Adiós a Silvia Pinal, la gran diva de México: una vida de grandes éxitos y terribles tragedias
- La actriz cumplió su sueño de trabajar con Buñuel en 'Viridiana', una película rodeada de polémicas, y sufrió grandes varapalos en su accidentada vida privada.
- Más información: Muere la actriz Silvia Pinal, diva mexicana y musa de Luis Buñuel, a los 93 años
La muerte de Silvia Pinal (1931-2024) a causa de una infección urinaria complicada con problemas respiratorios y la imposibilidad de deglutir está suponiendo un verdadero tsunami emocional para toda Hispanoamérica, que despide conmovida a la gran diva del cine, el teatro y la televisión mexicanas.
Hija ilegítima del músico Moisés Pasquel y de Luisa Hidalgo, una joven de apenas quince años, desde muy niña Pinal tuvo claro que quería ser actriz. Su amor a las tablas era tal que durante años tuvo constantes problemas con su padrastro, el militar y político Luis Pinal, que le dio su apellido y solo le permitió probar suerte en el teatro si estudiaba mecanografía.
Tras unas pruebas clandestinas, debutó como actriz en una compañía radiofónica liderada por el actor y director mexicano de origen español Rafael Banquells, con el que se casó en 1947 a pesar de la considerable diferencia de edad (ella tenía 16 años y él 30), y pronto tuvieron a su primera hija, la también actriz Sylvia Pasquel. La diferencia de edad y la imparable proyección de la carrera de Pinal mientras la de él se iba apagando abocó al matrimonio al fracaso, así que se divorciaron a los cinco años.
Mientras, debutaba en el cine con Los pecados de Laura (1948), a los que seguirían películas como La mujer que yo perdí (1949) o Cuando los hijos pecan (1952). Antes de machar a Europa, donde trabajó con Vittorio De Sica, Elke Sommer o José María Forqué, en 1956 Locura pasional le valía su primer premio Ariel en la categoría de mejor actriz.
En España, por ejemplo, protagonizó con Adolfo Marsillach la cinta Maribel y la extraña familia (1960), adaptación de la obra de Mihura, y un año más tarde trabajó junto a Fernando Fernán Gómez en Adiós, Mimí Pompom.
Sin embargo, lo que marcó su carrera fue su segundo matrimonio, con el empresario Gustavo Alatriste en 1961, pues el mexicano hizo realidad el sueño de la actriz de trabajar con Luis Buñuel, al que admiraba profundamente. Se conocieron gracias a Paco Rabal en el Hotel Plaza de Madrid y el encuentro fue mágico, aunque la decisión de rodar en España Viridiana (1961) le supuso a Buñuel el rechazo de muchos exiliados republicanos que consideraban que se había vendido a la dictadura.
El cineasta, que le dio los papeles más importantes de su vida (Viridiana, El ángel exterminador, Simón del desierto) escribió en sus memorias, El último suspiro, que cuando la conoció su mezcla de inocencia y lujuria le fascinó. Se hicieron íntimos amigos, disfrutaron del éxito internacional de Viridiana, y las hijas de la actriz recordaban a menudo pasar tardes enteras en casa de "tío Luis", jugando con el director y merendando.
Tras mil pormenores para llevar a la pantalla una vieja fantasía de Buñuel, se enfrentaron al problema del acento de la actriz y a la mojigatería del régimen. El censor, José Muñoz Fontán, Director General de Cinematografía de España en los años 50 y 60, dejó pasar la escena de la parodia de la Última Cena y solo exigió que se cambiara el final, volviéndolo sin querer abiertamente sexual (en la versión original, Viridiana acaba sola en una habitación, mientras que en la definitiva entra en el cuarto donde juegan a las cartas Paco Rabal y una asistenta, y él le dice que sabía que acabaría jugando con ellos).
Lo cierto es que enviaron sin mucha esperanza la película al Festival de Cannes. Sin embargo, la admitieron a concurso para que se viera el último día, a las 3 de la tarde, cuando las salas solían estar vacías. Y el público y la crítica enloquecieron.
La noche en la que se daban los premios ni Buñuel ni Pinal pudieron asistir: el director de cine había olvidado el frac en Madrid y no pudo encontrar otro, y Pinal perdió la invitación y no la dejaron pasar. En sus memorias, Esta soy yo, recuerda que, como no sabía francés, señalaba el póster de la película donde ella aparecía, sin que el policía se conmoviera.
Sí pudo, en cambio, escuchar cómo la película obtenía el primer premio. Y ver de lejos cómo un señor "peloncito, chaparrito" recibía, en nombre de España, la Palma de Oro. Era el mismísimo Muñoz Fontán, el censor, que poco más tarde pagaría caro su minuto de gloria, pues el Vaticano excomulgó la cinta y prohibió su exhibición. Franco destituyó al pobre Muñoz, y ordenó buscar todas las copias y destruirlas.
