La hija del regimiento apunta al Teatro Real
La soprano Aleksandra Kurzak, dueña de una voz tersa y juvenil. Foto: Javier del Real
Esta pieza marca uno de los momentos de mayor esplendor en la carrera de Donizetti. A pesar de un estreno discreto, con los años alcanzó un triunfo monumental. En el montaje del coliseo madrileño concurren voces con clase: el tenor Javier Camarena y la soprano Aleksandra Kurzak.
Seguramente no sucederá de este modo en la reposición que de la obra se hace en el Teatro Real a partir del próximo día 20 de este mes, pues el tenor que canta el papel de Tonio es el lírico-ligero mexicano Javier Camarena, que sabe emitir a plena voz, aunque no con la seguridad y rotundidad con que hoy lo hace Flórez o lo hacían años atrás Kraus o Pavarotti. Pero este cantante tiene clase. Como sin duda la tiene la polaca Aleksandra Kurzak -hija de la notable Reina de la noche de La flauta mágica que fuera Yolanta Szmurko-, de voz tersa y juvenil. Una buena pareja, que se alterna con la que forman Antonino Siragusa, de instrumento más ligero, más feble, y Desirée Rancatore, siempre sólida y firme en su canto y en su eléctrico vibrato. Estaba prevista hace meses la participación de la famosa Natalie Dessay, pero finalmente ha decidido mantener su decisión de retirarse de la escena. Veremos hasta cuándo.
Sulpice se lo disputan dos barítonos: el italiano Pietro Spagnoli, un buen caricato, y el español Luis Cansinos. Nos parece bien que a este buen artista se le dé una oportunidad en el Real en una parte de relieve. La contundente Ewa Podles y Rebecca de Pont Davies se reparten el cometido de Marquesa de Berkenfeld, mientras la actriz Ángela Molina vestirá el papel hablado de Duquesa de Krakenthorp. Isaac Galán, Pablo Oliva y Carlos Silva completan el elenco, que será gobernado desde el foso por un experto en este tipo de música, Bruno Campanella, de batuta muy solvente y estilo muy conveniente a óperas postbelcantistas como ésta.
La actriz Ángela Molina en el papel hablado de Duquesa de Krakenthorp. Foto: Javier del Real
Podremos ver una coproducción ya muy baqueteada y paseada del Met, el Covent Garden y la Staatsoper de Viena, exhibida en el Liceo hace pocos años y que sitúa la acción, desarrollada sobre enormes mapas en relieve de la Europa de la época, en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Tiene mucha gracia y está bien movida y coreografiada. Su autor es el hoy reconocido Laurent Pelly, a quien ayudan la escenógrafa Chantal Thomas, el iluminador Joël Adam y la coreógrafa Laura Scozzi. En este caso, la labor de Pelly será llevada a cabo por Christian Rath.No hay duda de que a través de esta visión podrá recrearse como se merece una ópera que marca uno de los momentos más intensos y triunfales de la vida artística de Donizetti, quien a finales de la década de los treinta del siglo XIX se había hecho prácticamente el amo de París con la versión francesa de Lucia (Lucie de Lammermoor) y Les Martyrs; y con esta ópera cómica. En ese momento en el magín del músico había más cosas, como un proyecto titulado Le Duc d'Albe -que en realidad no se estrenaría, en italiano, en Roma hasta 1882- y otro denominado L'Ange de Nisida, que acabaría convirtiéndose en La favorite en 1840.
Estamos, pues, ante una opéra-comique con todas las consecuencias, con sus aires y personajes de vaudeville; con la típica mezzo dugazon, en su versión de “madre”. Aunque, por supuesto, la vena italiana se aprecia con claridad, particularmente en un aria tan bella, sentida y poética como Pour me rapprocher de Marie, que canta Tonio y que a veces se ha suprimido. Claro que tampoco es desdeñable la destinada a Marie, Il faut partir, tan entrañable. Se ha hecho famoso también el coro Rataplan, vulgarote y marcial, un antecedente del mismo título de La forza del destino de Verdi. Los libretistas, Vernoy de Saint-Georges y Bayard, discípulos de Scribe, conocían las argucias de este tipo de acciones ligeras. La obra se estrenaría, traducida al italiano y con recitativos acompañados, en La Scala el 3 de octubre del mismo año.