La postal en la Antigüedad debió de ser conmovedora: un monumento funerario de más de cuarenta metros de altura, formado por un pódium, una columnata y una pirámide de 24 escalones coronada por una cuadriga tirada por cuatro caballos de mármol. Ricamente decorado con tres frisos con bajorrelieves y grandes esculturas talladas por los artistas griegos más famosos de la época, el edificio inmortalizó en piedra —y en la historia— al rey Mausolo de Caria, una región ubicada en el suroeste de Asia Menor.
El Mausoleo de Halicarnaso, construido en el siglo IV a.C. y convertido en una de las siete maravillas del mundo antiguo, ya no se erige impresionante en la actual Bodrum (Turquía), donde la hermosa postal frente al mar Egeo la protagonizan ahora yates de lujo, megacruceros y las tradicionales goletas. Apenas sobreviven los cimientos del monumento, pero solo a una hora en coche hacia el interior de la provincia de Muğla, en la ciudad Milas, perviven los vestigios, mucho mejor conservados e infinitamente más desconocidos, de otro conjunto funerario con el que habría rivalizado en esplendor: la tumba de su padre.
Hecatomno fue el fundador de la dinastía hecatómnida, que se extendió aproximadamente durante la primera mitad del siglo IV a.C. y está considerada como la "edad de oro" de Caria. Bajo la forma de una satrapía persa, este personaje gobernó su reino desde Milasa (hoy Milas). Fue un periodo de esplendor en el que afloraron nuevos estilos artísticos y arquitectónicos como resultado de las influencias griega y aqueménida. A su muerte, en una terraza artificial a las afueras de la ciudad, fue enterrado en una gigantesca tumba formada por una entrada monumental, un pódium y un altar.
Las excavaciones en el sitio empezaron hace muy poco, en 2010, y fueron la consecuencia de un saqueo perpetrado poco antes por un grupo de expoliadores que se colaron entre las casas modernas en estado de ruina que poblaban la colina y llegaron hasta la cámara funeraria. La sala abovedada y excavada en la roca —no está abierta al público por problemas de humedad— se conecta al exterior por un pasillo (dromos) de ocho metros de largo.
En el interior se conserva un impresionante sarcófago de mármol decorado con relieves que representan a Hecatomno acostado sobre un sofá rodeado de su familia y sus sirvientes, una caza de leones, la muerte del soberano o la confirmación de la sucesión dinástica. En las paredes, casi 2.400 años después, todavía se vislumbran extraordinarias pinturas murales que reflejan escenas de la Gigantomaquia o de las victorias griegas sobre las tribus de las amazonas.
La zona sagrada fue reutilizada en época romana: se le añadió una imponenente columna dedicada al comediógrafo griego Menandro, se construyó una villa con mosaicos, una calzada pavimentada con mármol y diversos talleres. En el pequeño centro de interpretación del yacimiento se dice que el Hekatomneion es el hallazgo arqueológico del siglo. Sea o no exagerada esta sentencia, lo cierto es que este fascinante lugar se ha interpretado como el precedente del Mausoleo de Halicarnaso. No solo se respira la historia antigua, sino que también podemos palparla. Es uno de los grandes secretos arqueológicos de Turquía.
Una princesa misteriosa
Los orígenes de la región histórica de Caria y sus habitantes son algo difusos. Los investigadores aseguran que los carios eran una civilización indígena de Anatolia que se originó hacia el III milenio a.C. y que migró en la Edad del Bronce hacia el oeste, hacia Creta y otras islas griegas, mezclándose y regresando a su tierra natal como colonos que llevaban consigo una nueva cultura. Vecinos y rivales de los licios, mercenarios del Imperio hitita y los faraones o aliados de Troya según recoge Homero, hablaron también una de las primeras lenguas indoeuropeas.
Caria fue conquistada por el Imperio aqueménida en el siglo VI a.C. y pasó a estar gobernada por tiranos locales. El primero fue el padre de Artemisia de Halicarnaso, la famosa almirante de las guerras médicas que formó parte del ejército de Jerjes en la famosa batalla de Salamina (480 a.C.). La ciudad donde también nació Heródoto se unió un par de décadas después a la Liga de Delos, una coalición de polis griegas para combatir a los persas, pero estos volvieron a hacerse con el poder a principios del siglo IV a.C.
El sátrapa Mausolo fue quien trasladó la capital caria de Milas a Halicarnaso. Su reinado (357-353 a.C.) convirtió a la ciudad en un centro de poder político y militar con estructuras monumentales y murallas defensivas. Bajo el castillo de Bodrum, construido a principios del siglo XV por la Orden de los Caballeros Hospitalarios, que utilizaron el mausoleo como cantera de piedra y le dieron un nuevo nombre a la plaza, Petronium, en honor de San Pedro, se conservan unos restos de su palacio.
Pero la evidencia más fascinante de la dinastía hecatómnida se halla en una de las torres de la fortaleza, donde se exhibe un sarcófago de piedra con un esqueleto de una mujer en su interior. La llaman la princesa caria.
Tras la muerte de Mausolo, el primero de los cinco hijos de Hecatomno que subió al trono, la satrapía rica y helenizada recayó en su mujer y hermana Artemisia II —los matrimonios fraternales fueron lo habitual en la dinastía hecatómnida—, célebre por varias victorias sobre la vecina Rodas. El siguiente en la línea sucesoria fue Hidreo (r. 351-344 a.C.), marido y hermano de Ada, quien gobernó en solitario hasta que su hermano pequeño, Pixodaros, la empujó al exilio con el apoyo de los persas.
