Romeo y Julieta en ‘versión Bellini'
Escena de la producción de La Fenice y La Arena de verona de I capuletti e i Montecchi. Foto: Ennevis
El Teatro Campoamor acoge a partir de este domingo (11) I capuletti e i Montecchi, una ópera de Bellini muy poco escenificada en España. En el foso ovetense, un prometedor Giacomo Sagripanti dirigirá a la Oviedo Filarmonía.
A este carácter corresponde la voz de la tan conocida entre nosotros Patrizia Ciofi, de timbre tan particular, de vibrato tan excitante, de fraseo tan repujado e intenso, de maneras tan teatrales. Es una cantante de probada técnica que posee relevantes dotes de actriz. A su lado, como Romeo figura la mezzosoprano lírica Serena Malfi, de resplandeciente presencia física, de muy depurado arte de canto, efusivo, vigoroso, bien calibrado. A su lado hay un equipo debidamente contrastado. Tebaldo es el tenor lírico-ligero José Luis Sola, de timbre penetrante, de agudo fácil y resuelto, y el Padre Lorenzo el ya veterano bajo Miguel Ángel Zapater, que en su día sorprendió por su tinte oscuro, rocoso, compacto.
Consistente también el instrumento de Paolo Battaglia, bajo de rara densidad, que incorpora el personaje de Capuleto. En el foso, con la Oviedo Filarmonía, se sitúa el todavía prometedor maestro Giacomo Sagripanti, de batuta pronta y clara, de temperamento a flor de piel, de impulso decidido, capaz de mantener la impoluta línea melódica belliniana con la punta de los dedos, recientemente reconocido en los Opera Awards de Londres como el mejor joven director musical de 2016. Le recordamos una fulmínea versión de La cenerentola de Rossini en el Maestranza de Sevilla.
La producción de estos Capuletos y Montescos viene de La Fenice de Venecia, en alianza con la Arena de Verona y la Ópera Nacional Griega. Se debe al regista francés Arnaud Bernard, un discípulo de Nicolas Joël, que se ha movido en una escenografía de Alessandro Camera. Todos ellos son talentos hábiles para lograr una plausible recreación de esta hermosa obra de Bellini y para dar forma a las famosas cantilene o nenie, a aquellas melodías sublimes y lánguidas que otorgaban carácter a su estilo. No es raro que llegara a clasificársele en su día como compositor naíf. Pero tampoco importa demasiado esa ingenuidad, la falta de soluciones armónicas menos simples cuando lo que se nos traslada tiene tanto encanto y envuelve tan delicadamente la acción. Las mayores complejidades vendrían con las obras mayores del final de una breve vida.
Es de notar el hecho de que esta ópera del aún no del todo maduro Bellini no se inspiró directamente en la tragedia de Shakespeare, sino que hurgó en sus fuentes italianas, que se remontan al siglo XV y, de ellas, a la compilación de cuentos conocida como Il Novellino, de 1476, atribuida sin mucha seguridad a Masuccio Salernitano. De ahí extraería su novela Matteo Brandello en 1554. La prospección literaria estuvo a cargo del libretista, el tan famoso Felice Romani, que ya sabemos abasteció sucesivamente a Rossini, Donizetti y Bellini, y que tendría también muy en mente el libreto que Giuseppe Maria Foppa había redactado para Giuletta e Romeo de Zingarelli.