Promesa y comprensión de El triángulo azul
José Luis Patiño y Elisabet Altube en El triángulo azul. Foto: Marco G Punto
"Sin los campos de concentración, sin el indefinido temor que inspiran y el bien definido entrenamiento que ofrecen para la dominación totalitaria, un estado totalitario no puede ni inspirar fanatismo a unidades selectas ni mantener a todo un pueblo en la completa apatía". Las escalofriantes y lúcidas reflexiones de Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo nos abren las puertas al profundo significado de uno de los acontecimientos más abyectos de la historia de la humanidad: los campos de concentración nazis. "Nada ha sucedido, ni es probable que suceda en el futuro, que pueda presentarse con el mismo inequívoco final de la historia o con las mismas pruebas horriblemente claras e irrefutables con que documentarlo como sucedió en el caso de la Alemania nazi".Laila Ripoll y Mariano Llorente vuelven a aquellos lugares de humillación y muerte con El triángulo azul, que se estrenará el 25 de abril en el Teatro Valle-Inclán. En concreto a Mauthausen (Austria), donde se agolpaban 200.000 prisioneros procedentes de toda Europa. Entre ellos, 7.000 españoles, de los cuales sólo sobrevivirían unos 2.000. Ellos fueron los primeros en entrar en aquel infierno y los últimos en salir. Ningún gobierno reclamó aquellos apátridas que, por su condición, tuvieron que lucir el distintivo azul. "Hace ya sesenta años y todavía, a día de hoy, ni un triste monolito en nuestro país recuerda a los miles de españoles que fueron asesinados por los nazis en Mauthausen", señala Llorente. En la Navidad de 1942 aquellos españoles consiguieron autorización, por primera y única vez en la historia del campo, para representar teatro, la obra Rajá de Rajaloya, que contaba, entre otros, con un bailarín de la compañía de Celia Gámez, un libretista y un pintor. De mismo modo crearon pequeñas orquestinas y realizaron fotografías que luego delataron aquel horror. Según Llorente, no escogieron un gran texto áureo ni una tragedia universal: "Representaron una revista musical repleta de suriplantas, vicetiples y pelucas rubias fabricadas con virutas de madera. Hay un expresionismo salvaje, casi delirante en esa revista musical cuyo destinatario último es el espectador de nuestros días, obligado a enfrentarse a todo aquel horror sin nombre".
Mostrar esos momentos y revivir el modo en el que aquellos compatriotas burlaron el totalitarismo y la represión es el desafío que se ha propuesto Laila Ripoll. Quizá para comprender, porque comprender, como señalaría Arendt, no significa negar la atrocidad: "La comprensión es un enfrentamiento impremeditado, atento y resistente con la realidad". La directora recoge el testigo de la tradición en el cine y la literatura sobre los campos de exterminio. "En España -señala a El Cultural- parecía que no nos hubiese afectado, que nunca hubieran existido. Supongo que tiene que ver con la necesidad del régimen de Franco por silenciar aquel episodio, por enterrar la vergüenza de su estrecha colaboración con el nazismo, de su devoción por Hitler".
Una rigurosa documentación ha llevado a Llorente y Ripoll a las puertas mismas de aquellos campos. Han sido fundamentales los estudios de Benito Bermejo, Montserrat Roig y David Wingeate Pike. También la ficción ha guiado a los autores para recrear aquellos momentos y, por supuesto, los testimonios de supervivientes como Constante, Razola, Gaitero, Laffite, Juan Deportado o De Diego. Rajá de Rajaloya aparece mencionada en el libro de Roig Los catalanes en los campos nazis. "Nosotros hemos reelaborado esa revista como punto de partida", sostiene Ripoll.
Camino del cielo
No falta en este nutrido grupo de referencias el Himmelweg (Camino del cielo) de Juan Mayorga, en el que reflexiona sobre la verdad y la mentira en aquellos infiernos. Ni la trilogía Auschwitz y después, de Charlotte Delbo, donde cuenta cómo un grupo de presas pudo representar El enfermo imaginario prácticamente susurrando para no ser descubiertas. "En esas circunstancias el teatro puede tener una intensidad y una fuerza realmente poderosas, tal vez por necesitar de la participación de artistas y público en algo que jamás va a volver a ocurrir", explica la también autora de la versión de La cortesía de España, que se ha estrenado recientemente en El Matadero de Madrid.Al final de su libro sobre los totalitarismos, Arendt busca una salida al horror que proporcionan estos regímenes. Tras su viaje al dolor y la intolerancia, señala: "Permanece la verdad de que cada final en la historia contiene necesariamente un nuevo comienzo: este comienzo es la promesa, el único ‘mensaje' que el fin puede producir".