Memoria del mal, tentación del bien
Tzvetan Todorov
17 octubre, 2002 02:00Tzvetan Todorov. Foto: L. Antoniadis
El interés de Todorov por el totalitarismo y los campos de concentración no es el del especialista, sino el del testigo afectado, el del escritor que piensa desde sus experiencias para abrirse al sufrimiento de los otros. Nacido en Sofía en 1939, estudió filología eslava bajo el régimen comunista búlgaro, pero la mayor parte de su carrera la desarrolló en París donde se estableció en 1963.Tras una primera fase próxima al estructuralismo y dedicada a la crítica literaria, Todorov se orientó hacia la Historia de las ideas, preocupado sobre todo por hechos históricos, sociales, morales.políticos y culturales. Durante este periodo destacan obras como La conquista de América, Las morales de la historia, El hombre desplazado y El jardín imperfecto. A esta lista incompleta cabe añadir dos títulos más: Frente al límite (1991) y Los abusos de la memoria (1995), precedentes indispensables del libro que reseñamos.
En el primer ensayo, tal vez el más sugerente, Todorov compone una especie de collage donde intercala breves fragmentos autobiográficos entre relatos de supervivientes de campos nazis y estalinistas. En la segunda obra aludida, un lúcido opúsculo, Todorov propone fundar una crítica de los usos de la memoria distinguiendo entre dos formas de rememoración: una memoria literal que preserva el episodio pasado en su singularidad y una memoria ejemplar que se sirve del acontecimiento singular pretérito como de un ejemplo para comprender situaciones nuevas en el presente. Mientras la rememoración literal, resentida, convierte en insuperable el trauma del pasado y tiende a fortalecer el sentido de identidad, la rememoración ejemplar consuma el trabajo del duelo y aprovecha las lecciones de las injusticias sufridas antaño con el fin de combatir los desafueros que se producen hoy día.
Memoria del mal, tentación del bien aporta escasas novedades respecto a las dos obras ya mencionadas, si exceptuamos el último capítulo dedicado a los peligros de la democracia y al dilema entre derecho de injerencia o deber de asistencia. Como en Frente al límite, Todorov reconoce la importancia de la propia experiencia para seleccionar el acontecimiento, a su juicio, capital del siglo XX: el enfrentamiento entre totalitarismo y democracia. El autor búlgaro se esfuerza por no simplificar el conflicto en términos maniqueos: si hay progreso no discurre en linea directa y ascendente hacia el bien, aunque tampoco desciende en picado hacia el mal. Asumiendo las tesis de Hannah Arendt, la obra propone un análisis conceptual del totalitarismo en sus dos variantes: nazismo y estalinismo, así como de los campos de concentración y muerte engendrados por estas dos ideologías afines. El análisis teórico se ilustra en el plano práctico con el retrato de seis figuras relevantes en el siglo XX: V. Grossman, M. Buber-Neumann, D. Rousset, P. Levi, R. Gary y G. Tillion. ¿Qué tienen en común estos hombres y mujeres? Todos han intentado comprender la experiencia concentracionaria de ambos frentes sin doblegarse a su proyecto de control total de la memoria. Todos, sin excepción, tomaron su propio dolor como ejemplo para generalizar su denuncia a otras situaciones de terror no reconocidas como tales, y que afectaban a personas que no pertenecían necesariamente a su misma comunidad étnica, lingöística, religiosa o cultural. Asimismo defendieron un "humanismo crítico" que reconoce el mal del que son capaces los seres humanos al tiempo que afirma la posibilidad del bien, sin caer en la tentación de imponerlo por la fuerza.
Como en Los abusos de la memoria, Todorov se opone al culto obsesivo del recuerdo literal que tiende a convertir la pasada condición de víctima en una capital rentabilísimo y el hecho de haber sufrido en fuente de privilegio y poder. Un libro, pues, harto recomendable para todo lector que desee entender fenómenos actuales como la ley del talión aplicada por el Estado de Israel, el abuso de la memoria propio de nacionalismos e integrismos religiosos en su vertiente victimista o terrorista y, en general, toda política que asuma el principio en virtud del cual el mal sufrido en el pasado legitima cualquier mal infligido en el presente.