Alfonso Aijón. Foto: Luis Castilla
El promotor madrileño, fundador de Ibermúsica, ha sido distinguido con la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania. Con esta condecoración ve reconocida la labor de apoyo que ha prestado tanto a las orquestas como a los directores germanos a lo largo de su carrera.
Recibe a El Cultural en la oficina de Ibermúsica. En las paredes cuelgan los retratos de sus grandes amigos. Desde directores y pianistas como Daniel Barenboim, Sergiu Celebidache, Evgeny Kissin, Claudio Abbado, Esteban Sánchez, Carlo Maria Giulini o Radu Lupu, hasta compositores como Tomás Marco, Luis de Pablo y György Ligeti. Pero si algo destaca de todos estos cuadros, son las condecoraciones y dedicatorias que le han concedido grandes orquestas como la Filarmónica de Nueva York o la London Symphony Orchestra, entre otras. Toda una muestra de reconocimiento y cariño a este promotor que lleva casi medio siglo programándolas en España.
Pregunta.- Hace unos días le han hecho entrega de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, ¿qué supone para usted un reconocimiento así?
Respuesta.- Una gran parte de mi formación es alemana. Cuando tenía 16 o 17 años mis lecturas eran Thomas Mann, Herman Hesse y el resto de grandes novelistas germanos. Luego, por supuesto, la música ha estado ligada a ellos fundamentalmente. Mi primer concierto sinfónico fue con 13 años en Madrid en un cine de barrio, escuchando a la Filarmónica de Berlín. Eso me definió para toda la vida.
P.- ¿Se siente más reconocido fuera que dentro de España?
R.- No, estoy contento con el reconocimiento que se me ha dado en España. De hecho se me ha concedido la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes y la Medalla de Oro de Madrid. Trabajo con la importación de las grandes orquestas, y esto hace que fuera también valoren mi trabajo. La primera condecoración se produjo por parte de la reina de Inglaterra, que me concedió la Orden del Imperio Británico. Después los austríacos me dieron la Orden al Mérito de la República de Austria, en la que tocó para mí la Filarmónica de Viena. En Rusia también he sido condecorado. De todas formas creo que la labor de Ibermúsica y la mía están reconocidas en España. No sé si lo que he hecho por la música es considerable, pero de lo que sí me siento orgulloso es de haber colaborado en el conocimiento de España en el extranjero.
P.- ¿Los conciertos que ha organizado Ibermúsica siempre han sido sinfónicos?
R.- Cuando empezamos en 1970 en Madrid no había sitio para hacer grandes conciertos de orquesta. El único era el Teatro Real, que no podía ser alquilado por entidades privadas. Lo que organizábamos eran conciertos con solistas. Primero en el Teatro María Guerrero, y después en el Teatro de la Zarzuela. Esos primeros años fueron un desastre. Había ocasiones en los que sólo acudían doscientas personas para ver a músicos como Maria João Pires, Weissenberg, José Iturbi, Gidon Kremer o Vladímir Spivakov. Eso era insostenible. Después de 1975 se permitió el alquiler del Teatro Real a las promotoras privadas, así que me arriesgué y empecé a traer orquestas a pesar de las grandes dificultades.
P.- Además de en Madrid, también organizan conciertos en otras ciudades...
R.- Sí, giramos con las orquestas por algunas ciudades de España. La experiencia madrileña la quisimos llevar a otros lugares, pero no ha llegado a salir. Un ejemplo es Valencia. Cuando esta ciudad sólo tenía un teatro municipal pequeño, hacíamos los conciertos en Liria, que es un pueblo muy musical. Tiene dos auditorios y dos orquestas. Una de las bandas contrataba los conciertos para sus socios. Allí acudían Celibidache, Giulini, Zubin Mehta... Era muy emocionante porque la propia banda tocaba para la orquesta invitada y su director antes del concierto. Hubo alguno como Zubin Mehta que les llegó a dirigir. Lo pasábamos muy bien. Es el público más impresionante que he visto. Todos los espectadores eran músicos. En esta zona los campesinos van al campo con los aperos de trabajo y su instrumento para tocar cuando descansan. Esta misma experiencia la hicimos en Bilbao durante un par de años y en Sevilla después de la Expo. Sin embargo, por unas cosas y por otras no terminaron de funcionar. Lo que hemos hecho después es ofrecer conciertos a otras ciudades en las que tienen auditorio, que son casi todas.
