Más allá de tópicos y títulos llamativos, el propósito del libro es sorprendente: Francisco Gutiérrez Carbajo (Acehúche, Cáceres, 1948), exdecano de Filología de la UNED, quiere demostrar, en la línea de los estudios de género, que en nuestras letras la burla al marido engañado no suponía un insulto al hombre sino a la mujer, “por considerarla responsable de los cuernos”, y por entender que la concepción del amor como deseo, defendida desde Platón y Ovidio hasta Deleuze, había que aplicársela también a la mujer porque es tan activa o más que el hombre”.
El volumen arranca con un fragmento del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, y termina con otro de Amor se escribe sin hache, de Jardiel Poncela, mientras atraviesa un paisaje de versos y prosas de Lope de Rueda, Francisco Delicado, Cervantes y su Quijote, el conde de Villamediana, Lope de Vega, Quevedo, Calderón, María de Zayas, Moratín, Zorrilla, Samaniego, Clarín, Pardo Bazán, Valle y Galdós, entre otros. Termina, pues, en el primer tercio del siglo XX, por problemas con los derechos de autor y también para evitar que la antología tuviera proporciones inabarcables, pero tanto Gutiérrez Carbajo como la editorial Castalia se plantean ya una segunda
entrega.
Carta de un cornudo
Cuando se le pregunta por su pieza favorita del libro, no duda en escoger la obra de Quevedo Carta de un cornudo a otro intitulada “El siglo del cuerno”, pues en ella “le asegura al señor licenciado que ‘nadie puede (que sea hombre de bien) decir mal de cornudos, porque nadie dice mal de lo que hace’, y que si este mundo funcionase bien habría de conseguirse esta condición por oposición, como las cátedras. Reconoce que en otros tiempos los cuernos pudieron causar incomodidad y pesadumbre, pero ahora están muy acreditados y asentados”. Es el mismo Quevedo quien escribe: “Mujer que dura un mes se vuelve plaga”, en el soneto “Hastío de un casado al tercero día”. El problema, insiste, es que el machismo de entonces sigue vivo en nuestras letras. Pero eso será ya otro volumen, lleno, según el editor “de suculentas sorpresas”.
"El machismo del Siglo de Oro y posterior sigue vivo en nuestras letras", asegura el autor, que prepara un volumen más actual lleno "suculentas sorpresas"
Si esa segunda entrega llega a hacerse realidad, en ella figurará en primer lugar Izas, Rabizas y Colipoterras de Cela, “un diálogo intermedial con las fotografías de Joan Colom en la línea del Arte de las putas, de Moratín. Tienen un gran mérito los retratos de esas mujeres del Barrio Chino de Barcelona, entre ellas, algunas ‘chicas bien’, que ejercían la prostitución en un ambiente ajeno al suyo. Mostrando la llaga, se intentaba buscar el remedio, como decían los naturalistas radicales, como Sawa. La amistad con Fraga seguramente permitió a Cela denunciar la situación de estas mujeres”.
Tampoco faltarían Rosa Chacel y su novela Teresa, que comenzó a escribir por encargo de Ortega y Gasset y en la que narra la vida de Teresa Mancha y su relación amorosa con Espronceda. El profesor Gutiérrez recuerda que “Rosa Chacel narra esta escabrosa historia con su moderada y excelente expresividad”, e incluiría además el Elucidario sentimental, de José Manuel Corredoira, “muy poco conocido en nuestro país, a pesar de que sus obras han sido prologadas por Arrabal, Juan Goytisolo, Canavaggio…, traducidas a varios idiomas y analizadas por autores prestigiosos”. Y la incluiría porque en la obra citada, entre otras infidelidades, presenta las del emperador romano cantado por Rubén Darío en Prosas profanas, Vario Heliogábalo, “que se prostituía en tugurios, en el propio palacio, y pidió que lo dotasen de genitales femeninos, lo que ha llevado a los historiadores Harry Benjamin, Richard Green y Louis Godbout a considerarlo como el primer transexual”.
"Según Quevedo, nadie puede decir mal de cornudos, porque nadie dice mal de lo que hace”, afirma Gutiérrez Carbajo
Por lo que a los clásicos españoles se refiere, el tema del adulterio femenino es tan constante como la infravaloración de la mujer. Como subraya Gutiérrez Carbajo, “ya el ilustrado Ignacio de Luzán consideraba un defecto de las comedias de Lope atribuir inteligencia a personajes que, por su propia naturaleza no la tienen, como los criados y las mujeres, y las ‘conquistas’ de don Juan, con casi tanta bibliografía como el Quijote, no son ni más ni menos que una cosificación de la mujer”.
Relaciones escabrosas
Claro que el catedrático contempla la realidad confinada y recuerda cómo esa misoginia conserva plena vigencia en los usos actuales: “Desde luego, en nuestra época panóptica la transmisión en directo hace un par de semanas de un caso de cuernos (el llamado Merlosplace que ha inundado las redes) alcanzó más audiencia que la comparecencia del presidente del Gobierno. Estos personajes reales han convertido en unos ‘buenos chicos’ a los protagonistas retratados por Chaucer, por Boccaccio y por las comedias españolas de enredo”.
Sin embargo, hay rasgos que hacen únicas a nuestras letras en este escabroso asunto de infidelidades, traiciones y machismo, como son, subraya el especialista, el humor ácido, lo picaresco y lo truhanesco, mientras que los prototipos han permanecido inalterados. Así, jamás se ha considerado a la mujer en nuestra literatura dueña de su propio cuerpo, entre otras cosas porque “las imágenes femeninas elaboradas por los hombres y en algunos casos por mujeres, no eran sino ideales femeninos modelados para que fuesen dignos de elogio e imitación o, por el contrario, de rechazo, burla, escarmiento o censura. Si se admitía la infidelidad del hombre, en la mujer era objeto de estigmas y maldiciones”.