Image: Abel Ferrara: “La libertad es un estado de ánimo pero no viene del cielo”

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Cine

Abel Ferrara: “La libertad es un estado de ánimo pero no viene del cielo”

1 septiembre, 2017 02:00

Abel Ferrara.

Pese al éxito y su vida cosmopolita Abel Ferrara sigue hablando con la voz ronca y viril de un matón del Bronx. Ha dejado de fumar, reconoce ser feliz sin drogas y presenta estos días en el Festival de Venecia Piazza Vittorio, su nueva entrega cinematográfica. La Filmoteca Española le dedica este mes una programación especial con toda su filmografía. Además, dará una Master Class en la Casa Encendida y un concierto en la sala Moby Dick.

Desde que irrumpiera como un meteorito en la escena underground neoyorquina a principios de los años 70, el cine de Abel Ferrara (Nueva York, 1951) ha sido sinónimo de independencia creativa y espiritual. Quizá a alguno le sorprenda que se utilice la palabra espiritual como adjetivo para unas películas mundialmente famosas por su uso intensivo de la violencia y por estar protagonizadas por seres torturados a la deriva. Para los anales, figuras trágicas y extremas como ese gángster interpretado por Christopher Walken en El rey de Nueva York (1990), el inmoral y sórdido Harvey Keitel de Teniente corrupto (1992) o el reciente Dominique Strauss-Kahn como símbolo de la depravación del poder al que da vida Gérard Depardieu en la brutal Welcome to New York (2014).

Pero es precisamente "espiritual" la palabra que el propio cineasta utiliza para describir el lugar de donde surge un cine que ha agitado como pocos las plateas con su retrato crudo de algunas de las pasiones más oscuras del alma. Suyo es el mérito de haber encendido una luz donde había oscuridad para mostrarnos aquello de lo que no queremos hablar. Abel Ferrara siempre ha sido un cineasta sin miedo y a nadie debe extrañar que denuncie un panorama artístico cada vez más timorato y menos audaz. "El problema no es del público -nos alerta-. El público no hace películas. Son los artistas los que se rinden". Y él no se rinde. ¿Se sigue considerando el rey del cine indie americano aunque ahora viva en Roma? "Por supuesto que lo soy. Siempre seré un icono del cine underground de Estados Unidos. Nunca dejaré de ser de donde soy".

Han pasado siete años desde que el director dejara el alcohol y las drogas y hoy es un hombre nuevo que vive en la capital de esa Italia de sus ancestros. Atrás queda el Nueva York convulso cuyos bajos fondos ha retratado como nadie. A sus 66 años, con el cabello gris y revoltoso como un viejo rockero, opina que es un buen momento para echar la mirada atrás y ver el "trabajo" realizado. Está encantado de que la Filmoteca Española le dedique una completa retrospectiva que arranca este viernes, 1, y que contará con su presencia a partir del 14 para presentar Go Go Tales. "Por supuesto que estoy contento. ¿Tú no lo estarías? He hecho las películas para que la gente las vea y lo que más me gusta es que se vuelvan a exhibir. Lo que busco es una conexión espiritual. Voy a una ciudad como Madrid que siempre he querido visitar. Tendré la ocasión de hablar con el público. Será fantástico".

Pregunta.- ¿Qué siente cuando vuelve a ver sus películas? Respuesta.- Lo mismo que la gente cuando ve sus grabaciones caseras. Más que la película recuerdo la época en la que la rodamos, los amigos con los que la hice y las cosas que me pasaron. Siempre he trabajado con amigos. No le veo sentido hacerlo de otra manera.

P.- En 2012, con motivo de la promoción de 4:44 The Last Day, dijo que su cine era más positivo porque se sentía mejor. ¿Cómo se siente ahora?
R.- Cuando haces una película es siempre por buenos motivos. El acto de hacer cine es en sí mismo un acto espiritual. Cada decisión, cada momento es una revelación porque es una búsqueda de una voz. Se trata de crear. Y sí, sigo mejor. Desde que dejé las drogas soy mucho más feliz.

P.- ¿Le molesta que siempre se refieran a usted como el cineasta de lo oscuro y lo obsceno?
R.- Depende de la película. De todos modos nunca me han interesado demasiado las críticas. Cuando las leo siempre tengo la impresión de que tratan mucho más sobre la persona que las escribe que sobre la película de la que hablan. Agradezco la atención pero pueden decir lo que quieran.

El delirio de las drogas

Ferrara es el eterno enfant terrible. En 2005, durante la presentación en el festival de Venecia de Mary, una indagación sobre Cristo en un mundo apocalíptico post 11-S, estaba tan borracho que se cayó varias veces de la silla. "Hubo una época", nos cuenta ahora, "en la que necesitaba las drogas para enfrentarme a cualquier cosa. Pensaba que no podría hacer nada sin ellas. Después, cuando las dejé, me di cuenta de que no las necesitaba y que, de hecho, nunca me habían gustado. Es un delirio. ¿No es ridículo hacer tantos años algo que te perjudica y que además no te gusta? A todas las personas que tengan el mismo problema les digo que se pasen 40 días sin drogas y después vean si quieren continuar o prefieren dejarlo".

