Cuando en 2019 Bernardine Evaristo ganó el Booker por su novela, Niña, mujer, otras (AdN), la escritora británica cambió la historia del galardón por partida doble. No solo aquella era la primera vez que se otorgaba el premio a una mujer negra sino que también, por primera vez, el jurado decidía repartirlo ex aequo entre ella y la canadiense Margaret Atwood. De las dos, huelga decirlo, Evaristo era la más desconocida. Y eso a pesar de contar con una larga trayectoria de más de cuarenta años, desde sus inicios en el teatro, y ocho libros publicados.
El galardón lo cambió todo y de autora de minorías se transformó, repentinamente, en escritora de éxito, cuando su novela, que relataba la historia del Reino Unido desde comienzos del siglo XX a partir de la vida de doce mujeres británicas negras, alcanzó el número uno de las listas de ventas dentro y fuera de Inglaterra. Desde entonces, inmersa en una gira de promoción por 26 países, reconoce que, aunque el premio le ha abierto más oportunidades y más tiempo para dedicar a nuevos proyectos —en este tiempo ha publicado varios relatos breves y varios libros de no ficción—, también se lo ha restado. “Me siento muy agradecida y siento que mi trabajo ha sido valorado de una forma que yo quería desde hacía mucho tiempo —comparte—, pero también estoy muy ocupada con la promoción de algunos de los libros que ya había escrito y que se han empezado a publicar en diferentes países. Así que sí, han cambiado mucho las cosas”, concede.
De viaje por nuestro país para participar en el festival Capítulo Uno de Matadero, no es la primera vez que la escritora aterriza en la Península Ibérica, donde en la década de los 90, recuerda, vivió en Málaga durante casi un año. Su presencia ahora coincide con que AdN acaba de publicar uno de sus últimos textos, Manifiesto: sobre cómo no rendirse. Un libro de memorias y una meditación sobre su vida, dice, en el que la escritora comparte cómo su infancia en el sur de Londres, sus relaciones, sus diferentes trabajos, sus numerosas mudanzas y su extracción cultural moldearon su creatividad y su forma de escribir, que destaca por su gen experimental, una especie de novelas en verso que ella misma ha definido como ficción de fusión. “Este libro —condensa— revela lo que me costó seguir adelante y madurar”.
Pregunta. Nacer mujer, de clase obrera y de color conllevaba ciertas limitaciones, pero ¿hasta qué punto determinaron su creatividad?
Respuesta. Creo que no afectó en ningún momento a la creatividad, pero sí a cómo mi trabajo se veía por parte del mundo. Porque si trabajas y escribes como mujer británica de raza negra, la sociedad lo ve como algo que viene desde un punto de vista marginal. Algunos pocos autores se convierten en mainstream, pero al resto se nos ve como marginales. Yo sentía que mi creatividad estaba totalmente en su punto más álgido, algo que, sin embargo, no se reflejaba en cómo se veía mi carrera desde fuera.
Literatura para la empatía
Hija de madre inglesa y padre nigeriano, la cuarta de ocho hermanos, Evaristo se crio en Londres de los años 60 en un barrio con una “abrumadora” mayoría de población blanca, recuerda. “En mi familia sufrimos los insultos de niños que repetían como loros el racismo de sus padres —narra en Manifiesto—, así como agresiones violentas a nuestra casa familiar por parte de gamberros que nos lanzaban ladrillos contra las ventanas con tal regularidad que sabíamos que, en cuanto las sustituyéramos, nos las volverían a romper (…). Cuando eres niña, ese nivel de hostilidad te afecta profundamente por mucho que no seas capaz de racionalizarlo. Te sientes odiada”.
P. ¿Cree que hoy las cosas han cambiado mucho? ¿Cómo ha evolucionado la sociedad desde entonces?
R. Ahora la situación es mejor porque Gran Bretaña ahora mismo es mucho más multicultural, Londres en concreto lo es. El racismo todavía está presente, pero creo que ya no se hace tanto eso de poner motes o insultar a las personas. En ese sentido, ha mejorado, la verdad.
P. Por otro lado, escribe que las personas que son víctimas de la opresión pueden convertirse a su vez en opresoras. En Raíces rubias, de hecho, decide cambiar la historia de la esclavitud, y dejar que sean los blancos los oprimidos. ¿Cree que parte del problema racial muchas veces surge de una evidente falta de empatía hacia el otro?
R. Es algo diferente porque lo que yo hice fue coger la historia del esclavismo y convertir a los africanos en las personas que esclavizaban a los europeos. Era un giro completo. No era tanto el oprimido convirtiéndose en un opresor, porque en mi novela no habían sido nunca oprimidos para empezar. En cuanto a la empatía, esa es una cuestión bastante importante. Hay muchas razones por las que existe la discriminación, tiene que ver con cómo la sociedad está construida, con las jerarquías y con el patriarcado, pero también con la población que tiene el poder, con la clase y con la etnia. Y si algo puede profundizar en la comprensión de las personas hacia los demás es precisamente la ficción. Si podemos aumentar esa empatía, si podemos mejorar y abrir un poco la mente de los demás, creo que eso puede mejorar la situación. Y eso es lo maravilloso de las novelas.
El peligro del poder
P. En ese sentido, uno de sus temas recurrentes es la diáspora africana. ¿Cree que Londres, pero también Europa, debería empezar a relacionarse de manera diferente con África?
