José Luis Garci: “En todas mis películas se ve la marca de la Underwood”
El director madrileño retoma el personaje de Germán Areta en El crack cero, precuela en blanco y negro de su particular saga de cine negro
1 octubre, 2019 09:07La principal preocupación de José Luis Garci (Madrid, 1944) en estos días de promoción es que las diversas proyecciones de El crack cero a las que se ve obligado a acudir no coincidan con la Champions League. “Me gusta el fútbol tanto como el cine”, asegura el director, que hace siete años anunció su retirada tras el estreno de Holmes & Watson. Madrid Days (2012). “Me quedé muy satisfecho con cómo quedó esa película, en la que había intentado encontrar una fórmula de cámara invisible, y quizá por eso decidí dedicar mi tiempo a otras cosas. Por ejemplo, a detectar las diferencias entre la Novena Sinfonía de Von Karajan y la de Celibidache. O a pasear, a leer, a escribir, a hacer radio… Lo que pasa es que, como le ocurre a Bond, never say never again”.
La génesis del regreso del director tiene su origen en una conversación con Maite Imaz, la viuda de Alfredo Landa. Ella le pidió al ganador del Óscar por Volver a empezar (1982) que retomara el personaje de Germán Areta, el investigar privado que había inmortalizado su marido en los 80 en El crack y El crack II. “Sé que a Alfredo le habría encantado”, le dijo. Cuando Mayte murió poco después de aquella conversación, Garci decidió saltar al ruedo y hacer realidad la petición de su amiga. “No tenía ninguna necesidad de rodar ni lo echaba de menos, pero tampoco me pareció que fuera una cosa terrible volver a hacer una película”, comenta el cineasta. “De hecho, no noté ninguna diferencia. El primer día de rodaje fue igual que el de cualquier película anterior. No había ningún problema, más allá de que el 80 % de las personas que habían participado en las películas anteriores o habían muerto o estaban retirados”.
“Me pueden achacar que mis películas no tienen imágenes espectaculares, pero no tengo ningún complejo”
Pronto intuyó Garci que para salvar las ausencias lo mejor sería saltar al pretérito de Germán Areta. Así, El crack cero, que se estrena el 4 de octubre, se ambienta en 1975, poco antes de la muerte de Franco, cuando el ex policía acaba de iniciar su actividad como investigador privado. Como en los grandes clásicos del noir, la trama arranca con el encargo de una misteriosa y atractiva mujer. Y, al contrario de lo que ocurría en las anteriores entregas, ahora el director apuesta por una imagen en blanco y negro. “La razón de ser de esta decisión estética está relacionada con el hecho de que la película trascurre entre el final de una era y el comienzo de otra”, explica el director. “Casi todas las películas de cine negro del Hollywood dorado están ambientadas en épocas de posguerra, con soldados que vuelven a casa y han perdido su empleo y quizá a su novia. Son personas desengañadas en ciudades agresivas. En El crack cero también estamos en una posguerra y ese mundo de perdedores que rastrea tiene mucha más fuerza en escala de grises”.
Garci recibe a El Cultural en su despacho de la calle Bárbara de Braganza de Madrid, donde una figura a tamaño real de Humphrey Bogart caracterizado como Sam Spade presencia la conversación. No es mal invitado, ya que el personaje de Dashiel Hammet fue una de las referencias para la construcción de la personalidad de Areta. Uno de los grandes retos de esta precuela era encontrar al actor que pudiera alcanzar la alquimia perfecta entre la dureza clásica de los protagonistas del género y la ternura que aportaba la interpretación de Landa. Aunque en un principio la idea era que Víctor Clavijo afrontara el personaje, unos problemas de agenda llevaron finalmente a que fuera Carlos Santos (famoso por interpretar a Povedilla en Los hombres de Paco) el elegido. “En principio no le veía ningún parecido con Alfredo, pero si le pones la gabardina y esos niquis entallados ya empieza a parecerse un poco más”, confiesa Garci. “Además, buscamos que su expresión corporal fuera parecida a la hora de andar o de fumar. Pero lo que sí tenían en común es que son actores naturales, muy relajados, que sin embargo en el mismo plano pueden estallar como lo hacen actores americanos del tipo de Robert De Niro o Joe Pesci”.
Es lo que ocurre en la primera secuencia de la película, cuando Areta interviene en una disputa para evitar que un hombre agreda a su pareja. No es el único momento en la que la violencia contra la mujer aparece en pantalla. “Si hay ahora, imagínate en el año 75”, espeta el director, que habla también sobre la situación de la mujer en la industria. “Yo conozco a Harvey Weinstein, que estuvo con nosotros cuando nominaron El abuelo al Óscar, y lo que me sorprende es que las denuncias salgan ahora. Eso se sabía hace años. Ahora sí, en mis rodajes jamás he visto ni un trato de menoscabo a la mujer. De hecho, no conozco ninguna denuncia al respecto en el cine español de la época, salvo cuando Concha Velasco aseguró que un productor le intentó tocar el culo. Lo que creo que sí se debería hacer es desligar las obras de la vida personal de los autores y también defender la presunción de inocencia, porque fíjate lo que está pasando con Plácido Domingo”.
Un verso suelto
Garci es todavía un verso suelto en el ecosistema de la industria cinematográfica española. Siempre ha mirado al cine clásico con nostalgia (“yo no he sido nunca de la Nouvelle Vague ni del neo cine de autor de los años 80”), abomina de los casting (“es un menosprecio para los intérpretes”), duda de que la autoría de una película pertenezca al director (“¿cómo puede ser el autor alguien que no ha escrito la historia?”), adora el montaje (“es igual que escribir, pero con planos en vez de palabras”) y cuestiona las virtudes del digital (“lo que importa es que la historia funcione y sea acogedora para el público”).
Quizá por esa independencia, no le importan los comentarios maliciosos sobre la parsimonia de su cine. “A mí me pueden achacar con razón que mis películas no tienen imágenes tan espectaculares como las de Godard, Lelouch o Ridley Scott, pero no tengo ningún complejo”, asegura. “Mi estilo es funcional y puedes incluso ver en todas mis películas la marca de la Underwood, están cosidas por sus teclas. Intento servir al guion de una manera casi invisible, sin que se note la cámara. En este sentido, El crack cero es una reliquia de las de antes”. Lo que no nos atreveríamos a decir es que sea la última de Garci.