Robert Altman, el cineasta insobornable

Robert Altman

Robert Altman fallece a sus 81 años habiendo demostrado a lo largo de toda su carrera que se puede ser un cineasta insobornable en Hollywood. Considerado uno de los padres del cine independiente, nunca dio su brazo a torcer ante las exigencias de la industria, ni siquiera cuando el éxito masivo y de crítica, con la comedia MASH (1969), le alcanzó en su quinto largometraje y le colocó en el puesto más envidiable de la industria. La libertad como autor que consiguió tras este filme, verdadero pionero del llamado "Nuevo Hollywood" de los años setenta, fue siempre su consigna como cineasta. A lo largo del casi medio centenar de largometrajes que realizó, nunca abandonó la rebeldía, irreverencia y la vocación rupturista de su cine. Innovador, iconoclasta y experimental como ninguno otro de su generación, sus historias corales le han distinguido como el cineasta con más talento para retratar el caos y las conexiones de los microcosmos humanos. En su búsqueda de una ficción de sustrato realista, con un carácter prácticamente documental, ideó un sistema de rodaje muy particular, con diversas cámaras alejadas y varios micrófonos integrados en la escena, de manera que los diálogos de los actores se solapaban unos sobre otros. De hecho, junto a Woody Allen se le considera el primer director en Hollywood en emplear esta técnica (que Berlanga ya estilaba con maestría aquí en España). De este modo lograba que los actores ignoraran en todo momento cuándo y de qué manera estaban siendo filmados, estimulando así la improvisación y la incorporación total de sus personajes.

Nacido el 20 de febrero de 1925 en Kansas City, Missouri, Robert Bernard Altman ingresó en la escuela católica St. Peters con seis años y pasó un breve tiempo en el Instituto Católico antes de trasladarse al Instituto Rockhurst, donde comenzó a explorar la manipulación del sonido con magnetófonos caseros de la época. Poco después, fue enviado a la Academia Militar Wentworth en Lexington, estudió en la Universidad de Missouri y después participó como piloto en la Segunda Guerra Mundial. Se formó audiovisualmente en la industria de la televisión en Los Angeles, donde trabajó en diversas series, entre ellas "Bonanza", y debutó en el cine al cumplir 31 años con la película The Delinquents. Alcanzó la condición de autor con MASH, una excesiva parodia de la guerra realizada durante el conflicto bélico de Vietnam que le valió la Palma de Oro de Cannes y que fue el germen cinematográfico de una exitosa serie de televisión. Luego llegaron otras películas que daban la vuelta a los convencionalismos de varios géneros cinematográficos, como Los vividores (1971) en el caso del western, con Warren Beauty y Julie Christie; El largo adios (1973) respecto al film noir, protagonizada por Elliot Gould, o la intrigante Tres mujeres respecto al melodrama femenino, con dos de sus actrices habituales, Sissy Spacek y, sobre todo, Selley Duvall. Con Duvall también trabajó en uno de sus grandes clásicos, Nashville (1975), una ácida incursión en el universo de la música country, epopeya íntima y coral que se convirtió en marca de fábrica de su particular forma de retratar mundos colectivos. Este acercamiento al show business lo repetiría un año después con la irónica y brillante Buffalo Bill y los indios (1976). A continuación, durante los años ochenta, sin duda su peor periodo artístico, en el que perdió el pulso innovador, cínico y cruel de sus anteriores filmes, realizaría entre otros el musical Popeye (1980), con Robin Williams; el drama Jimmy Dean (1982), la comedia Tres en un diván (1987) o el film entrono a los hermanos Van Gogh Vincent and The (1989).

Bajo su peculiar y personal estructura de entrecruzamiento de personajes y manteniendo simultáneamente diversas tramas abiertas, si bien siempre dando más importancia a las secuencias particulares que al conjunto de la propuesta, Altman realizó a partir de los años noventa varios filmes importantes, como El juego de Hollywood (1991), su particular denuncia y burla de la industria y el mundo que habitaba; Vidas cruzadas (1993), obra maestra en torno a las relaciones humanas en Los Angeles basada en diversos relatos y un poema de Raymond Carver ( y a su vez germen de filmes posteriores como Grand Canyon, Magnolia o Crash); la fallida Prét-à-Porter (1994), una disección de la banalidad del mundo de la moda en la que desfilaban grandes actores y celebridades; la infravalorada y deliciosa Kansas City (1997), o su análisis quirúrgico de la dureza del mundo del ballet en The Company (2003), proyecto que le propuso la actriz y bailarina Neve Campbell. Su último gran éxito le llegó con Gosford Park (2003), su particular disección de la frívola sociedad británica, en la que hacía especial hincapié en su división de clases. En nuestro país todavía está pendiente de estreno en nuestro país su último filme, A Praire Home Companion, que dirigió ya en adversas condiciones físicas y fue recibido con entusiasmo en la última edición del Festival de Berlín. Con reminiscencias de Nashville, actores como Woody Harrelson o Meryl Streep interpretan temas country en este semimusical que recrea el último show de un programa de radio que cayó en desgracia en Estados Unidos tras 558 emisiones. Irónicamente, hace un año recibió el Oscar Honorífico de la Academia de Hollywood, la misma que a lo largo de toda su carrera le ha dado la espalda, precisamente por mantenerse fiel a sus convicciones y hacer gala de su independencia. Como me dijo en una entrevista hace dos años: "En toda mi vida yo sólo le he sido fiel a mi mujer, Catherine". Y así murió.