Image: Teresa, contrapoder y subversión

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Escenarios

Teresa, contrapoder y subversión

8 febrero, 2013 01:00

Clara Sanchís protagoniza La lengua en pedazos. Foto: Sergio Parra.

Con 'El crítico' aún en la cartelera, el director y autor Juan Mayorga estrena hoy en el Fernán Gómez 'La lengua en pedazos'. Basada en 'El libro de la vida' de Teresa de Jesús, la protagonizan Clara Sanchís y Pedro Miguel Martínez.

Dice Teresa al Inquisidor: "Quiero vuestra amistad, pero no faltaré a la verdad por teneros a mi lado". Teresa o el contrapoder. Y en un momento de duda y debilidad, el temible Inquisidor proclama algo que interesa mucho al título y la naturaleza de esta obra: "Si la lengua dijera verdad sobre el cielo y el infierno, se rompería en pedazos; pero al otro lado, para nosotros, sólo hay silencio". La lengua, ese músculo instrumental que puede destilar miel o hiel, se le rompe a Teresa, pero vuela y sobrevive al silencio y la mordaza.

Ultimamente ha llegado al escenario una preocupación por el idioma y las prevaricaciones de su uso. Pero no toda alusión a la lengua quiere decir los mismo; La lengua madre, de Juan José Millás, nada tiene que ver con La lengua en pedazos, de Juan Mayorga. Aquella es una defensa de la pureza del idioma y sus connotaciones ideológicas. La de Mayorga es un exposición subversiva de la fe, el misticismo, el coraje para seguir las convicciones: el coraje de Dios, de la política sin latrocino -eso sí que sería coraje verdadero- el del amor o la traición. El título de Mayorga expresa, literalmente, las heridas sangrantes, la aniquilación por el dolor de una parte del cuerpo: los sentidos privados de su función; como si un pintor hubiera de perder la vista. Ahí puede haber un guiño de Mayorga a la pureza de la lengua: verdad y gramática. La destrucción física, aunque sea temporal, de la lengua no conlleva necesariamente la destrucción del lenguaje. Aquí está la excelsa poesía de Teresa, El libro de la vida, Las moradas... Quienes queremos aprender idioma castellano seguimos leyendo a Teresa de Cepeda, a Cervantes, a Juan de la Cruz. En Mayorga siempre hay más de lo que avisa el enunciado.

La lengua en pedazos es una biografía excepcional de un ser excepcional; un tormento, físico y espiritual, lo cual, por sí solo, no quiere decir mucho. Sabido es que el dolor hace del hombre un ser abyecto y vengativo, o un ser noble y generoso. Una misma causa puede originar efectos contrarios y aquí se trata de una turbadora confrontación entre la fe y la voluntad. Desde una dialéctica histórica materialista, la fe es cuestionable; la voluntad y el carácter, no. A pesar de las insuficiencias de las palabras, como reconoce el Inquisidor, ‘La lengua rota' es también una reivindicación práctica del idioma y de su plenitud expresiva. Ha peregrinado por los caminos de España, cuyos polvos y lodos mancharon las sandalias de la Fundadora: una revolucionaria a lo divino. Llega al Fernán Gómez con Clara Sanchís sacudiéndose el polvo de las cunetas y el tamo de las eras, convirtiéndolo en oro tras un viaje que se me antoja iniciático; para ella y para Pedro Miguel Martínez. La presencia del Inquisidor en la cocina del convento, donde labora la sospechosa de heterodoxia y estigmatizada de indisciplina, define la estructura de la obra. Y dentro de los cánones de lo que, necesariamente, hay que objetivar como palabra dramática, el autor se aferra al idioma como tabla de salvación. El texto no sólo tiene tensión dramática; es un deslumbrante ejercicio de escritura.

Lejos de las grandes construcciones teatrales de Juan Mayorga, La lengua en pedazos revela el pulso dramático de unos elementos literarios y lingüísticos con pocos y pequeños elementos; diálogo tenso y duro entre las razones de una mujer enferma, mártir y perseguida, y las razones burocráticas de un Inquisidor: la ortodoxia de una conducta y la ortodoxia de un fanatismo encendido. Un yo colectivo frente a un yo infernal recluido en las normas inalterables: dos verdades, con distintos matices. En definitiva es la vieja cuestión: el orden del poder y el desorden de la rebelión. Para aquél, todo es inamovible; para el desorden, la verdad obedece a una necesidad interior. Luego, está la purificación por el dolor. Dice Teresa: "He estado años tullida. Cuando empecé a andar a gatas, di gracias". Ante eso qué puede argumentar el fanatismo de un Inquisidor?