'No Other Land' y 'Hollywoodgate', dos películas que apuestan por filmar como un acto de resistencia
- Coinciden en cartelera dos documentales, uno centrado en el conflicto palestino-israelí y otro sobre el régimen talibán, que reivindican la fuerza del cine documental.
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Entre finales de la década de 1950 y principios de 1960, los movimientos fílmicos conocidos como el Cine Directo y el cinéma vérité transformaron la relación de los documentalistas con la realidad. La aparición de cámaras más ligeras y el desarrollo efectivo del sonido sincrónico permitieron a cineastas como el francés Jean Rouch y el estadounidense Robert Drew dar cuenta, respectivamente, de las heridas del colonialismo europeo en África y de la agitación provocada por el Movimiento por los Derechos Civiles en Norteamérica.
El cine sofisticaba sus medios para dar cuenta, con fiereza e inmediatez, de diferentes estados de excepción. La cámara podía devenir un observador impasible e implacable (los americanos se referían al dispositivo de filmación como “la mosca en la pared”), aunque los cineastas también podían interpelar de forma directa a la realidad (los franceses preferían pensar en la cámara como “la mosca en la sopa”).
La onda expansiva de aquel cambio de paradigma ético y estético se prolonga hasta nuestros días y explica, por ejemplo, el estreno simultáneo este viernes en las pantallas españolas de los documentales No Other Land, centrado en el conflicto palestino-israelí, y Hollywoodgate, que retrata las bambalinas del régimen talibán en Afganistán.
El estilo áspero, al borde de la tosquedad, que puso en juego el Cine Directo campa a sus anchas por un cine contemporáneo que, impulsado por la liviandad de los dispositivos digitales, busca dar respuesta a la dramática proliferación de batallas ideológicas y conflictos bélicos.
En la última edición de los premios de la Academia de Hollywood, el Oscar al mejor documental fue para 20 días en Mariúpol de Mstyslav Chernov, que ofrecía una crónica in situ de la labor de un equipo de periodistas ucranianos atrapados en la ciudad asediada de Mariúpol, mientras que, en el festival bilbaíno Zinebi, el premio a la mejor ópera prima iba a parar a In the Rearview del polaco Maciek Hamela, que testimoniaba la evacuación de población ucraniana en las zonas invadidas por el ejército ruso.
El activista Basel Adra recoge en 'No Other Land' numerosos episodios de brutalidad militar del ejército israelí
Estos dos documentales, rodados de forma clandestina, al más puro estilo de guerrilla, perfilan una realidad fílmica en la que el compromiso ético del neorrealismo se hermana con la pulsión periodística para abrir una dramática ventana al mundo.
En estas coordenadas de denuncia urgente se mueve No Other Land, en la que el equipo formado por Basel Adra, Rachel Szor, Hamdan Ballal y Yuval Abraham documenta lo ocurrido en la comunidad de Masafer Yatta –formada por una veintena de aldeas palestinas en las montañas de Cisjordania– entre los veranos de 2019 y 2021.
Presentada en la sección Panorama del Festival de Berlín, la película muestra el asedio sistemático que el ejército israelí inflige sobre la población palestina para intentar ampliar los territorios ocupados. Narrado desde el (único) punto de vista del activista Basel Adra, el documental recoge numerosos episodios de brutalidad militar, apresamiento de activistas palestinos y demolición de edificaciones.
En este sentido, resulta imposible estar indiferente ante una escena en la que el ejército israelí desaloja a los niños y al profesorado de una escuela primaria palestina para luego destruirla con un buldócer. Aunque el pasaje más revelador del filme llega cuando, ante la impaciencia de un joven periodista israelí (Yuval Abraham) comprometido con la causa palestina, Adra le advierte sobre los peligros del entusiasmo: “Piensa que no vas a triunfar”, afirma resignado y resiliente el activista y codirector de la película: “Hace falta paciencia, paciencia… Acostúmbrate a perder”.
Por su parte, Hollywoodgate aplica el modelo del cinéma verité al retrato de la ocupación de Afganistán por parte de los talibanes, en el año 2021, tras la retirada de las tropas estadounidenses. El título de la película alude a una base militar que, abandonada por la CIA, queda en manos del régimen islámico. Pero la clave de este filme audaz, aunque algo redundante, debe buscarse en la relación que se establece entre su director, el egipcio Ibrahim Nash'at, y su objeto de estudio.
En la primera escena, el realizador explica que los talibanes le permitieron filmar la ocupación desde dentro, pero que a cambio debía acatar unas normas estrictas. Así se desata una batalla entre los intereses propagandísticos de los fundamentalistas y el espíritu crítico de Nash'at.
En un pasaje escalofriante, un talibán alerta a otro de que "ese diablillo está filmando", en referencia al director, que cuando recibe la instrucción de no grabar unos aviones de guerra lo hace igualmente, con una justa alevosía. Sometido a la supervisión permanente de los talibanes, Nash'at pone toda su confianza en la capacidad de las imágenes para hablar por sí mismas.