Rossy de Palma debuta en el Teatro Real entre Schoenberg y Poulenc
La actriz interpreta a partir de este domingo el monólogo 'Silencio', creado por ella misma junto al director de escena Christof Loy, como interludio entre las óperas 'La voz humana' y 'La espera'.
17 marzo, 2024 12:38Desde este domingo 17 hasta el 28 de marzo, el Teatro Real incorpora a su calendario seis funciones de dos de los monodramas operísticos más famosos del siglo XX, La voz humana de Poulenc y La espera de Schoenberg; dos piezas maestras en las que se dan cita distintas caras del amor, nostalgias, dudas, temores y remordimientos en carne viva.
Dos composiciones de estéticas muy diferentes que se clavan en el alma a poco que sus dos protagonistas, dos sopranos de envergadura, se metan de hoz y coz en los entresijos dramático-musicales.
En la obra del francés brilla, como siempre en él, el buen gusto, la ironía, la sonrisa y el drama ligero, o no tan ligero, entrevisto. Sobre libreto de Jean Cocteau, seguimos las cuitas de la mujer que mantiene un último punto de contacto con su amante a través del hilo telefónico.
En el foso estará Jérémie Rohrer, un director extremadamente hábil con repertorios muy variados
Es una claustrofóbica narración que estrenó en 1959 la soprano Denise Duval en la que se va del susurro al canto decimonónico, con sutiles repeticiones de fragmentos melódicos que se engarzan en un discurso emocional continuo.
La obra del vienés ilustra una narración escrita en 1909 por Marie Pappenheim, ella misma psicoanalista, que entusiasmó a Schoenberg hasta el punto de que en poco menos de 20 días tenía lista la composición.
En medio de un paisaje nocturno y espectral, de una naturaleza pavorosa y amenazante, cuajada de plantas gigantescas y oscuras sombras, una mujer, apremiada por extrañas visiones irreales y alucinantes, topa con el cadáver del hombre al que busca, su amante. Se dan cita, uno tras otro, las más variadas pulsiones y miedos, las reacciones más extremas producto del inconsciente.
Las representaciones del Real, que dirige escénicamente el siempre imaginativo, analítico y a veces sorprendente por su vis poética Christof Loy, prometen lo indecible. Según él, estamos ante dos obras que bucean en la idea del amor. La espera, además, conecta con el terreno proceloso de lo alucinatorio: “Es una mad scene, un tipo de ópera que se adentra en la locura”.
Y, desde luego, para él existe muy poca relación o similitud entre los dos monólogos. La única conexión es que están escritos para voz de soprano –de muy distinto carácter–.
“Poulenc –señala a El Cultural– escribió como un recitativo muy largo, muy minimalista y solo en los momentos en los que el personaje atraviesa periodos de nostalgia al recordar los días felices del amor la música deviene más sensual, mientras que cuando le asaltan impulsos suicidas adquiere el aspecto de un aria apoyada en un sinfonismo muy rico.
"En La espera, Schoenberg todavía no ha entrado en el dodecafonismo pero estamos ya ante una música completamente atonal fuera del sistema armónico clásico. Es una música que va muy bien para ilustrar la mente destructiva de esta mujer”, añade.
[Poulenc lírico y burlesco en Valencia]
Entre las dos obras Loy ha introducido otro monólogo. “Al ser dos propuestas musicales tan diferentes, pensé que podía estar bien meter algo en medio que sirviera para abrir más los ojos de cara a la pieza de Schoenberg".
"El universo poético y visual que construimos Rossy de Palma y yo [en Silencio] permite profundizar todavía más en el tema del desamor a través de otro género diferente. De ahí que la misma escenografía se use de dos formas distintas. En La voz humana tiene un carácter realista mientras que en La espera pasa a ser surrealista”, añade.
Efectivamente, se necesitan dos sopranos diferentes: la mujer de Poulenc es una soprano lírica de buena encarnadura, en este caso Ermonela Jaho. La de Schoenberg es una spinto o dramática, de recios acentos y hábil en el desgarro, aquí Malin Byström.
A las dos las hemos visto más de una vez en el Real. El foso estará ocupado por Jérémie Rohrer, un director extremadamente hábil que aborda repertorios muy variados. Dirige un afamado conjunto de música barroca: Le Cercle de l’Harmonie.