R. Es una pregunta demasiado importante como para que la conteste yo. Hace cientos de años el mundo árabe de África, de hecho, colonizó España, tenía una gran sociedad, estaba incluso, en algún momento, más avanzada que el resto de Europa. Pero después la sociedad de Europa Occidental se impuso y además impuso al resto del mundo su visión de la historia. No puedo hablar realmente sobre Europa como tal, puedo hablar de mi experiencia en Gran Bretaña, de cómo nosotros participamos todo lo que podemos en la sociedad e intentamos mejorar las cosas, dentro de nuestras posibilidades.
P. También opina que la mayor lección que aprendió fue que el abuso de poder no es exclusivo de los hombres ni de los blancos ni de las parejas heterosexuales. En un mundo tan polarizado como este, ¿es complicado llegar a esa conclusión?
R. Es verdad. Tenemos que entender que el poder existe en el mundo y la gente que tiene acceso a él también tiene la oportunidad de explotarlo y de abusar y eso es algo que prevalece en toda la historia de la humanidad, no es algo que sea exclusivo de los hombres o de las mujeres. Pero es todo más complejo cuando hay una mayoría. Se trata de lo que pasa cuando hay una masa crítica y una mayoría que tiene poder, ahí es cuando se puede convertir en un problema. Porque en un nivel individual todo el mundo es capaz de abusar de su poder. Existe el abuso del poder por parte del sistema, y luego está el abuso de los individuos.
P. Su obra literaria es muy combativa, explora e indaga sobre temas como la diáspora africana, la mujer, la diversidad. ¿Cree que la literatura tiene cierta responsabilidad a la hora de contar y de configurar el mundo?
R. La literatura es un factor contributivo, por supuesto, de cómo procesamos y cómo reflejamos el mundo, cómo lo imaginamos, cómo lo grabamos en nuestras mentes, es una parte muy importante. En cuanto a tu pregunta, yo diría que sí, pero otros autores podrían decir que no, que simplemente es arte y que no debería tener una responsabilidad a la hora de darle forma al mundo.
P. Es crítica con las redes sociales, a pesar de participar en ellas. ¿Cómo han influido en nuestra forma de pensar hoy?
R. La conversación sobre los mayores problemas de la humanidad tiene ahora forma pública en muchas redes sociales, especialmente en Twitter, y se basa sobre todo en opiniones que se expresan de una manera muy concisa, muy corta. No se puede abordar un asunto largo en Twitter. Esto puede ser un problema, porque cuando tienes millones de personas expresando su opinión no tienes una conversación real, en la que escuchas al otro y desarrolláis vuestras ideas juntos. Como resultado, los problemas importantes que discutimos y tenemos que debatir se convierten en algo muy polarizado.
Teatro y poesía
P. Usted fundó, junto a Patricia Hilaire y Paulette Randall, la primera compañía teatral de mujeres negras de Inglaterra, Theatre of Black Women. ¿Qué importancia tuvo aquello entonces y cómo influyó su paso por el teatro en su escritura?
R. Yo empecé a trabajar en teatro como actriz y escritora. Fundé esa compañía precisamente porque quería dar voz a las mujeres negras. Entonces había muy poco trabajo para nosotras y decidimos que llenaríamos ese hueco. Fue algo muy importante para mí. Nos convertimos en las actrices, las productoras y las escritoras de la empresa. Lo hacíamos todo desde nuestra perspectiva y nos apoyábamos unas a otras. Además podíamos crear comunidad. Eso se convirtió en los cimientos de mi escritura más adelante, porque me hice mayor de alguna forma y crecí en un grupo en el que se me valoraba y se me validaba. Dejé el teatro hace unos 30 años, pero todavía de vez en cuando vuelvo y me sigue pareciendo fascinante. Y dado que empecé escribiendo para teatro, hay algo de él también en mis novelas.
P. La poesía tiene también un peso muy importante en su obra, ¿no?
R. No me veo como una escritora de poesía, pero sí que es verdad que empecé a escribirla para el teatro. Era algo que me parecía muy natural. Después la empecé a dejar un poco de lado para escribir historias. Muchas veces lo que hago es contar toda la historia al completo e intercalar algunos pequeños poemas.
P. Suele reescribir sus libros, a veces hasta cinco veces. ¿Cree que la reescritura es la fase más importante de su trabajo?
R. Sí, por supuesto, porque el primer borrador siempre es muy rudo, no está pulido, prácticamente vomitas las palabras en la página y después tienes que limpiarlo. Hay que ponerse más artesanal, empezar a introducir la estructura y asegurarte de que los personajes son como querías. Todo cambia a medida que lo revisas, así que es un proceso muy orgánico en el que de una pequeña semilla desarrollas un universo completo y eso es lo que conforma después la novela. El proceso puede llevar años.
P. ¿Y hay algún libro que fluyera sin más, que no necesitara demasiadas revisiones?
R. Hello, mum, que es un libro muy cortito, diecisiete mil palabras. Me llevó solo tres semanas.
Influida e inspirada por autoras afroamericanas, como Audre Lorde, Toni Morrison, Gloria Naylor, Alice Walker o Ntozake Shange, entre sus últimos proyectos está el de coordinar Black Britain: Writing Back, una colección del sello de Penguin UK en el que recuperan libros que en su momento pasaron desapercibidos. Y aventura que su próximo libro será de teatro. “Yo soy ante todo una escritora —defiende en Manifiesto—; mi forma de procesarlo todo es la palabra escrita: a mí misma, la vida, la sociedad, la historia, la política. No es solamente un oficio o una pasión, sino que vertebra cómo existo yo en el mundo, y estoy enganchada a la aventura de narrar como mi medio más poderoso de comunicación”.