'Suro' irrumpe con una potente parábola sobre la inmigración en San Sebastián
Mikel Gurrea debuta con aplausos con un 'thriller' rural y Christophe Honoré triunfa con una película sobre el duelo de un adolescente en unas jornadas marcadas por el protagonismo estelar de Juliette Binoche
19 septiembre, 2022 20:13San Sebastián suele ser el lugar predilecto en el que se estrena el mejor cine español del año. Después de dos películas como Modelo 77 y Girasoles silvestres, firmadas por dos tótems del cine patrio como Alberto Rodríguez y Jaime Rosales, la sorpresa del certamen recaía en Suro, dirigida por el debutante Mikel Gurrea. Es poco frecuente que un director novel estrene en Sección oficial, pero el envite vale la pena. Suro es una película apasionante atravesada de cabo a rabo de buen cine.
En tiempos en que se habla todo el rato sobre la España vacía y el “regreso al campo”, la película nos ofrece la versión oscura de ese tránsito de lo urbano a lo rural que muchas veces se pinta como idílico. Está protagonizada por una pareja de treintañeros (Vicky Luengo y Pol López) que se instalan en una masía del Ampurdán catalán, herencia de una tía de la mujer, lo cual le da un poder que será clave para entender la historia y el conflicto entre ambos. Para explotar económicamente las tierras, arrancan el corcho (el “suro” del título) de los árboles para venderlo.
Para llevar a cabo tal tarea, de la que son completos ignorantes, contratan a un capataz de la zona que junta a un grupo de trabajadores locales con papeles y con alta en la Seguridad Social y unos inmigrantes magrebíes que faenan de manera ilegal. El jefe se hará amigo de uno de ellos, Karim, un adolescente, y lo instala en su casa, horrorizado ante las condiciones miserables en que se hospeda. La presencia del extraño y sus privilegios generará todo tipo de tensiones. No solo en el matrimonio, sino también entre el resto de trabajadores, algunos ya molestos por la presencia de unos extraños que cobran más barato que ellos.
Suro es demasiado larga, error frecuente en el cine actual, y a veces se pierde por el camino, pero poco a poco va construyendo una historia cada vez más asfixiante que transpira verdadera humanidad. Es una película sobre la parte oscura que encierran incluso los sueños más bellos, sobre la forma en que la vida nos obliga a renunciar a unos principios para salvaguardar otros y los desgarros que esas renuncias van dejando en nosotros.
Hay algo salvaje, primitivo en el buen sentido, en la forma en que acaba colisionando la civilización o la idea que preferimos tener de ella con la cruda realidad. También en la manera en que la propia vida nos desgasta sin que queramos darnos cuenta.
El foco, sobre Juliette Binoche
La reina del festival estos días es Juliette Binoche, que ayer recogió el Premio Donostia y ha presentado dos películas de golpe. En Sección Oficial, Le lycéen (Winter Boy), en la que Christophe Honoré reconstruye la propia muerte de su padre cuando era un adolescente. En este caso, Binoche interpreta a la madre del protagonista, una mujer de clase media de la provincia cuya vida queda devastada cuando su marido muere en accidente de coche.
Es una película “muy francesa" en tanto que responde al estereotipo que tenemos en la cabeza, con ese adolescente mirando a cámara y soltando discursos hermosos. En las películas francesas, ya se sabe, hay muchas bellas palabras. El triunfo del filme consiste en que el director de Chansons d’amour logra extraer petróleo de la interpretación del chaval (Paul Kircher) en una película que evita todos los clichés de esa época para retratar el lado oscuro de una etapa vital mucho más difícil de lo que se suele ver en las películas.
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Destrozado por la muerte del padre, el joven protagonista se traslada a París a vivir con su hermano artista (el siempre extraordinario Vincent Lacoste) y se enamora perdidamente de su compañero de piso, que le dobla la edad. Lo conmovedor del filme es la forma en que el protagonista muestra su vulnerabilidad, ese sentimiento de estar “mal” en el mundo que con frecuencia se da en esa edad, esa angustia adolescente a medio camino entre el entusiasmo y el terror.
Binoche también protagoniza Fuego, de Claire Denis, proyectada con motivo del propio Premio Donostia a la actriz. Trata sobre una mujer felizmente casada (con Vincent Lindon) cuya vida se tambalea cuando aparece un ex novio, también ex mejor amigo de su actual pareja. En Fuego también hablan mucho y desarrollan hermosos discursos sobre sus sentimientos y trata un tema tan francés como la infidelidad.
Es un drama bien hilado, muy bien interpretado, en el que Binoche da vida a una mujer atrapada entre dos lealtades y que sufre porque parece que la vida la coloca en la posición de tener que hacer daño a alguien haga lo que haga. Es una película “adulta” que deja la impresión de haber visto a personas de carne y hueso enseñando las entrañas. Ese grado de intimidad con sus personajes es sin duda lo mejor de un filme notable.
OnlyFans en el cine
Por último, también a concurso, Pornomelancolía es una especie de documental rodado como si fuera una ficción sobre un mexicano, Lalo Santos, que se gana la vida como actor gay porno primero, chapero después y en último término, como “sexinfluencer” en el canal OnlyFans, donde miles de personas tratan de ganarse la vida mostrando su actividad sexual. Hay muchas pollas, dicho en plata, en esta película en la que vemos una y otra vez al protagonista, no siempre de manera explícita, mantener sexo con otros hombres.
El director, el argentino Manuel Abramovich, nos quiere hablar de la vacuidad de las redes sociales y de la desnaturalización del sexo en un mundo que lo ha banalizado al máximo. Lo que no tengo claro es si la película cae en el mismo error que critica al caer en una cierta banalidad que a veces parece incluso condescendiente.