Muere el intelectual Tzvetan Todorov
Tzvetan Todorov
Historiador, filósofo y ensayista, Premio Príncipe de Asturias en 2008 y premio de la Academia Francesa en 2011, el búlgaro naturalizado francés fallece a los 77 años en París víctima de una enfermedad degenerativa.
Estudiante de Filología Eslava en su Sofía natal, contó entre sus primeros maestros con Roman Jacobson. En 1963 se instaló en París y se nacionalizó francés. Allí continuó su formación, junto a Roland Barthes y Gérard Genette, doctorándose en 1966. En Francia ha realizado toda su obra, la cual ha servido de pilar para los estudios lingüísticos, en especial en el campo de la semiótica. A comienzos de los ochenta, Todorov dio un giro a su trayectoria intelectual. Él lo recordaba como una especie de descenso a la calle. Es difícil comparar sus primeros estudios de crítica literaria o de filosofía del lenguaje, a la sombra de quien fuera su padrino, Roland Barthes, con lo que ha venido escribiendo después. ¿Qué queda de aquel primer Todorov en este? "Yo diría que hoy soy un historiador, un crítico y, si es posible, un escritor. La diferencia entre ambos "todorovs" es la que hay entre el instrumento de análisis y el objeto analizado, entre los textos y el mundo del que hablan esos textos", explicaba en su última entrevista concedida a El Cultural.
Entre sus primeras obras se cuenta su conocida Teoría de la literatura de los formalistas rusos (1965), texto de referencia durante muchos años. Ha publicado trabajos como Literatura y significación (1967), Poética (1968), Gramática del Decamerón (1969), Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (1972) o Simbolismo e interpretación (1978), entre otros. A ellos se suman sus estudios sobre la diversidad cultural, con obras como Nosotros y los otros, que definieron su trabajo durante la década de los ochenta. En una línea paralela, ha publicado Las morales de la historia, que obtuvo el Premio Rousseau en 1991. Entre sus últimos títulos se citan El jardín imperfecto (1999), Memoria del mal, tentación del bien (2002), un excepcional análisis del siglo XX, y El nuevo desorden mundial: reflexiones de un europeo (2003). Sus más recientes publicaciones son Los aventureros del absoluto (2006), El espíritu de las Luces (2006), El espíritu de la Ilustración (2008), La experiencia totalitaria (2010), Goya a la sombra de las luces (2011), Los enemigos íntimos de la democracia (2012), Elogio de lo cotidiano (2013), e Insumisos (2016) .
Sus obras, entre las que se incluyen algunos de los más afinados análisis sobre la situación de las libertades en el mundo, y la constante denuncia de los riesgos del totalitarismo desde un conocimiento preciso, le han valido multitud de reconocimientos. Todorov ha recibido, entre otro, el Premio Europeo de Ensayo Charles Veillon en 1998, el Premio Charles Lévêque de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia y la primera edición del Premio Maugean de la Academia Francesa. Asimismo, es Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. En 2005 recibió un grado honorífico de la Universidad Americana de París. Volviendo a sus publicaciones, su último trabajo llegado a España fue Insumisos (Galaxia Gutemberg, 2016), en donde repasa la trayectoria de ocho hombres y mujeres "extraordinarios", de Nelson Mandela a Boris Pasternak, de Etty Hillesum a Edward Snowden. "Sus nombres son más o menos conocidos, pero sus opciones éticas no han recibido toda la atención que merecen".
Nacer bajo la égida comunista, en la Europa dividida por el Muro y el contexto de la Guerra Fría, se tradujo en una aversión al tutelaje de cualquier tipo, a los maniqueísmos simplistas y a las banderas y nacionalismos reduccionistas. Su humanismo crítico, su extrema moderación, lo que le impulsó a escribir libros que atraviesan fronteras y unen ámbitos inconciliables. Huyendo de las revanchas históricas reivindicó, sobre todo la memoria porque es necesaria, pero no suficiente. "Es importante tener en cuenta que la memoria no es buena por sí misma. Hay usos positivos pero también abusos. La memoria se emplea en muchas ocasiones para recordar que hemos sido víctimas de vejaciones y humillaciones, para así justificar la posibilidad de infligir un daño a otros. Ocurrió en Francia. Tras ser humillada en la Segunda Guerra Mundial, sus autoridades se conjuraron que no ocurriera de nuevo. Esta actitud dio pie a las guerras de Argelia e Indochina. Por esto la memoria es sobre todo positiva cuando nos recuerda las veces que nosotros mismos obramos mal o jugamos el papel negativo. Así sí que puede servir para evitar que nos equivoquemos de nuevo", aseguraba hablando sobre su libro La experiencia totalitaria.
En los últimos años, su mayor preocupación fue la salud de la democracia, que consideraba en peligro. "Los valores europeos ya no existen". Todorov criticaba con dureza el pensamiento neoconservador y el ultraliberalismo de los actuales estados democráticos que, según él, tienen los mismos rasgos que edificaron el estalinismo y el fascismo."Tras la caída del muro de Berlín emergieron nuevas ideologías, el neoconservadurismo y el neoliberalismo, que rigen Europa, y el mundo, y debilitan las bases de la democracia. La democracia se basa en la soberanía del pueblo y en la libertad individual. En los totalitarismos existía la hipertrofia de lo colectivo que sometía al individuo; hoy en Europa asistimos a una expansión desaforada de lo colectivo fruto del imperio de lo económico. La doctrina neoliberal que nos gobierna está hoy por encima de los poderes políticos, protege el poder de unas élites y, de este modo, debilita a la sociedad".
En Los enemigos íntimos de la democracia, localizaba estos tres peligros, que son en su opinión el mesianismo, el ultraliberalismo y el populismo. "Son tres amenazas muy serias y no soy especialmente optimista", aseguraba en 2012. "La democracia que defiendo puede quedar reducida a un sucedáneo, pero aún mantengo alguna reserva de esperanzas. Cuando miro a mi alrededor, todavía no veo autómatas que tragan con todo".
Fuera de los temas filosóficos, literarios, sociales y políticos, Todorov también ha dedicado una faceta importante de su obra al estudio de la pintura y a como ésta refleja los cambios en el pensamiento y en los valores de las sociedades europeas y participa en ellos. Así lo hizo en Elogio del individuo, con el nacimiento de la noción de individuo y la preponderancia de lo humano en el siglo XV; en Elogio de lo cotidiano, con la puesta en valor de los objetos y las escenas cotidianas en el siglo XVII; y en Goya a la sombra de las Luces, donde analizaba el pensamiento ilustrado en su obra y reivindicaba la dimensión filosófica del pintor español. "Goya es un pensador a la altura de Goethe y Dostoyevski", llegó a afirmar.