El lindo y antihéroe don Diego
La CNTC lleva al Pavón la con la obra de Agustín Moreto
18 enero, 2013 01:00R. Prieto, C. Chamarro, V. Ndongo, N. Hernández, J. Gil, R. Valls, E. Soto y O. de la Fuente. Foto: Alberto Nevado
La obra de Agustín Moreto (Madrid, 1618- Toledo, 1669, cronológicamente el último de los dramaturgos del teatro barroco español) pertenece a las llamadas ‘comedias de figurón', un género en el que la trama gira en torno a un personaje tan desmedido y obsesionado por sí mismo que pierde la noción de la realidad. "Esta actitud -explica Joaquín Hinojosa, autor de la versión- no es esencialmente distinta de la de un personaje trágico. En otro terreno teatral nos llevaría a la tragedia pero la misma actitud, llevada hasta extremos ridículos y absurdos, como es el caso de los grandes personajes de Molière y aquí el de Don Diego, se convierte en el eje de una serie de enredos y contraenredos característicos de la comedia barroca española. Éste es uno de sus ejemplos más acabados".
Escrita entre 1654 y 1662, El lindo Don Diego recoge elementos de nuestra tradición teatral revitalizándolos y dándoles un nuevo impulso acorde con la sensibilidad del público al que se dirige. Víctima de la vanidad, el comportamiento presuntuoso, grosero y desordenado del personaje crea un entorno caótico que le permite dinamizar el pulso dramático. La obra salta a la actualidad de nuestros días al denunciar la búsqueda exacerbada del provecho propio y la ambición desmesurada.
"Es el relato de una desconexión con la realidad -matiza Alfaro-. Don Diego, cual antiquijote, consciente o inconscientemente, ha creado una realidad antagonista a la del resto de personajes de la obra que le es extremadamente halagüeña, una realidad en la que su belleza hiere y su capacidad de seducción no tiene límites". Moreto, autor también de obras como El desdén con el desdén o El poder de la amistad, fue uno de los autores más destacados de una generación de dramaturgos que comienza a escribir cuando Calderón ya ha producido sus grandes piezas: "La construcción rigurosa de la arquitectura teatral, el gusto por la caricatura y el lenguaje gongorino acompañaron a Moreto en su carrera dramática. Fueron los únicos excesos que se permitió un hombre sencillo que pidió ser enterrado en el cementerio de los pobres", explica Hinojosa.