Johnny Depp y Maïwenn se coronan en una inauguración arrogante de Cannes
La 76 edición del festival abría con una dupla polémica y toda la pompa: la pareja protagonista de 'Jeanne du Barry' animaba la alfombra roja de un certamen igualmente festivo y bullicioso, que no libre de sospecha
17 mayo, 2023 10:20El festival pasó una pandemia y cambió de presidencia (hoy lidera Iris Knobloch), pero seguirá siendo el mismo de siempre y, si cabe, será incluso más Cannes que antes. La línea conservadora en la programación de Thierry Frémaux apunta a que los días que vienen la Croisette va a vivir una fiesta del cine para toda la familia y sin condiciones: de un lado, la explosiva Indiana Jones y Martin Scorsese con Killers of the Flower Moon; por otro, las simpáticas Asteroid City de Wes Anderson o Elemental de Pixar, que cierra el certamen, y las cinéfilas May December de Todd Haynes, la Extraña forma de vida de Pedro Almodóvar o Cerrar los ojos de Víctor Erice.
No podemos quejarnos (literalmente, porque el festival ha vetado las manifestaciones alrededor del Palais), aunque vista la tremenda supremacía masculina en la parrilla y la poca disponibilidad de entradas para la enorme cantidad de periodistas acreditadas,
deberíamos.
Michael Douglas es Palma de Honor y Catherine Deneuve no, pero también
Él se la llevaba ayer por la noche, ella ya la recibió en 2005. Este año, la Deneuve anda por el Gran Teatro Lumière como Pedro por su casa, y Pedro no tenía su enorme rostro por cartel oficial del certamen, colgando ante la mirada de miles de turistas y profesionales. La actriz llegaba al escenario capitaneado por Chiara Mastroianni, su hija, que presentó la gala de apertura con primor y poca chicha (definitivamente menos de la que necesitaba un Hirokazu Kore-eda al borde de la siesta, en la platea).
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Deneuve abría el certamen con unas palabras moderadamente reivindicativas recordando el conflicto bélico en Ucrania y recitando unos versos de la poeta ucraniana Lessia Oukraïnka: “Ya no tengo ni la felicidad ni la libertad. Solo me queda una esperanza, volver un día a mi hermosa Ucrania, volver a ver mi tierra lejana, volver a contemplar el Dniéper azul, vivir o morir allí, realmente no importa. Ver las llanuras una vez más, y quemar viejos pensamientos en el fuego. Ya no tengo ni felicidad ni libertad, solo me queda una esperanza”.
Por su parte, Michael Douglas, Palma de Honor a sus 78 años por una trayectoria con éxitos del calibre cinéfilo y popular de Wall Street, Instinto básico o Atracción fatal, se ponía las gafas para leer del teleprompter y caminaba sobre terreno seguro. Recordaba, primero, que él es mayor en edad que el festival de Frémaux, luego lo vitoreaba vagamente: “Hay cientos de festivales de cine en el mundo pero sólo hay un Cannes. (...) Muestra que el cine puede trascender fronteras y unir a los seres humanos”.
Recibía el galardón de las manos de Uma Thurman, que ha llegado a la ciudad para acompañar a su hijo, Levon Roan Thurman-Hawke, quien da vida al Delfín en Jeanne du Barry.
Maïwenn du Barry, esa chica (de Versalles) que no es como las demás
Una auténtica masa recibía ayer a Johnny Depp en la alfombra roja, mientras la prensa especializada se extrañaba una vez más de la vigencia de un artista que lleva años sin protagonizar un solo bombazo fuera de los juzgados, en taquilla. En todo caso, si Depp necesitaba un lavado de cara, ¿por qué no dedicarle un lever du Roi entero? Eso pensaría Maïwenn, actriz (El profesional) y cineasta de éxitos templados como Mi amor o ADN, quien inauguraba la Competición cannois con Jeanne du Barry, sobre las modernas transgresiones de la célebre esposa del rey Luis XV.
Históricamente, Jeanne llega a Versalles cual torbellino en un mar de tiburones y Maïwenn, con la voluntad de reivindicar la actualidad del personaje, la colocará en los raíles de la tradición de Hulot o Chaplin para explorar las absurdidades que movían las personajas de la corte francesa (¿Que nadie podía dar la espalda al Rey? Se andaba a pequeños trompicones y de espaldas, tambaleos ridículos asegurados).
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Sin embargo, Maïwenn es tan consciente todo el rato de su papel transgresor y simpático, que impostará una afabilidad exagerada, casi inquietante. Quizás por su poco dominio del francés, Johnny Depp se contiene, labios apretados y pocas palabras, en una versión del hieratismo de un Gary Cooper o de la estatuaria de (cualquier) palacio. En la pantalla, la imagen de Depp es la de una estrella, recalentándose en el microondas.
Por lo demás, ni el feminismo que Maïwenn enarbola al destacar una y mil veces la inteligencia de su cortesana aterriza sin sombras. No, mientras sigue criticando al resto de mujeres de la corte, las frívolas que la copian y la odian (recordemos, en Francia reivindican la fraternidad, que no la sororidad). De la película nos quedamos con la presencia afilada de Melvil Poupad, el cáustico conde du Barry, y con la fotografía gustosa de Laurent Dailland (Aline), que sí entiende que sus blancos nunca pueden ser del todo blancos, vistos con siglos de diferencia.