Paula Ortiz. Foto: Ángel de Castro
La novia fue la joya sorpresa del último Festival de San Sebastián, donde concitó el entusiasmo "escondida" en Zabaltegui y lidera las nominaciones a los Premios Feroz que concede la prensa con nueve candidaturas de las once en liza. Segundo filme de Paula Ortiz (Zaragoza, 1979), la directora adapta con su personal y poético estilo nada menos que un clásico universal como Bodas de sangre de Lorca para situarlo en un terreno de un lirismo desatado capaz de captar la esencia universal del filme. Inma Cuesta como "la novia" que da título a la película, es la carismática protagonista de un filme en el que su corazón se debate entre dos hombres, con quien se casa (Asier Etxeandía) y al que desea (Alex González) en este drama eterno de rompe y rasga en el que también participan otros actores como Leticia Dolera, Manuela Vellés, Luisa Gavasa o, el recientemente fallecido, Carlos Alvárez Novoa en su último trabajo.
Pregunta.- ¿De dónde surge este proyecto de adaptar a Lorca?
Respuesta.- Hay una semilla muy íntima y personal. Lorca forma parte de mi infancia, mis padres son profesores de literatura y gracias a ellos descubrí ese mundo lleno de tierra y sangre, hipnótico y poderoso. Entonces no entendía muy bien las encrucijadas y precipicios a los que te trasladaba la historia. Es una historia que aun hoy nos habla de cuestiones muy contemporáneas: las grietas de la identidad están muy vivas.
P.- ¿Dónde resuena con mayor hondura hoy mismo Bodas de sangre?
R.- Hay una realidad lorquiana y trágica que tiene hoy la misma fuerza. En momentos de crisis, de derrumbe, como el que vivimos necesitamos viajes intensos que nos lancen al precipicio. Esas emociones extremas, llevadas al límite, nos sirven como catarsis para volver a las preguntas esenciales: el amor, la muerte o la venganza. Todas las tragedias van a la raíz, a la búsqueda de la oscura raíz del grito como dice Lorca, de donde nace el dolor, este deseo inevitable, es un acercamiento de la forma más visceral.
P.- Sin duda, la situación de las mujeres sí ha evolucionado mucho desde entonces.
R.- Ya no vivimos en esa sociedad tan extremadamente patriarcal que ahogaba a las mujeres. No existe eso que dicen en la obra: "Mi madre se consumió aquí como nos consumimos todas". Ese encierro de las mujeres ya no es así, por suerte ha habido avances de la sociedad. Sin embargo, sutilmente, nos enfrentamos diariamente a represiones, encierros, presiones que atan a a las mujeres. De lo que habla siempre Lorca aun está presente: esas grietas el deseo y de la muerte, la vida, el amor y el dolor, eso es universal.
P.- Sitúa la historia en una especie de "no tiempo". ¿Ha querido huir del retrato histórico?
R.- Hay una manera de adaptar a Lorca desde parámetros muy realistas, muy pegados a su tiempo. Es un camino muy válido pero yo quería adentrarme en sus palabras, en su mundo para crear una realidad abstracta, no real, un mundo que roza la magia. Él decía que hay una fuerza que le empuja con fuerza desde las raíces, pasa por sus huesos y llega hasta los astros. Es una metáfora muy bonita, el poeta está pegado a la tierra pero algo le empuja a una esfera profundamente espiritual y mágica.
P.- Si en literatura hablamos de prosa y poesía, ¿cree que esa distinción es aplicable al cine?
R.- Totalmente. El cine nació con los Lumiére con ese marcado tono documental y un código realista. Con los años es un lenguaje que se ha seguido desarrollando y demostrando su capacidad para mostrar un lado poético y lírico. Podríamos haber hecho la película con unas mujeres hablando en un patio encalado, ya tenemos los maravillosos diálogos de Lorca, pero queremos explorar otros mundos y utilizar la belleza en un sentido transformador. La imaginación te permite proyectar.
P.- ¿Por qué ha hecho a los personajes mayores que en la obra original?
R.- Es cierto que en la obra tienen 20 años, es la edad de los protagonistas de la noticia real en que se basó Lorca. Nosotros queríamos abrir el relato, estar en un umbral más abstracto. Los propios personajes no tienen nombre, son "la novia" o "la madre", son sublimaciones que representan una iconografía mítica. Por eso era importante que los actores tuvieran una gran presencia física. Es un trabajo muy delicado con la palabra poética. Ha sido un viaje tremendo para todos.
P.- En la tradición anglosajona son constantes las adaptaciones de los clásicos pero aquí parece que cuesta más, ¿tiene alguna idea?
R.- Cuando planteas un texto literario parece que hay miedo, respeto y pereza. En España tenemos demasiado sacralizados a los clásicos. Lorca sigue siendo tan lúcido y evocador hoy como lo era entonces porque los clásicos son como faros, cuando les das la vuelta, vuelven a iluminar. Son mapas que marcan caminos, que te adentran mejor que nadie en aquello que somos. Se revisa a Shakespeare una y otra vez porque necesitamos asomarnos de nuevo a ese precipicio. En España tenemos a Calderón de la Barca. Merece la pena reconstruir a los clásicos con las herramientas que tenemos hoy.