Les Ballets Trockadero de Monte Carlo tropiezan en el delicioso Espacio Ibercaja de Madrid
Al caer el telón una duda me asaltó: ¿tendrá Les Trocks una "compañía B" y fue esta la que estrenó su cartel en Madrid?
"Siguiendo la tradición de los ballets rusos anunciamos los cambios en el programa…", y así comienza, como siempre en las últimas 4 décadas, la función de Les Ballets Trockadero de Monte Carlo.
El Espacio Ibercaja de Delicias en Madrid ha programado en su Festival de Artes Escénicas esta rara avis de la danza que tan buenos recuerdos ha generado en miles y miles de espectadores durante más de 40 años.
"Un éxito asegurado", pensé cuando consulté el programa del Festival. Una decepción cuando acudí a la noche del estreno.
¿Qué ha ocurrido con los otrora extraordinarios bailarines, amantes del clasicismo, que jugaban con la rigidez, los brillos y las muchas sombras ocultas tras las bambalinas de las grandes compañías de danza del siglo XX?
La acertada estrategia de Les Trocks, nombre por el que son conocidos, ha sido moverse sobre la fina línea que distingue la parodia del homenaje, algo que siempre habían logrado, con tal grado de exquisitez, que permitía todos los niveles de lectura: para el profano, aquello era un espectáculo divertido donde hombres vistiendo tutús bailan en puntas; para el entendido el goce tocaba la cúspide. Mas, esto parece ser cosa del pasado.
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En esta ocasión la compañía ha escogido un programa que incluye escenas del segundo acto del Lago de los Cisnes, una pieza-parodia de las creaciones de Balanchine, La muerte del Cisne y otra coreografía que sería mejor olvidar su existencia.
Ya en la esperada locución inicial donde, con acento ruso, se anuncian cambios de última hora y revelan el estado anímico de sus bailarinas, se vislumbraba un desgaste. El locutor cometió dos fallos y acto seguido una mueca se dibujó en las caras de algunos habituales.
De todo el programa se salva una excelente interpretación de Odette en el Lago de los Cisnes. El bailarín devenido bailarina acometió con destreza el difícil papel fiel al estilo de la compañía, es decir, con rigor y simpatía. Sin embargo, no estuvo arropado por el cuerpo de baile que, la noche del estreno, se mostró difuso y hasta cansado.
También se puede tímidamente destacar la pieza inspirada en el estilo balanchiano de "bailar por bailar". El escenario se llenó con la monja-boxeadora de Béjart, las corredoras de fondo de Duato, las incomprendidas de Mats y un largo etcétera. Sin embargo, faltó luz, ligereza y compactación.
Si no tenemos en cuenta la coreografía del cierre, lo menos inspirador de la noche fue la Muerte del Cisne. La versión Trocks de esta célebre creación tiene como base la pregunta: ¿qué mejor que hacernos reír con una versión cuidada de lo que tantas veces nos ha hecho llorar?
De siempre, con esta Muerte del Cisne el público no dejaba de reír ni un sólo instante y es que el bailarín enfundado en su blanco atuendo de plumas, sin perder el lirismo ni la punta, lucha infructuosamente contra eso que llaman muerte mientras atrapa al espectador. Pero esta vez tampoco estuvo a la altura de otras tantas noches. En todo momento la parodia poco elevada ganó terreno a la elaboración meditada de otros tiempos.
Al caer el telón una duda me asaltó: ¿tendrá Les Trocks una "compañía B" y fue esta la que estrenó su cartel en Madrid? Ojalá sea así y en próximas ediciones vuelva aquella que tantas buenas críticas y recuerdos ha generado en todo el planeta.