Nat (Laia Costa) se refugia en un pequeño pueblo de La Rioja buscando una nueva vida. Traductora de profesión, es una de esas urbanitas estresadas que buscan reconectar con la naturaleza o quizá también huir de algo que ni ella sabe lo que es. Sin embargo, desde el primer encuentro con su inhóspito casero (Luis Bermejo) queda claro que no va a ser un camino de rosas.
A sumar un vecino imbécil que se las da de artista (Hugo Silva) y “un amor” con un tipo robusto que casi le dobla la edad al que da vida Hovik Keuchkerian. La sensación de extrañeza, vacío y confusión de la célebre novela de Sara Mesa por Isabel Coixet ha sido recibido en San Sebastián con aplausos.
“Todo el mundo dice que Un amor es una novela difícil de adaptar —dice la directora—. Es una gran novela y ahí estriba la dificultad. Pero también partes de algo que te gusta mucho y eso lo pone mucho más fácil. Con la coguionista en ningún momento sentimos que fuera difícil. Es una historia que me apasiona, que merece ser contada. Hay dos espadas de Damocles. Por un lado, lo que va a pensar la escritora, Sara Mesa, quien por suerte la ha visto y le ha gustado, eso fue un alivio. La otra es qué pensaran los lectores, porque ellos se han hecho la película de la novela en su cabeza y ojalá les guste”.
Poco a poco, en Un amor vemos cómo la protagonista se va enredando en unas relaciones que parecen aventurar esa “nueva vida” que anda buscando, pero que de una manera u otra nunca llega. Los peores, según la propia Coixet, esos vecinos insidiosos, cursis hasta la muerte, que hablan en inglés a sus hijas a los que interpretan Ingrid García Johnson y Francesco Carril. O una pareja de ancianos, ella enferma, que parecen bondadosos pero también le acaban dando la espalda.
Coixet rebusca en su filmografía los referentes: “Yo creo que en Un amor hay un cruce de La vida secreta de las palabras y La librería. De la primera tiene esa idea del horror del mundo que subyace en la realidad, nuestra desubicación sobre qué lugar ocupamos en el mundo y cómo dónde estamos nos marca. Con la segunda comparte una peripecia: alguien que llega a un lugar con ganas de integrarse, de estar bien, pero en cambio sale todo mal”.
Para reflejar ese ambiente un tanto malsano de la novela de Mesa, en la que todas las relaciones están marcadas por una tensión violenta subyacente, la directora asegura haberse fijado en la obra de Diane Arbus, “una de mis fotógrafas favoritas”, a la que homenajea de manera directa en la “escena en la que rascan las goteras”. Opta en esta ocasión por un “formato cuadrado”, inédito en su filmografía, que acentúa esa progresiva sensación de opresión que atenaza a la protagonista.
Para ello, Coixet explica que ha trabajado de manera especial “el fuera de campo, lo que no se ve”. Pero sí se oye, claro, creando un efecto emocional superior. Como subrayó Carril, Coixet es una de las pocas cineastas que también trabaja como operadora: “Eso como actor te da una confianza, porque la directora está viendo la película al mismo tiempo que la rueda. Es la primera vez que trabajo así y es muy reconfortante para un actor”.
En el mundo turbio que recrea la película, surgen personajes como el de Hugo Silva, al que según Coixet “amas odiar”, o el del casero, interpretado por Bermejo, el peor de todos. Explica el actor: “Cuando me dan esta oportunidad me pongo contento porque con este halo de bondad que me caracteriza, nunca me dieron la posibilidad de hacer un villano. Juego a ser esa sombra, esa crueldad desde mi propia personalidad, porque todos tenemos un lado bueno y otro oscuro”.
[Isabel Coixet arranca el rodaje de 'Un amor', adaptación del libro de Sara Mesa]
En una película que cuenta, precisamente, “un amor”, cobra importancia la relación erótica entre el personaje de Nat y ese hombre rústico que es mucho mayor que ella. Coixet explica que no han necesitado “coordinadores de intimidad”, esa figura que durante los rodajes ayuda a los actores a gestionar las escenas sexuales: “Cada director tiene que encontrar su manera de trabajar. Yo soy operadora de mis películas, algo que otros directores no son. La intimidad es un terreno que conozco, así que les pregunté a ellos si necesitábamos esta figura", ha dicho. Y ha concluido: "Si un director no se encuentra cómodo escribiendo una escena de sexo, quizá no debe escribirla".
Respecto al rodaje, la productora, Marisa Fernández Armenteros, subrayó la dificultad de grabarla en "cinco semanas con un presupuesto escaso". "La suerte es que Isabel es de esas directoras que pase lo que pase dice "pálante"; si se cae la pared, pues se cae y se sigue pálante". La directora presumió de que tiene un "gran elenco" y que todos los actores han sido primera opción. "A Silva le dije cuando lo conocí que algún día trabajaríamos juntos. Me miró como diciendo: eso decís todos. Y por fin llegó la oportunidad".