Teatro

Lepage alza la voz

El autor y director presenta en España su monumental Lipsynch

19 abril, 2007 02:00

Un momento de la nueva obra de Robert Lepage. Foto: érik Labbé

Tenerife se convierte hasta el sábado en la segunda ciudad del mundo que acoge representaciones de Lipsynch. La obra es el nuevo trabajo del autor y director canadiense Robert Lepage que ha emprendido un largo viaje por la voz humana. El montaje, que cuenta con la participación de dos actores españoles, dura en la actualidad cinco horas y media con descansos pero llegará al doble cuando esté terminada.

"Lo único que sobra son los descansos", recuerda el actor Carlos Belda que escribió hace un par de meses un crítico británico de la obra que acababa de estrenar. Y si el comentario sorprende, más extraño es que el texto hablara de un montaje a medio hacer que, con intermedios, duraba cinco horas y media, porque cuando esté acabado rondará las diez, no se sabe aún si con entreactos o no. Pero lo que más llama la atención es que gentes de todo el mundo no piensen del proyecto que es una boutade de alguien con ínfulas de genio, sino que lo esperen con la máxima expectación. Porque es el último trabajo de Robert Lepage.

La nueva obra del canadiense es Lipsynch. El trabajo, que cuenta con la participación de Belda y de la también española Nuria García, es "una indagación sobre la voz humana", según el actor canario, cuyas próximas funciones serán desde hoy hasta el sábado en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. Las representaciones siguen a las de su estreno mundial de febrero en Newscastle (Inglaterra) y preceden a las que tendrán como escenario Canadá, dentro de dos meses. Después Lepage y su equipo pararán para dar un nuevo empujón a la obra y pasar de las cuatro horas y media de teatro actuales hasta más o menos el doble, cuando emprenda una gira mundial con etapas en los festivales de Edimbugo y Otoño de Madrid en 2008. Y decir que, para entonces, la obra estará por las nueve horas no es pecado de inconcreción, sino que ni el propio autor y director sabe aún cuánto durará, ya que Lipsynch es un work in progress del que se sabe cómo empieza pero no cómo y cuándo acaba gracias a un sistema de trabajo que descansa "en la improvisación y en que el caos es una fuente de creación". La obra comienza con el retorno a su país en avión de una nicaragöense desde Europa. La joven regresa con un bebé que ha tenido mientras intentaba salir adelante en una tierra extraña.

Bebé adoptado
Durante el vuelo empieza a sentirse mal hasta morir dejando huérfano a su hijo que es adoptado, en el momento, por una cantante de ópera que viaja en el mismo avión. La contraposición de ambos sonidos, "el llanto natural del bebé y el canto sofisticado de la soprano" le sirve a Lepage para hacer un "recorrido muy amplio por la voz, el elemento que casi, casi, es lo único que diferencia a los hombres de los animales". A partir de ahí, el autor y director emprende un viaje por la voz que no se refiere sólo al fenómeno físico de emitir sonidos articulados. Lepage va más allá y pone en escena un surtido de historias que dibujan distintas facetas del ser humano. Por el escenario aparecen "voces claras con otras que salen de respiraciones y suspiros", a las que se le suman otras mudas, las que no suenan y hay que doblar para que puedan ser escuchadas; pero también están las figuradas que "buscan la voz del padre o la de la memoria perdida" y a las que hay que recuperar para que no desaparezcan definitivamente. Todas ellas componen una panoplia de sonidos e imágenes que tiene una correlación en la escenografía de Lipsynch. Como es habitual en la trayectoria de Lepage, el montaje dispone de una estética puesta que convierte el escenario en "el interior de un avión, una estación de tren o un tanatorio con mover unos sencillos elementos", pero muy bien estudiados desde el punto de vista técnico.Y que, frente a propuestas anteriores que tenían como recintos naves, se representa en teatros a la italiana como el Guimerá. La relación de la obra con la isla no queda ahí, sino que va más allá, cuando el actor conoció al artista canadiense en Canarias. Al finalizar la visita, Belda, seguidor de los trabajos del director, le acompañó luego al aeropuerto de Tenerife. Durante el trayecto hablaron del accidente de hace ya 30 años en Los Rodeos, con más de medio millar de muertos. A Lepage le interesó la idea, no por la catástrofe, sino por el asunto de la voz de la muerte que almacenó hasta que, en diciembre de 2005, el actor fue uno de los intérpretes de varias nacionalidades escogidos para empezar en Canadá los preparativos de Lipsynch.

Improvisación colectiva
Allí, en la sede y laboratorio de La Caserna, Lepage reunió a los artistas contratados y a su equipo técnico para crear el espectáculo durante varios periodos de tres semanas de intenso trabajo. El director empezó contando a todos lo que buscaba y el plan previsto para "desarrollar al máximo el potencial creativo" de las más de 20 personas -entre actores y lo que en la fábrica de Quebec llaman concepteurs- que componían la mesa. La guía de trabajo no comenzaba con un texto que interpretar, sino con la aportación de "una serie de ideas sobre las que improvisar hasta materializarlas en situaciones que luego se incorporan a la obra o se desechan". Más tarde, una vez terminadas las escenas, llegaría el momento de escribir el texto que el propio Lepage cosería luego con "su increíble capacidad de hilación".

Entre las ideas soltadas al principio figuraba una relacionada con la charla de Tenerife. El autor quería hablar de la voz de la muerte, pero no sabía cómo afrontarla. La solución estaba también en la isla, en un "pueblito pequeño en el que, cuando muere alguien, un coche recorre la población anunciando el fallecimiento" para que los vecinos puedan velar al muerto. A eso sumaron la vuelta a casa, por el deceso del padre, de uno de los personajes interpretados por Belda que juntaron con historias sobre logopedas a los que hay que dar voz para que puedan interpretarse sus palabras. O con la de la búsqueda por parte de un hijo de su padre, del que sólo conserva unas viejas películas filmadas en súper 8 sin sonido. Y la de un neurocirujano que explora el cerebro para descubrir los secretos de esta particularidad humana a la que Lepage le ha dedicado un intenso viaje, inconcluso aún, pero al que, parece ser, sólo le sobran los descansos. A pesar de sus momentáneas cinco horas y media de duración.

La presencia de Robert Lepage (Quebec, 1957) en Europa durante el mes de abril no se debe sólo a las representaciones de Lipsynch. De Tenerife, el actor, director y autor canadiense viajará hasta Tesálonica (Grecia) donde recibirá, el 28 de abril, el Premio Europa para el Teatro concedido por el Consejo de Europa. El galardón recompensa una impresionante carrera que empezó hace 25 años y de la que el público español ha comprobado con montajes The far side of the moon, The Andersen proyect o la deslumbrante The dragon trilogy.