“Ha sido una experiencia increíble para mí y mi literatura. He estado en las listas de los más vendidos durante unas diecisiete semanas, se han vendido los derechos de traducción a 26 idiomas y se está trabajando en una serie de televisión”, explica una Bernardine Evaristo (Londres, 1959) que continúa exultante por el impulso que ha ganado su obra desde que el pasado octubre obtuvo el Premio Booker ex aequo junto a Margaret Atwood en una decisión sin precedentes en el medio siglo de vida del principal galardón en lengua inglesa. Poeta, dramaturga, crítica literaria, profesora de escritura creativa, miembro de la Royal Society of Literature y autora de ocho novelas marcadas siempre por el uso de la experimentación temática y formal y por su retrato de todo tipo de minorías, la carrera de la escritora ha sido un ascenso constante jalonado de reconocimientos y galardones.
El último, ese Booker que ha reconocido su novela Niña, mujer, otras, la primera publicada en España, de la mano de AdN, un relato híbrido y polifónico que cuenta la historia del Reino Unido desde comienzos del siglo XX a través de un rico tapiz conformado por las voces de una docena de mujeres que abarcan distintas generaciones, clases sociales y orígenes, explorando cómo la raza, la sexualidad, el género, las raíces y la posición económica definen la vida. “Que todo esto haya sucedido con una novela que relata la vida de doce mujeres británicas negras ha sido muy gratificante. Siento que nuestras historias, con toda su heterogeneidad, están llegando a todo el planeta”.
Pregunta. Toda su literatura ha sido una lucha constante por “verse reflejada” en la narrativa de su país. ¿Cuál es la situación hoy más allá de su premio?
"Todos los escritores somos 'influencers', pero es un papel de responsabilidad que debe usarse para fomentar la comprensión y la unidad”
Respuesta. Cuando inicié mi carrera como escritora, en los años 80, sólo había una novelista británica negra, Buchi Emecheta, que había emigrado desde Nigeria en los 60. Hoy hay algunas más, pero se nos puede enumerar con las dos manos, lo que demuestra que tenemos un largo camino por recorrer, considerando que cada año se publican miles de novelas en mi país. Desde los 90 es cierto que varias han llegado a publicar, pero a menudo desaparecen del mapa después de una o dos novelas. Necesitamos tener muchas más escritoras negras en Reino Unido que además publiquen en todos los géneros y de todas las temáticas y espero que el éxito de mi novela suponga un gran avance en ese sentido.
P. Considera importante para un escritor hablar sobre culturas y perspectivas que difieren de las suyas, interactuar con una parte lo más amplia posible de la sociedad. ¿Por qué?
R. En cierto sentido, todos los escritores somos influencers, nos gusta que se escuche nuestra voz, nuestra creatividad y nuestra forma de ver las cosas se difundan a gran escala. Al igual que la mayor parte de la gente que trabaja en el mundo de las artes y la cultura, quiero que mi trabajo llegue a la mayor audiencia posible, pero este papel de altavoz entraña una gran responsabilidad. Creo que nuestra visibilidad debe usarse para fomentar la comprensión y la unidad. Y no es tan difícil, porque todos somos humanos y tenemos en común un montón de emociones básicas. Un escritor absorbe a todos los que ha conocido, escucha sus historias y está alerta frente a las psicologías que dictan el comportamiento humano. La alteridad debería ser una aspiración generalizada que enriquecería enormemente nuestro capital cultural.
"Escribo para abordar las historias que siento que deberían estar ahí fuera, narro las ausencias que siguen existiendo"
P. A través del personaje de Amma se describe a usted hace 40 años, una directora de teatro contracultural y activista. ¿Por qué decide narrar ese ambiente de los años 80?
R. A mis veintipico era actriz y productora de teatro y cofundé una compañía llamada Theatre of Black Women, la primera de ese tipo en el Reino Unido, porque había muy poco trabajo para nosotras en esa época. Así que, en lugar a esperar que alguien nos contratara, decidimos hacer teatro por nuestra cuenta. Escribí sobre Amma y su amiga Dominique porque sentí que era importante hacer un retrato de ese movimiento contracultural en el que jóvenes negras optaron por crear su propio arte como forma de enfrentarse a la marginación. Es una realidad que a menos que hayas vivido no sabes que existió y por eso quise plasmarla para las generaciones más jóvenes.
