Letras

Una revolución pequeña

Juan Aparicio-Belmonte

4 enero, 2010 01:00

Juan Aparicio-Belmonte. Foto: Carlos Espeso

Lengua de Trapo, 2009. 272 páginas, 18’90 euros

Ésta es la cuarta novela de Juan Aparicio-Belmonte (Londres, 1971), que se está afianzando como uno de los más importantes novelistas españoles de las últimas promociones, junto con Menéndez Salmón o Isaac Rosa, cada uno de ellos por caminos muy diferentes. Aparicio-Belmonte ya tuvo un notable éxito de crítica con su anterior novela, El disparatado círculo de los pájaros borrachos (2006), concebida con la máxima libertad de un realismo de naturaleza expresionista que explota la extravagancia y la invención disparatada y se completa con el ingenioso aprovechamiento de la ironía y el humor absurdo e incluso inverosímil. ésta es la estética en la que se inscribe Una revolución pequeña, novela interesante, divertida y lúcidamente crítica con la sociedad actual, contada con una técnica realista que distorsiona la realidad hasta extremos tan delirantes como en la pintura de Bacon y enriquecida por la variedad, fluidez y ductilidad estilísticas plasmadas con naturalidad y gracia expresiva.

La historia parece extraída de una visión del mundo al revés, con jueces que matan por placer, abogados inocentes en la cárcel, policías destacados por su incompetencia, entre otras extravagancias. Todo comienza en un vuelo de Bruselas a Madrid, donde el abogado Esteban Gómez viaja al lado de una mujer gorda y guapa que se ríe de los miedos ocasionados por la tormenta y acaba llevándose a la cama a su compañero después de administrarle unas pastillas de éxtasis y de viagra. A partir de ahí Esteban no podrá librarse de la pesadilla encarnada en Perversa, hija del juez asesino Justo López, quien manipula la instrucción del sumario para meter al abogado en la cárcel por un crimen cometido por la hija. Pero la historia se complica con la intervención de la reputada comisaria Sara Lagos, esposa de Esteban. Y las sorpresas no cesan de producirse hasta el final, donde el bien se impone sobre el mal, sin merma de la comicidad y el humor.

La novela consta de 40 capítulos y su organización constructiva descansa en un narrador omnisciente que cuenta la historia en tercera persona y sabe ceder la visión y la voz en bastantes capítulos a los personajes principales. Todo en Una revolución pequeña está concebido en función del humor derivado de una visión deformante de la realidad con vistas a comprender su composición y funcionamiento grotescos. Las manifestaciones más visibles están en ese juez que se llama Justo y asesina para relajarse, y que ha convencido a su mujer y a su hija para que hagan lo mismo; ya se encargará él de manipularlo todo en la instrucción del sumario. El desquiciamiento raya en el delirio con los miedos del abogado. El cinismo llega a su punto culminante cuando el juez defiende públicamente la necesidad de cambiar las leyes para poder acabar con los crímenes que él y su familia perpetran por doquier. Por eso los personajes del juez, su esposa y su hija son los más sometidos a una caracterización feísta basada en la hiperbólica animalización grotesca. Y nada de esto resulta gratuito. Pues el autor ha sabido incluir entre tantas excentricidades una lúcida visión crítica de la viciada realidad de nuestro tiempo, por ejemplo en los desmanes y la corrupción de la justicia y de la policía, en la relación entre padres e hijos o en la calamitosa situación de las cárceles españolas.