Cuando Alejandro Magno conquistó Halicarnaso en 334 a.C., le entregó la corona de Caria a Ada —exceptuando Egipto, Halicarnaso fue el lugar donde prosperaron más mujeres gobernantes en época grecorromana—. El historiador Flavio Arriano relata que la reina se encariñó tanto con el gran conquistador macedonio que lo adoptó oficialmente como su hijo. El período hecatómnida terminó con su muerte en 323 a.C., pero la arqueología, una vez más, vino a confirmar la información de las fuentes antiguas.
En 1989, durante unos sondeos previos a la construcción de un edificio sobre una antigua necrópolis de Bodrum, se descubrió un sarcófago de piedra que en su interior escondía un esqueleto con los brazos cruzados y lujosas joyas: una espectacular corona de oro formada por hojas de mirto, flores y frutas, dos pulseras del mismo material rematadas por cabezas de antílopes, un refinado collar y tres anillos con piedras preciosas.
Los análisis del cuerpo desvelaron que se trataba de una mujer de unos 40 años que medía 1,62 metros y había dado a luz varias veces. Además, el buen estado de sus dientes confirmaba una alta calidad de vida. El enterramiento ha sido fechado entre 360-325 a.C., en plena dinastía hecatómnida. Todo parece indicar que se trata de Ada. Además, hace unos años, un equipo de la Universidad de Mánchester realizó esta reconstrucción facial en base al cráneo bien conservado y algunos investigadores han resaltado sus similitudes con dos bustos identificados con la reina.
En el fondo del mar
El castillo, el más grande erigido por los cruzados en el Mediterráneo, es además la sede del Museo de Arqueología Subacuática de Bodrum. En sus salas se pueden ver la carga recuperada de pecios hundidos en el mar Egeo, como el Gelidonya, el primero en ser excavado científicamente, datado hacia 1200 a.C. y que transportaba una tonelada de lingotes de metal —fue un hallazgo espectacular porque arrojó luz sobre la metalurgia en la Edad del Bronce—; o el Serçe Limanı, un barco bizantino comandado por una tripulación fuertemente armada y que en el siglo XI se fue a pique cuando transportaba ánforas con vino y varias toneladas de cristal fragmentado. Los arqueólogos han sido capaces de extraer del agua la madera del casco y estabilizarla, y por eso ahora podemos ver la embarcación como si fuésemos buceadores.
Pero el pecio más impresionante es el Uluburun, datado hacia finales del siglo XIV a.C., el más antiguo excavado hasta la fecha. Sus 15 metros de eslora transportaban un cargamento de unas veinte toneladas rico y variado. Navegando desde la costa siria-palestina y probablemente con destino a la Grecia micénica, escondía en sus bodegas una gran colección de lingotes de cobre y vidrio, recipientes para cosméticos, cuentas de collar procedentes del mar Báltico, huevos de avestruz, cuatro espadas o unas tablillas para escriba de madera. Uno de los artefactos más pequeños y singulares documentados en el barco es un escarabajo de oro con el nombre de la reina egipcia Nefertiti, el único de su especie descubierto hasta la fecha. Los arqueólogos necesitaron once años y más de 22.000 inmersiones para recuperar todos los objetos. Un descubrimiento realmente único.
Conocida por conectar el Mediterráneo y el Egeo y por sus destinos turísticos de sol y playa, la provincia turca de Muğla, región en la que se pueden encontrar la mejor comida tradicional, bodegas de vino y aceite o artesanos de la cerámica, es una zona con un patrimonio histórico infinito para descubrir la historia de Caria.
Algunas de las ciudades más importantes fueron Euromos, que también formó parte de la Liga de Delos y con un gran templo romano dedicado a Zeus —es uno de los mejor conservados de Asia Menor—; o Stratonikeia, ubicada cerca del pueblo de Eskihisar y fundada en el siglo III a.C. sobre un asentamiento anterior por Antíoco I Sóter, un rey seléucida que la llamó así en honor a su esposa Stratonike (Estratónice de Siria). El yacimiento lo conforman un ágora, una asamblea ciudadana (bouleterion) —en una de sus paredes hay una serie de inscripciones sobre los principales eventos que tuvieron lugar en la urbe—, unos baños de época de Augusto o un teatro que han sobrevivido a pesar de que lugar siguió habitado hasta hace solo unas décadas. En una de las necrópolis del sitio se han descubierto 14 estelas de gladiadores.
Al norte se abría una gran puerta con una fuente monumental donde finalizaba el camino que conectaba la ciudad con el santuario de Hécate, en Lagina, a pocos kilómetros. Es el complejo más grande —se conservan los restos de las puertas de entrada (propylon y pylons), del templo del siglo I a.C. erigido sobre otro previo, del altar para los sacrificios o de una iglesia ya de época cristiana—, dedicado a esta enigmática diosa anatolia de la luna, la noche y la oscuridad, relacionada también con la magia. Cada año se celebraron en este lugar lleno de misterio ceremonias en su honor. En los días lluviosos, el eco de la historia aflora todavía de entre sus piedras.