Éric Sadin: Debemos hacer frente a los evangelistas de Silicon Valley
El filósofo francés alerta en La silicolonización del mundo de los intereses de las grandes empresas tecnológicas y sus efectos en la sociedad
10 octubre, 2018 02:00Éric Sadin. Foto: Stephan Larroque
Silicon Valley como "cura de rejuvenecimiento del capitalismo", como modelo inspirador de una nueva fiebre del oro planetaria, con múltiples intentos de réplica en todo el mundo que parten de una mezcla de "resentimiento y admiración absorta" y la pretensión de "igualar al amo o incluso superarlo". ¿Cómo llegó el Valle de Santa Clara, al sur de la Bahía de San Francisco, a convertirse en el epicentro de las grandes decisiones tecnológicas que marcarán el futuro inmediato de la humanidad? El filósofo francés Éric Sadin (París, 1972), que lleva una década analizando con una postura crítica los efectos de los avances tecnológicos en la sociedad, ha visitado España para presentar La silicolonización del mundo, ensayo que publicó en 2016 y que ahora traduce al español la editorial Caja Negra."Buenos Aires quiere ser la Silicon Valley de América del Sur. También Santiago de Chile y São Paulo. Incluso dentro de Estados Unidos, Boston quiere ser el nuevo Silicon Valley y Miami quiere ser la Silicon Beach", enumera Sadin por citar solo algunos ejemplos. ¿Y en Francia? "Ah, por favor, no me hagas hablar de La French Tech", suplica el autor de libros como Vigilancia global, La sociedad de la anticipación, La humanidad aumentada y La vida algorítmica y de artículos para Le Monde, Libération, Les Inrockuptibles y Die Zeit.
Pero nuestra conversación con Sadin no comienza por aquí. Al filósofo francés le preocupa que sus teorías sean malinterpretadas o simplificadas en exceso, por eso dedica los primeros veinte minutos de su entrevista con El Cultural a "sentar las bases" de la conversación, es decir, a resumir minuciosamente el contenido del libro.
Sadin no habla de tecnología o de economía, sino de "tecnoeconomía", porque considera que hoy la primera se ha sometido a la segunda. "Hasta hace poco el mundo tecnocientífico tenía autonomía, había una pluralidad en la investigación con intereses diversos. Pero hoy la técnica está estrictamente determinada para dar respuesta a intereses financieros cada vez más importantes. Por tanto los caminos de la investigación ya están trazados de antemano, quitándonos la capacidad de construir las cosas de otra manera", asegura el filósofo.
Desde los años noventa vivimos en lo que Sadin denomina la edad del acceso, que ha permitido que un número cada vez mayor de personas puedan comunicarse y acceder a la información a costes cada vez menores. Pero desde 2010 aproximadamente ha comenzado en paralelo otra etapa: la edad de la medición de la vida, caracterizada por la extensión de los sensores en muchos objetos y ámbitos de la vida cotidiana y de sistemas de inteligencia artificial que analizan la ingente cantidad de datos que aquellos producen.
Esto, según Sadin, provoca un doble fenómeno. Por una parte, "la mercantilización de la vida, la capacidad de las grandes empresas del mundo digital para acompañarnos continuamente y orientar nuestros gesto con el objetivo principal de incentivar acciones comerciales". Por la otra, "la organización algorítmica de las sociedades", ya que en la industria 4.0 esta conjunción de sensores e inteligencia artificial, que está presente en todas las fases del proceso productivo, persigue la "optimización extrema" del rendimiento de los trabajadores, "convirtiendo a los humanos en robots de carne y hueso". Este es precisamente el tema principal de su último libro, La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical (editorial L'échappée), que sale a la venta en francés la próxima semana.La industria 4.0 persigue la optimización extrema, convirtiendo a los humanos en robots de carne y hueso"
Pregunta.- Por ahora es hasta cierto punto posible mantenerse al margen de esta "mercantilización de la vida" que denuncia usted. Pero ¿qué ocurrirá cuando los sensores y la inteligencia artificial estén por todas partes? ¿Resistirse será una condena a la marginación?