Prohibida en todo el mundo por ser considerada "blasfema, antirreligiosa", de ella escribieron todo tipo de lindezas: "Crueldad y desdén con los pobres", "morbosidad y brutalidad", "película venenosa, corrosiva en su habilidad cinematográfica de coordinación de imágenes, sugerencias y fondo musical"...
El filme se salvó porque Pinal camufló una copia en su equipaje. Domingo Dominguín, que había financiado parte de la cinta, se encargó de pasar la frontera otra escondida entre los capotes y Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé, amigos de Buñuel, enterraron otra en su jardín. Pasarían muchos años antes de que la película pudiera exhibirse en libertad.
Fueron tiempos tortuosos para la actriz, que tuvo a su segunda hija, a la que, naturalmente, llamó Viridiana, y que rodó su segunda cinta con Buñuel, El ángel exterminador (1962), considerada por el New York Times como una de mejores películas de todos los tiempos. Dos años después, su colaboración terminaría con Simón del desierto (1964).
A pesar de que, según la propia actriz, Gustavo Alatriste fue el gran amor de su vida, se divorciaron en 1966, aunque antes había comenzado un romance con el todopoderoso empresario Emilio Azcárraga que solo la muerte del dueño de Televisa pudo terminar. De hecho, no se casaron por la determinación de la familia, que no quería unir su apellido ni sus negocios con una cómica recién divorciada y excomulgada por Viridiana.
No fue el único drama que soportó: en 1967 se casó con el entonces celebre cantante Enrique Guzmán, once años menor que la actriz, con el que tuvo a sus hijos Alejandra (1968) y Luis Enrique (1970), pero el matrimonio fracasó nueve años después por los celos y las infidelidades de Guzmán, que además se convirtió en un maltratador. "Ya no le tenía miedo, era un pánico espantoso [...] Un día llegó con una pistola y me la aventó en la cara. Y la pistola 'se disparó, rozándome un hombro", acabó confesando ella.
Pero lo peor estaba por llegar: en 1982 su hija Viridiana, con la que estaba coprotagonizando la telenovela Mañana es primavera, moría a los dicienueve años en un accidente de automóvil, tras una agonía que duró horas.
Tres años después su hija mayor, Sylvia Pasquel, se casaba con un antiguo amante de la Pinal, Fernando Frade, y ellas dejaron de hablarse hasta que una nueva tragedia volvió a golpear a la familia: Viridiana, la hija del joven matrimonio, de apenas dos años, moría ahogada en la piscina, supuestamente por un descuido de su niñera, aunque algunas fuentes sugieren que tal vez quien debía estar pendiente de la bebé era su hermana mayor, Stephanie Salas.
Sea como fuera, a Stephanie le esperaban nuevos momentos amargos: novia del cantante Luis Miguel, se quedó embarazada, pero él tardó casi veinte años en reconocer a su hija, Michelle Salas.
Casada por cuarta vez con un político, Tulio Hernández, gobernador de Tlaxcala, que impulsó su carrera política, años después esta actividad le supuso una nueva amargura, pues fue acusada de malversación de fondos públicos y tuvo que huir a Miami hasta que pudo demostrar su inocencia.
Al tiempo, su hija Alejandra se convertía en una estrella de rock de fama mundial adicta a las drogas y el alcohol: "Empecé a reventar con el alcohol a los 14 años, las drogas a los 17", confesó hace poco la Guzmán, que recordaba cómo Silvia Pinal la había acompañado en varias ocasiones a centros de desintoxicación. Y más dolor: en 2021 su nieta Frida Sofía (1992), hija de la cantante, denunció a su abuelo Enrique Guzmán de haber abusado sexualmente de ella desde que tenía cuatro años, lo que supuso la dramática ruptura de la joven con su familia, madre incluida.
Tampoco Luis Enrique se ha librado de polémicas: retratado por su sobrina Frida como un verdadero nini cincuentón, pues ha vivido consagrado al cuidado de la Pinal, su esposa Mayela Laguna fue acusada de robar en casa de Silvia Pinal y su supuesto hijo menor, Apolo, ha resultado no serlo tras unas devastadoras pruebas de ADN, a pesar de que Alejandra Guzmán había asegurado meses antes que iba a convertir al niño en su heredero universal.
Si en lo personal los últimos años de la Pinal no fueron fáciles, tampoco lo han sido en lo profesional: enamorada de su oficio, en 2022 volvía al teatro con Caperucita, ¡qué onda con tu abuelita!, pero no pudo soportar las crudelísimas críticas a la familia por permitir que la diva apareciera muy deteriorada físicamente.
Afortunadamente a finales de agosto de este mismo año, la diva fue protagonista de un homenaje en los estudios Churubusco de Televisa, donde inauguró un edificio que lleva su nombre acompañada por sus hijas Silvia Pasquel y Alejandra Guzmán, además de su nieta Stephanie Salas.