Tomás Marco en su casa de Madrid. Foto: Ricardo Cases
El compositor madrileño recoge este miércoles en la Academia de Bellas Artes el Premio Tomás Luis de Victoria, que reconoce su fecunda trayectoria sinfónica, lírica y camerística, a la que hay que añadir su zarzuela Policías y ladrones, que estrenará en 2018.
A sus 74 años, está a punto de rematar una ópera de gran formato a partir de Las tentaciones de San Antonio de Flaubert, un trabajo que aguarda el guiño cómplice de algún teatro. A pesar de su prestigio y su trayectoria, sigue sin tener sencillo programar sus partituras en un país que apenas concede espacio a sus compositores. La espera se la endulzan los múltiples homenajes y galardones que está recibiendo últimamente, como el Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria, que recoge, este miércoles 31, en la Real Academia de Bellas Artes.
Pregunta.- En sus años de formación tuvo como maestros a Maderna, Stockhausen, Boulez... Nada menos. ¿Quién le dejó más huella?
Respuesta.- Todos porque eran muy distintos. Quizá el mejor músico y la mejor persona fue Maderna, aunque hoy está muy olvidado. De Stockhausen fui asistente un año. Era un genio, en el mejor y el peor sentido de la palabra.
P.- Era muy déspota, ¿no?
R.- Sí, y tenía un ego tremebundo. Pero era un tipo inteligentísimo y muy creativo.
P.-También estuvo bajo el influjo de Adorno.
R.- Lo conocí en una conferencia en Darmstadt. Luego me apunté a un curso de sociología de la música que dio en Frankfurt. Eran muy interesantes sus reflexiones sobre si la música nueva podía llegar al público o no.
P.- Precisamente, muchos consideran a estos vanguardistas los responsables de la ruptura de la composición con la sociedad.
R.- Esa ruptura existe desde que se concibe al público en un sentido moderno. Beethoven tuvo muchos problemas para encontrar su público. Igual que Mozart, que fue el primero que se salió de la protección de la iglesia y de la aristocracia e intentó ganarse la vida por su cuenta. En el siglo XIX sólo triunfaron los más famosos compositores de ópera. Y qué decir, en el siglo XX, de Bartók, Stravinski y Schönberg, entre otros. Los vanguardistas utilizaron un lenguaje muy rígido y elaborado pero su revolución fue necesaria: de ella bebimos todos después.
P.- El gobierno ha lanzado una nueva campaña de fomento de la lectura. ¿Debería promover otra para la música?
R.- En España la música no tiene la misma consideración intelectual que la literatura o las artes plásticas. Por ejemplo, un catedrático de universidad o una persona que se precie de ser culta si no conoce nada de Velázquez lo intenta disimular. Pero si no conoce nada de Beethoven le da igual reconocerlo, puede decir que le importa un pimiento y no pasa nada.
P.- Aunque la mayor dificultad no es que la gente se enganche a la música culta ‘histórica' sino a la contemporánea. ¿Cree que los programadores deberían hacer más?
R.- La programación en España es muy dispersa y funciona a trompicones. De repente, un teatro o una orquesta organiza una temporada interesante y abierta pero la siguiente no. Tampoco se coordinan con otras orquestas y teatros. Y no hay ninguna protección de lo que se compone aquí. Las orquestas francesas, en cambio, programan como mínimo un 50% de música propia.
P.- ¿Entonces es imposible ‘suavizar' el monopolio de Verdi, Beethoven, Mozart...?
R.- Aquí puedes estrenar una obra pero que se programe una segunda vez ya es mucho más difícil. Y una tercera, casi imposible. Así que, pasado un tiempo, ya nadie se acuerda de ella, de modo que es imposible asentar un repertorio nacional. Tenemos músicos que todo el mundo dice que son muy buenos pero ¿cuándo se toca a Turina, a Corrado del Campo, a Guridi…? No salimos de Falla y El concierto de Aranjuez.
P.- En 2018 estrenará Policías y ladrones en el Teatro de la Zarzuela. ¿Puede un estreno así revitalizar el género?
R.- Sería pretencioso pensar que yo, con una sola obra, voy a revitalizarlo. Debería haber muchos compositores escribiendo zarzuela y más teatros que la exhiban, como en la época de Chapí, Bretón y compañía. Pero sí creo que se puede componer zarzuela hoy día. Yo lo he intentado, conectándola con la actualidad. Álvaro del Amo [libretista] y yo nos centramos en la corrupción.
P.- La composición en España vive un gran momento a pesar de todo, con músicos de distintas generaciones a pleno rendimiento. ¿Hay entre ellos notas comunes que permitan hablar de una tradición propia?
R.- En España lo del talento individual es indiscutible, más que el colectivo. Pero sí hay ciertas características comunes. El pasado musical de cada país acaba aflorando. Los serialistas integrales se ponían muy científicos y muy objetivos pero la música de Boulez acababa sonando francesa siempre. Y Stockhausen sonaba más alemán que Wagner. Y a los italianos se les notaba que eran italianos. A los españoles les pasa igual. Tenemos un sentido del color, del ritmo y de los contrastes sonoros distinto. Igual sucede con nuestros pintores. Picasso, que se pasó la vida en Francia, fue más español que nadie.
P.- Últimamente se debe sentir muy agasajado. Premios, homenajes… ¿Le mosquea?
R.- Creo que se trata de un achaque de la edad (ríe). Podría malpensar que tienen como intención retirarme o enterrarme. Pero no estoy por la labor ni de morirme ni de dejar de componer. Mientra siga en pie seguiré componiendo.
@albertoojeda77