pero que rechazó casarse con él.
"Cuando vas a la guerra como un joven, tienes una gran ilusión de inmortalidad, otras personas mueren, tú no... Entonces, cuando estás gravemente herido por primera vez, pierdes esa ilusión y entiendes que puede sucederte a ti también". Las secuelas en el alma alimentaron la obra de Hemingway con una profundidad poco calibrada hasta hace unos años.
Uno de su amigos más cercano, el guionista Peter Viertel, afincado muchos años en Marbella, me recordó aquellos días de Hotel Gritti afirmando que “Hemingway era un romántico. Pienso que el mayor error de la gente está en catalogarle como un aventurero. Era en verdad un hombre que amaba la vida en su forma más romántica. Sus novelas son historias de amor.
»Después de la guerra, cuando regresó a la literatura su primera novela fue Al otro lado del río y entre los árboles, que es de nuevo una historia de amor, la de un hombre cercano a su muerte que se enamora tremendamente de una joven de 19 años. Y como en muchas de las historias de amor de Hemingway (justo igual que en The sun also rises/Fiesta) la historia de amor nunca se consuma. Lo mismo sucede con Al otro lado del río...".
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Un guion muy afilado, que creo introduce un final incluso más Hemingway que el de la propia novela, y un rodaje exquisito convierten esta película en un gran homenaje al Hemingway más romántico y melancólico que hizo del amor la única cura para las heridas de guerra, de la batalla de la vida en sí.
Con este Hemingway enamorado hecho cine creo que podemos entender mejor la piscología del a veces vilipendiado "macho Hemingway". Su paseo por el amor y la muerte tiene su estación obligada en esta novela depurada por Paula Ortiz para la gran pantalla.