Esta intención documental y didáctica la hereda Evaristo de una de sus escritoras más admiradas, Toni Morrison, de quien suscribe la frase: “Si hay un libro que uno desea leer, pero aún no se ha escrito, debe escribirlo”. “Por eso escribo. Abordo las historias que siento que deberían estar ahí fuera, narro las ausencias que siguen existiendo”. Normalmente, sus novelas, todavía inéditas en español, exploran de alguna manera la diáspora africana, las vidas de las personas negras y los sistemas sociales que dictan las posibilidades de esas vidas. Entre los que más valora la escritora están “la historia de una niña negra en el Imperio romano (The Emperor’s Babe), una narración invertida sobre el tráfico de esclavos (Blonde Roots) en la que los africanos dominan a los europeos, o una versión ficticia de la historia de mi familia (Lara), que se ambienta en Reino Unido, Irlanda, Nigeria, Alemania y Brasil”.
P. Más allá de las temáticas destaca en todas sus obras una escritura estética y poética de clara intención experimental. ¿Por qué utiliza ese estilo, qué busca conseguir con él?
“No me siento constreñida por los límites tradicionales de los géneros o el lenguaje. El arte debe ser libre”
R. Desde que comencé a escribir teatro en los años 80, siempre me ha interesado encontrar la forma que más se ajustara a la historia que quiero contar y esto supone experimentación e innovación: usar el lenguaje de formas poco ortodoxas, evitar puntos y mayúsculas o fusionar doce coprotagonistas en un conjunto coherente. La mayoría de mis libros son un experimento de forma, por ejemplo, una novela en verso, o de trama, con la creación de universos alternativos. Es lo que llamo ficción de fusión. No me siento constreñida por los límites tradicionales de los géneros o el lenguaje porque creo que las artes deberían funcionar sobre la base de la libertad. No obstante, quiero que mi trabajo sea legible, y no que mi público se restrinja a quienes tienen un doctorado en ficción experimental.
P. Esta novela explora de varias maneras lo que significa ser británico. ¿La victoria del Brexit supone el triunfo del intento de imponer una manera hegemónica de hacerlo?
R. No me hable del Brexit, ha sido una historia totalmente horrible. Yo voté a favor de la permanencia, como casi la mitad de la población. La situación política en Reino Unido es lamentable y el liderazgo actual, penoso. Sin embargo, como defendía antes, la novela no plantea ninguna tesis única respecto a ningún tema, los personajes son muy variados y uno de ellos es precisamente partidario del Brexit, que he tratado de entender con sus ojos. Pero no lo he logrado.
P. Habla también de ese abismo cultural que surge entre las sucesivas generaciones de inmigrantes. ¿Cómo es la relación entre la integración y el mantenimiento de las raíces?
“Creo en el multiculturalismo como ideal por oposición a esa sociedad homogénea que buscan ciertos políticos”
R. Es algo que debemos analizar caso por caso. Obviamente, cuanto más tiempo permanece uno en un país como inmigrante, más probabilidades tiene de integrarse. Creo en el multiculturalismo como ideal por oposición a una sociedad homogénea donde todos se parecen y actúan igual, que parece ser el objetivo de ciertos políticos. Ser británico hoy es ser muchas cosas a la vez, como podrá comprobar cualquiera que visite el país.
P. Aunque no determinan el libro el racismo y el feminismo, están muy presentes en este recorrido secular, ¿cómo ve estas realidades hoy en día?
R. Me siento esperanzada por el futuro del feminismo porque en los últimos años hemos visto un resurgimiento y un proceso de aceptación sin precedentes. Ahora es el movimiento social más importante, porque ¿si no tenemos igualdad de sexos, qué tenemos? Por supuesto, el racismo y otros problemas también son relevantes, pero el gran escollo global es el sexismo que prevalece en nuestras sociedades. El cambio ha sido lento, con muchos contratiempos, pero creo que ahora el tren es imparable, siempre y cuando nosotros, es decir, todos y no solo las mujeres, sigamos alimentando el motor.