40 años del Óscar a 'Volver a empezar' de José Luis Garci: del fracaso en taquilla al olimpo del cine
El director conquistó la primera estatuilla para el cine español y en español
11 abril, 2023 13:22Hace unos días celebrábamos el 50 aniversario del primer Óscar a la mejor película de habla no inglesa para un director español, el que recibió Luis Buñuel por el filme francés El discreto encanto de la burguesía (1972). Sin embargo, en esa edición de los Premios de la Academia el genio de Calanda privó a nuestra cinematografía de conquistar su primera estatuilla, ya que competía en la categoría contra un Jaime de Armiñán muy bien posicionado en las quinielas con Mi querida señorita (1972).
Antes, Juan Antonio Bardem (La venganza, 1958), Luis García Berlanga (Plácido, 1961), Francisco Rovira Beleta (Los Tarantos, 1963, y El amor brujo, 1967) y el propio Buñuel (Tristana, 1972) se habían colado entre los nominados representando a España, aunque ninguno subió finalmente al escenario. Buñuel (Ese oscuro objeto de deseo, 1977) y De Armiñán (El nido, 1980) volverían a comparecer en el sarao en años posteriores, también sin suerte, al igual que Carlos Saura con Mamá cumple 100 años (1979).
De esta manera, al cine español se le resistía el ansiado laurel, que llegó de manera inesperada de la mano de José Luis Garci hace ahora 40 años. Nacido en Madrid 1944 en el seno de una familia asturiana, Garcí se entregó desde la infancia a una "vida de repuesto": la que le proporcionaban las sesiones dobles de los cines de la época. Al acabar los estudios preuniversitarios, convertido en todo un experto en materia cinematográfica, y con un cómodo trabajo de auxiliar administrativo en el Banco Ibérico que le dejaba mucho tiempo libre, comenzó a probar suerte en la industria.
Empezó escribiendo relatos y artículos para revistas especializadas, y, animado por Antonio Mercero y José María González-Sinde, se lanzó a pergeñar guiones. Con el de La cabina (1972), desarrollado junto a Mercero, mítico mediometraje que conquistó un premio Emmy, conseguiría llamar la atención del productor José Luis Dibildos, que lo reclutó para que sirviera las historias de películas de Pedro Olea, Eloy de la Iglesia o Roberto Bodegas.
Tras un par de cortos, Garci debutó como director con notable éxito en Asignatura pendiente (1977), en donde a través de la melancólica historia de dos amantes capturaba el momento que atravesaba el país en los últimos coletazos del franquismo. En ello seguiría indagando en Solos en la madrugada (1978) y en Las verdes praderas (1979). Con El crack (1980) cambiaría de tercio para realizar un homenaje al cine negro clásico y a autores como Dashiel Hammett.
Convertido ya en un valor sólido y al alza del cine español, Garci se dispuso a desarrollar un nuevo guion sobre un exiliado que, tras la reinstauración de la democracia en España, regresa a su ciudad natal, Gijón, donde se reencuentra con la mujer que fue el amor de su juventud. Para desarrollar el personaje principal, que recaería sobre los hombres de un Antonio Ferrandis que triunfaba en aquellos momentos con el Chanquete de Verano azul, Garci recordó a Albajara, un poeta amigo de su padre que falleció a finales de los años 40 en un campo de concentración.
El director lo imaginó sobreviviendo a la Guerra Civil, convertido en un maduro profesor de la Universidad de Berkeley que recibe el Premio Nobel de Literatura y que decide regresar a su ciudad natal. De esta manera, el director reflexionaba sobre el tiempo perdido de la generación cuya juventud se extravió en la guerra.
“Quiero rendir homenaje a los hombres y mujeres que empezaron a vivir su juventud en los años treinta; y en especial, a los que aún están aquí, dándonos ejemplo de esperanza, amor, entusiasmo, coraje y fe en la vida. A esa generación interrumpida, gracias”, es la dedicatoria de Garci con la que acaba la película, titulada Volver a empezar.
El filme se estrenó el 29 de marzo de 1982, sin demasiado éxito y con críticas tibias. Pero entró en la terna de candidatas a representar a España en los premios Óscar junto a La colmena de Mario Camus y Demonios en el jardín, de Manuel Gutiérrez Aragón. “No era la mejor del año española”, explicaría Garci 30 años después en un reportaje en ABC. “La cosa estaba entre La colmena, que yo creo que era la mejor, y Demonios en el jardín. Los partidarios de La colmena, para no votar a Demonios en el jardín, votaron Volver a empezar y al revés. De rebote, salimos nosotros”.
El 11 de abril de 1983, el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles acogió la gala de los Óscar en la que se resolvería la suerte de Volver a empezar y en la que acabaría arrasando Ghandi, de Richard Attemborough. El filme de Garci competía contra la nicaragüense Alsino y el cóndor (Miguel Littín), la francesa 1280 almas (Bertrand Tavernier), la sueca El vuelo del águila (Jan Troell) y la soviética Vida privada (Yuli Raizman). Jack Valenti, presidente de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos, y la actriz vienesa Louise Rainer fueron los encargados de abrir el sobre que contenía el nombre de la mejor película de habla no inglesa.
Sobre el escenario, un pletórico Garci, vestido con esmoquin blanco y pajarita negra, aseguraba en inglés que en ese momento cumplía un sueño de su infancia. El premio propició además una nueva vida comercial a la película en España, al tiempo que los críticos se veían obligados a mirar con mejores ojos un filme que había hecho historia, reivindicando en especial el trabajo de Ferrandis como protagonista, pero también los de Encarna Paso y José Bódalo como secundarios. Sin embargo, algunos mantuvieron sus reservas, interpretando el premio como un espaldarazo a una democracia naciente que restaba importancia a los meritos del filme.
Garci volvería a estar nominado en otras tres ocasiones, con Sesión continúa (1984), Asignatura pendiente (1987) y El abuelo (1998), pero el Óscar de Volver a empezar no solo reparó las injusticias que se pudieran haber cometido con el cine español en ediciones anteriores, sino que sirvió para levantar la autoestima de los realizadores españoles en un tiempo de optimismo generalizado y para abrir la senda que llevó a Fernando Trueba (Belle epoque, 1993), Pedro Almodóvar (Todo sobre mi madre, 1999) y Alejandro Amenábar (Mar adentro, 2004) a conseguir sus propias estatuillas años más tarde.