P.- ¿Qué ocurrió para llegar a los problemas económicos que atravesó Ibermúsica hace un par de años y que casi la hacen desaparecer?
R.- El problema fue que se dieron de baja ochocientos abonados de golpe, y eso supone muchísimo dinero que dejas de ingresar. Yo no tenía capital para aguantar eso, así que mi familia me ayudó para que no se produjera el gran batacazo. Daniel Barenboim me dijo que devolviera el dinero a los que ya habían pagado, que suspendiera la serie y saliera por la puerta grande. Pero yo tenía un compromiso con el público que me había seguido durante cuarenta y cinco años. Además también tenía contratos firmados con orquestas que se habían portado muy bien conmigo toda la vida, dándome exclusividades. No les podía dejar tirados a ninguno de ellos. Al final llegó la ayuda de Llorenç Caballero, músico preparadísimo, gestor brillante y creativo, y se cumplió el objetivo, que consistía en salvar el proyecto. Ahora es él quien lleva todo el asunto. A mí no me importaba sacrificarme si con ello se salvaba Ibermúsica.
P.- En los momentos más complicados, sus amigos siempre le han echado una mano.
R.- Mire, en esta pared (en su despacho) están los retratos de Daniel Barenboim, Rafael Orozco, Esteban Sánchez, Mariss Jansons, Kurt Masur, Evgeny Kissin, Radu Lupu, Claudio Abbado y Zubin Mehta. Pues estos son los que más de una vez han renunciado a sus honorarios para ayudar. Cuando Barenboim tocó en el Teatro Real la integral de las sonatas para piano de Beethoven en ocho conciertos, al ver que no se había llenado, me dijo que no le pagara.
P.- Nunca ha pedido una subvención. ¿Por qué?
R.- Sencillamente para tener independencia. Cuando me entregaron la Medalla de Oro de Madrid dije que estaba allí porque nunca había pedido nada al gobierno de turno. Si lo hubiera hecho una vez me hubiera enemistado con los otros. Además pienso que la música tiene que estar sostenida por la sociedad civil.
P.- No se suelen escuchar quejas sobre los precios de los conciertos de pop y rock o los eventos deportivos. Sin embargo, en la música clásica siempre las hay. ¿A qué se puede deber?
R.- El crimen que todos los gobiernos han cometido es el de dedicarse a promocionar el deporte, los toros y la música pop. Han conseguido una afición maravillosa. Tanto han hecho por ello que trabajadores que cobran el salario mínimo son capaces de irse a Londres a ver a su equipo, gastándose el sueldo de dos meses. Sin embargo, conozco célebres millonarios que me han dicho que somos caros. La gente va a los conciertos clásicos si cuestan muy poco o son gratuitos.
P.- Usted sostiene que la música clásica es necesaria en los niños más pequeños, pero no así para los jóvenes entre los 12 y los 30 años aproximadamente.
R.- Gran parte de los jóvenes de hoy en día, con una concentración que no pasa de tres minutos, prefieren otra cosa. Nunca ha habido en España tantos chavales que toquen un instrumento y vayan a escuelas de música. Una chica o un chico que es capaz de tocar una fuga de Bach, cuando tienen dieciocho años el entorno de sus amigos es tan fuerte que se olvidan de ello y prefieren hacer otras cosas. Todas las estadísticas dicen que la cresta de asistencia a los conciertos está entre los mayores de treinta hasta casi los sesenta. Después decae, pero no tanto como en la franja de los jóvenes. La música hay que necesitarla, y hoy la gente no la necesita. El quid de la cuestión está en la educación musical desde la infancia.
P.- ¿Qué le parece la nueva generación de músicos españoles que está saliendo?
R.- Me parece una maravilla. La mejor labor que ha hecho el Ministerio de Cultura ha sido crear la JONDE (Joven Orquesta Nacional de España) y el Ballet Nacional. Eso hay que agradecérselo toda la vida. La JONDE con su sistema de becas y de estudios ha hecho subir el nivel. Eso, complementado con la Escuela de Música Reina Sofía, que no tiene nada que envidiar a las mejores escuelas del mundo, es impresionante. Ambas instituciones han cambiado la música joven de este país. A día de hoy no hay orquesta importante que no tenga un músico español en puestos solistas.
@javi_ml_