Image: De las cunetas del 36 a los Balcanes

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Teatro

De las cunetas del 36 a los Balcanes

27 abril, 2018 02:00

Mélida Medina en un momento de Donde el bosque se espesa

Laila Ripoll estrena el próximo jueves en el Español Donde el bosque se espesa, una road movie que conecta nuestra guerra civil con el avispero balcánico. La obra es el fruto de una investigación en la que participa el CSIC.

La compañía Micomicón alcanzó un cuarto de siglo de vida el año pasado. Pero sus fundadores, Laila Ripoll y Mariano Llorente, no tuvieron apenas tiempo para celebraciones. Estaban embarcados en un nuevo proyecto destinado a iluminar algunos de los capítulos más tenebrosos de la historia europea. Es lo que llevan haciendo todo este tiempo, dando origen a montajes tan excepcionales como El triángulo azul, su retrato escénico de las penalidades sufridas por los españoles recluidos en Mauthausen, que les valió el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2015. Ahora presentan Donde el bosque se espesa, en el Teatro Español, el próximo jueves 3 de mayo. La obra, que conecta nuestra Guerra Civil con las diversas contiendas que convulsionaron los Balcanes en los 90, es el fruto de una exhaustiva investigación en la que han participado diversas universidades europeas e instituciones como el CSIC español.

"Hemos estado viajando tres años por toda Europa para documentarnos. Lo interesante del proyecto es la alianza creada entre científicos y artistas. El objetivo era analizar cómo estallan las guerras; cómo, de la noche a la mañana, tu vecino, al que saludabas todos los días, se convierte en tu enemigo", explica Laila Ripoll a El Cultural, algo descorazonada con la actualidad del viejo continente, de nuevo intoxicada por la inflación nacionalista. El objetivo del Proyecto Unrest, que así se llama esta iniciativa financiada por la Unión Europea, es luchar contra esas derivas que cíclicamente amenazan la convivencia. Laila Ripoll y Mariano Llorente han confeccionado una cruenta road movie que hilvana las ensangrentadas cunetas españolas del 36 con algunos bosques balcánicos donde se camuflaron decenas de masacres. En su itinerario pasan por Lourdes, París, Tolouse, Roma, Sarajevo, Banja Luka, Jasenovac… Hubo un dato que les empujó a escenificar tal conexión: "España y la antigua Yugoslavia (en particular Bosnia) son, junto con Polonia, los países europeos con mayor número fosas comunes y desaparecidos", apunta Ripoll.



La directora y dramaturga aclara que Donde el bosque se espesa, a pesar de su génesis ‘científica', no debe etiquetarse como teatro documental. Funda la negación en la trama y los personajes de nuevo cuño ideados por ambos. Su ficción se inspira en hechos históricos y en personas reales, sí, pero tiene perfiles y especificidades únicas. La historia arranca con un planteamiento melodramático: una madre muere y le deja a sus dos hijas una caja con documentos (fotos, cartas…) que desdicen algunas verdades sobre su identidad. Les inquieta en particular el retrato de un ustacha (miembro de la organización croata aliada con los nazis) que vino a combatir a España con el bando fascista. Entre las dos hermanas surge la división: una quiere tirar del hilo, la otra prefiere no remover esa caja de pandora familiar. El mito de Edipo palpita: ¿perseguir la verdad de tus antepasados aunque te cueste los ojos? No es extraño ese sustrato griego en un trabajo de Micomicón, que se fundó para actualizar los clásicos. Luego, es verdad, se pusieron a escribir ellos sus propias dramaturgias pero siempre teniéndolos muy presentes.

También están muy al tanto de referentes contemporáneos. Buen ejemplo es Donde el bosque se espesa. Su puesta en escena es una coctelera de estéticas: Carmen Calvo, Boltanski, Doris Salcedo, Louise Bourgeois… Con ellas moldean la taberna que es el epicentro escénico de la obra: un espacio indefinido, un limbo realista y onírico a un tiempo, donde suenan pasodobles y canciones de turbofolk, el trepidante género popular balcánico que sirvió de banda sonora a violaciones masivas y todo tipo de tropelías.

Pero no todo es truculencia y pesadilla. Llorente y Ripoll son maestros en incrustar hilaridad en medio de la barbarie. Inolvidables son las las coplas y pasodobles con que amenizaban El triángulo azul: Canción de la valla electrificada, Canción del crematorio… "Sin ese humor no sería posible aguantar", señala Ripoll, que está exultante con los logros alcanzados en estos 25 años. "Lo bueno es que, cuando empiezas a rebuscar en el pasado, al final de las funciones el público se te acerca y te cuenta sus historias familiares. Y en España, con sus episodios traumáticos, son tantas… Hay gente que pensaba que su padre les había abandonado y supieron, gracias a El triángulo azul, que en realidad había estado en Mauthausen". Memoria, teatro y dignificación. Por ese orden.

@albertoojeda77