Respuesta.- Antes que resistencia, yo hablaría de divergencia. Es decir, en qué medida podemos imaginar y hace posible otros modelos de existencia, individuales y también colectivos, que no estén basados únicamente en un tecnoliberalismo que quiere siempre orientar nuestras existencias y que tiene una visión higienista de la sociedad. Para que esto fuera posible deberíamos desconfiar de lo que yo llamo tecnodiscursos, promovidos por las industrias, las instituciones educativas, los think tanks, y los responsables políticos que están convencidos de que ese modelo económico es la única solución para responder a una necesidad imperativa de crecimiento. Y para ello es una cuestión fundamental, como decía George Orwell, la higiene del lenguaje, recuperar la precisión e identificar las cosas con detalle, que es lo que trato de hacer con mis libros.
»Por tanto, antes que aceptar los discursos tal y como nos vienen, debemos hacer frente a la nueva raza de los expertos, de los evangelistas de Silicon Valley, a los que se paga muy bien por llevar "la palabra" a Bruselas, a Macron, a la Casa Blanca, y que aseguran que todo tiene que someterse a la transformación digital, como si estuviera escrito. ¿Podemos hacernos la pregunta? ¿Podemos al menos tomarnos el tiempo de reflexionar con todas las partes concernidas? Le doy un ejemplo: el Ministerio de Educación Nacional francés, durante el mandato de Hollande (que se supone un régimen de izquierdas, aunque en realidad es socioliberal), firmó un acuerdo de colaboración con Microsoft, pero Microsoft no debería tener ninguna competencia en nuestro sistema educativo. Ese es el resultado del lobbying, de los evangelistas de Silicon Valley y de los políticos que se someten a ellos.
R.- Me gustaría decir sí y no. Sí, si se hace con seriedad, no como el historiador Yuval Noah Harari, que se ha convertido en una estrella en dos años y ahora se dice experto en inteligencia artificial, lanzando frases definitivas y tres fórmulas que todo el mundo acepta. La filosofía seria consiste en ir a los laboratorios, conocer un poco la historia de la tecnología, no describir los fenómenos en una sola frase o en cincuenta líneas. Sí, debe haber una atención minuciosa hacia lo que está ocurriendo, y ahí existe un campo de investigación teórico que responde a los desafíos mayores de nuestro tiempo, sobre todo en el mundo tecnocientífico, que ha vendido su alma. Pero cuando un buen investigador o un buen programador recibe grandes cantidades de dinero de Google o del sector de la inteligencia artificial es difícil posicionarse de forma crítica. Pero más allá del mundo científico, debe ser la sociedad entera la que preste atención a estas cuestiones. Sería trágico que solo lo hicieran los filósofos.
»Por otra parte, el único motivo de vigilancia no debe ser la privacidad de los datos personales. El principio liberal de libertad se basa hoy solo en la protección de la libertad personal, lo que Isaiah Berlin denominó libertad negativa. Por eso pensamos que con el nuevo reglamento europeo para la protección de datos que se aprobó en mayo todos nuestros problemas están resueltos. Pero hay cosas al menos tan importantes como poder navegar por la web sin que se colecten mis datos. Es el momento de que la sociedad mida la amplitud de lo que está en juego, porque la organización de la sociedad que se está imponiendo ahora durará muchísimos años y tenemos que decidir si dejamos que eso suceda o no.
P.- Si volviéramos atrás en el tiempo, al momento seminal de Silicon Valley, y pudiera apretar un gran botón rojo para detener su eclosión, ¿lo haría?
R.- [Tras pensar unos segundos] No. No se trata de eso, es un asunto de pluralidad. El drama de la investigación tecnocientífica es que ha tomado un camino único.