'Furiosa': George Miller vende la moto del feminismo en un filme con acción espectacular y trepidante
El filme debería llamarse 'Dementus', pues el personaje de Chris Hemsworth ocupa más tiempo y posee mayor peso específico dramático.
24 mayo, 2024 02:20Recuerdo cuando hace muchos años tuve la oportunidad de preguntar al escritor estadounidense Barry Gifford, colaborador ocasional de David Lynch y creador de la saga de Sailor y Lula, si le había gustado la versión que de su novela Perdita Durango había rodado Álex de la Iglesia.
Gifford, todo simpatía, me dijo: "Sí, me gustó. Pero no tendría que titularse Perdita Durango, sino Romeo Dolorosa". Es decir: el nombre del personaje masculino que interpreta un Javier Bardem desatado en la película y que en el libro resultaba bastante secundario respecto a Perdita.
Lo primero que pensé tras las casi dos horas y media de Furiosa es que George Miller nos había tomado el pelo. Que en realidad su película se llama Dementus. O que al menos, así debía llamarse.
No se trata de ningún comentario negativo respecto al filme, espectacular y entretenido casi todo el tiempo. Es tan solo la constatación de que su personaje principal, que encarna Anya Taylor-Joy bien entrado su metraje, ocupa menos tiempo en pantalla y posee menos peso específico dramático que el de su oponente y némesis principal: el frenético Dementus.
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Un Chris Hemsworth con todas las ocasiones para lucirse en un registro que va de generalito sádico de spaghetti western a líder guerrero de una horda conquistadora a lo Gengis Khan, pasando por déspota shakespeariano, darwinista social aplicado y paródica caricatura de sí mismo, digna de un cartoon de la Warner.
Miller, que sabe más por diablo que por viejo, ha vendido la moto (o, mejor dicho, el camión) a una masa crítica de espectadores que ansiaban confirmar el giro feminista de Mad Max, adivinado más que visto en su anterior y superior entrega.
Ni corto ni perezoso, ha dado dos o tres brochazos al respecto (un edén matriarcal que apenas sale dos minutos, una amazona al rescate de su hija sin lograrlo, y un final más lírico, con grosero simbolismo ecológico), arrancando aplausos y elogios de quienes en los ochenta abominaban de su saga.
En realidad, con quien se siente cómodo Miller es con sus villanos. Con sus hombres. No solo los mejores momentos de Furiosa están reservados para Hemsworth, sino que el director se permite introducir descaradamente a un alter ego del original Max Rockatansky en la persona de Praetorian Jack, un apropiado Tom Burke, que funciona no solo como interés romántico para Furiosa, sino también como su maestro y mentor, con ecos de Ana Caulder (1971).
Una vez aclarado que el feminismo de Furiosa es como antaño el valor del recluta en la mili: algo que se le supone, admitamos que Anya Taylor-Joy soporta el desgaste que para su personaje implica estar rodeado de otros casi siempre masculinos, bárbaramente viriles, sucios y violentos, con tan poco interés por ella como para ni siquiera violarla (excepción hecha del bestial Scrotus que la desea… de niña. Cosas del milenio). Personajes que, en general, son mucho más mimados por la cámara de Miller iconográfica y estéticamente que el suyo.
Porque si algo no ha olvidado Miller es su sentido de la estética, tanto como el de la acción espectacular, trepidante e hiperbólica. Una vez más lo mejor es la coreografía bárbara de metal, motores, sudor, fuego, llantas y explosiones. Una sinfonía en heavy metal mayor que no decepciona.
Una sucesión de planos icónicos, como portadas de Métal Hurlant puestas al día, que capturan el ojo, despertando ecos de futuros pasados llenos de emoción, sentido de la maravilla y ambigua fascinación por los biomecánicos albores del ciberpunk.
Ante la imposibilidad de ofrecer nada radicalmente nuevo —algo que ocurre casi ya desde el estreno de Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981)—, Miller juega con las expectactivas del público.
Si sus finales son siempre molto vivace, dándolo todo en una infernal persecución, aquí elige una conclusión más tranquila y reflexiva, que parece remitir al final de la ya lejana primera entrega de la saga, aunque un tanto desinflada por un diálogo tópico e innecesario.
Lo peor de este nuevo aggiornamiento del universo Mad Max es su arbitraria dilatación, tanto en dimensiones como en minutos. La acción, aunque brillante, se hace reiterativa. Los tiempos muertos asoman a menudo. Su estructura episódica no funciona del todo.
Curiosamente, son algunos de los momentos sin violencia, en el interior de las barrocas ciudadelas de los villanos, entre cortesanos mutantes, intrigas políticas y extraños decorados postindustriales, los más agradecidos.
El engrandecimiento del conflicto, que abandona la sencillez de antaño para mostrar un panorama de ciudadelas enfrentadas entre sí, casi como ciudades-estado de la antigüedad o feudos medievales independientes, tiene su interés, pero implica también un mayor uso de lo digital que no deja de ser algo molesto.
Por fortuna, siguen predominando la acción física y los efectos mecánicos, a mayor gloria de dobles y especialistas. Si los directores de acción jóvenes estructuran sus filmes como videojuegos o juegos de rol online, Miller lo hace como un clásico juego de mesa, con toques de wéstern y péplum, lo que siempre se agradece.
Más irregular en ritmo y logros que su inmediata antecesora, hay algo en Furiosa que huele a despedida. La necesidad de pasar el testigo del héroe postapocalíptico masculino y silencioso, casi sin nombre, solitario y aparentemente cínico, a una nueva heroína empoderada pero más sensible y emocional, preocupada por cuestiones morales y medioambientales, sobrevuela la película como una suerte de irónica reflexión crepuscular sobre el género.
Dementus bien podría ser una versión en negativo de Mad Max, que a lo largo del filme intenta llevar al lado oscuro a Furiosa, sin conseguirlo. Porque ella es distinta. Su venganza va más allá de la venganza, entraña liberar a sus compañeras, hacer crecer de nuevo la hierba, encontrar el edén perdido…
Y he aquí que Miller, consciente de que sus tiempos se desvanecen, hace que Dementus le plantee a Furiosa la gran pregunta: “Pero, ¿sabrás hacerlo épico?”. La respuesta está en el viento.