El laboratorio de Negrín
José E. Fernández estrena La colmena científica
8 octubre, 2010 02:00Momento de La colmena científica.
La colmena científica recrea las veladas en el Laboratorio de Fisiología de Negrín, en la Residencia de Estudiantes. Original de José Ramón Fernández y dirigida por Ernesto Caballero, se estrena el día 13, en la sala Princesa del María Guerrero.
Aunque de la Residencia de Estudiantes ha trascendido sobre todo su labor en el campo de las letras y las artes, fue también un espacio que atrajo hasta España a eminentes investigadores y a sus discípulos. Es lo que ha querido mostrar La colmena científica o el café de Negrín, el nuevo texto de José Ramón Fernández que, con dirección de Ernesto Caballero, estrena el Centro Dramático Nacional el día 13.
La obra, un encargo de la Residencia de Estudiantes para la celebración de su centenario, muestra esa "ventana al mundo", según Fernández, que fue la institución, en general, y los laboratorios científicos que albergó, en particular. Por ese mirador pasaron parte de los genios de la ciencia mundial de la época, como Albert Einstein, Marie Curie o Le Corbusier, que contaban sus experiencias a un grupo de investigadores españoles, entre los que figuraba, según el momento, Ramón y Cajal, el último presidente del gobierno republicano Juan Negrín y los jóvenes Severo Ochoa o Francisco Grande Covián, los personajes recreados en esta obra y que en la realidad solían congregarse en el Laboratorio de Fisiología que dirigía un joven y brillante Negrín.
Estas veladas fueron evocadas desde su exilio mexicano por el pintor Moreno Villa en sus memorias, un material del que se ha servido José Ramón Fernández para crear la obra. Lo que más parece haber interesado al autor es mostrar unos personajes que no están marcados solamente por la ciencia, sino que se sentían parte de "un proyecto de país, aún válido, que iba a modernizar España". Por ello, en el Laboratorio confluían también pintores, pedagogos, escritores -como Moreno Villa o Justa Freire, también presentes en la obra-, ya que se trataba de una tertulia donde "la ciencia estaba hermanada con la cultura, no como ahora, que están separadas", dice el autor.
Huir de la melancolía.
"No debemos caer en la melancolía o la nostalgia ni en aquello de lo que pudo ser y no fue", tercia el director Ernesto Caballero. Según cuenta, la obra "lleva el espíritu de la Residencia, pero la mirada al pasado debe ser para desterrar el lamento y enfrentar el futuro", algo que la sociedad española tiene que hacer de una vez por todas. "La mejor herencia de aquella época es ponerse a trabajar, a creer en el talento, en el esfuerzo y en el desarrollo que necesitamos para encarar los graves problemas que tenemos y superarlos juntos", continúa el director, enfrascado en esta tarea tras La fiesta de los jueces, adaptación suya de El cántaro roto en el que satirizaba el mundo de la justicia española y que esta de gira por España.
En su puesta en escena, el director ha huido de "un espacio descriptivo o realista". La colmena científica o el café de Negrín no es una dramatización de unos hechos para una didáctica visita a un museo; tampoco un documental sobre un pasado glorioso, sino una obra de teatro con elementos propios.
El montaje ha tenido, además, el condicionamiento de las pequeñas dimensiones de la sala de la Princesa que Caballero conoce bien, pues la inauguró con Ibrahim o las flores del Corán. "Es cierto que el espacio, su forma y tamaño o la cercanía del público que está a medio metro de los actores condicionan lo que vas a hacer, pero eso no es un obstáculo. Son elementos que tienes que aprovechar y hacer de la necesidad virtud".
En este caso ha determinado que la propuesta pase por "una mirada poética, con unos actores contenidos, donde la sugerencia prevalece en un espacio mágico". El elenco de este insigne grupo lo forman David Luque (Negrín), José L. Estaban (Moreno Villa), Lola Manzano (Justa Freire), Paco Ochoa (Ramón y Cajal) Iñaki Rikarte (Severo Ochoa) y Pedro Ocaña (Ángel Llorca), algunos de los cuales también interpretan a Miguel de Unamuno, que se multiplica en cuatro. Porque como dice Caballero, "es que no hay un Unamuno, sino varios".