El ciclo que le dedica la Filmoteca tiene por título ‘Adictos a Abel Ferrara', una manera de poner en valor el hecho de que la adicción ha sido uno de los temas recurrentes de su filmografía. En sus dos primeros largometrajes, que podrán verse en la retrospectiva, los protagonistas se convierten en adictos al asesinato. Lo vemos en Killer. El asesino del taladro (1979), donde él mismo interpreta a un artista ahogado por las deudas y agobiado por las peleas con su novia. Recientemente restaurada, ha sido reestrenada en cines en EEUU donde la crítica se ha deshecho en elogios después de renegar en su momento. Ángel de venganza (Ms. 45, 1981) trata sobre una costurera muda que después de ser violada dos veces en el mismo día desarrolla una frenética actividad homicida. El asesino en serie reaparece en Ciudad del crimen (1984), donde un ex boxeador busca a un hombre que acaba con la vida de strippers.

P.- En un momento de El rey de Nueva York el personaje de Cristopher Walken dice que no ha matado a nadie que no lo mereciera. ¿Ha sido justo con las personas que ha "matado" en su vida?
R.- Si te fijas, en ese momento de la película el policía le contesta: "eso se lo explica al juez". No puedo responder a esa pregunta. Todos tenemos un juez personal ante el que nos sentimos responsables. De vez en cuando tengo algunas unas palabras con él...

Pura supervivencia

Una imagen de El Rey de Nueva York

A pesar del éxito artístico y la vida cosmopolita, Ferrara sigue hablando como un thug (matón) de barrio con una voz ronca y viril plagada de latiguillos como "you know" y "man" como si acabara de salir de ese Bronx en el que creció. "Vengo de una familia de clase obrera. Mi madre creció durante la Gran Depresión y en casa nunca nos sobró nada. Hubo épocas en las que era pura supervivencia. Después, cuando me hice cineasta me di cuenta de que para hacer películas tienes que hacer un pacto con el diablo si quieres financiarlas. En casa me enseñaron a entender el valor del dinero y no despreciarlo. Desde entonces lo respeto, pero no lo adoro".

Después de un breve paso por la televisión dirigiendo capítulos de series como Corrupción en Miami, Abel Ferrara dirigió dos filmes, el romance interracial China Girl (1987) y el drama El cazador de gatos (1989) antes de emprender una etapa de gloria que arranca con el éxito ya citado de El rey de Nueva York (1990). "Creo que allí estaba intentando hacer lo que se supone que debía hacer todo director americano desde El padrino de Coppola: una gran película sobre mafiosos. Me gusta hacer buenas películas y que la gente se divierta", resume, como si fuera incapaz de ver contradicción alguna en esos términos.

Esa etapa de gloria tiene su momento álgido con la célebre Teniente corrupto, donde vemos a un Harvey Keitel pasado de rosca en la piel de un policía acosado por las deudas en un demoledor descenso a los infiernos. "Es una buena película", dice Ferrara, "y además tuvo la suerte de contar con una gran interpretación de Keitel. Cuando tienes al actor perfecto es fantástico. Además tuvo una muy buena distribución. Es una de esas veces en las que todo sale bien". El momentum de Ferrara continúa con una fugaz incursión en el Hollywood mainstream con Secuestradores de cuerpos (1993) y tiene su último punto álgido con la brutal El funeral (1996), una película sobre la mafia italiana considerada de forma unánime un hito en el género. "Nunca la vi como una película de mafiosos sino como una película sobre la familia", nos dice ahora. "Me dio la oportunidad de reflejar un mundo que conocía bien". Quizá la gloria termina con Oculto en la memoria (Blackout, 1997), en la que un Ferrara desconocido retrata a un actor drogadicto en horas bajas en un filme en el que da la impresión de que ha agotado su propia fórmula.

La suya es una filmografía muy ligada a la ciudad de Nueva York, un Nueva York recóndito y barriobajero en el que Ferrara va un paso más allá del cine de Scorsese para reflejar sus rincones más oscuros. Es esa urbe previa a la alcaldía de Rudy Giuliani, el hombre de la "ley y el orden" que impuso una disciplina marcial, dominada por las bandas de criminales. Una ciudad convulsa y sangrienta que sin embargo parece gustarle mucho más a Ferrara que la de ahora, dominada por los grandes financieros.

P.- ¿Por qué decidió marcharse de Nueva York a Roma?
R.- Mi madre era italiana así que en realidad también puede decirse que he vuelto a mis raíces. Manhattan da asco, se ha vendido. Ha sido ocupado por las corporaciones financieras. Del mismo modo que los ingleses echaron a los indios, los especuladores de bolsa han acabado expulsando a toda la gente creativa. Hay un Nueva York que aún me gusta pero definitivamente está fuera de la isla.

P.- ¿Para un cineasta es hoy más difícil ser libre y radical de lo que era entonces? R.- Probablemente, sí. Durante los 80 y 90 era relativamente sencillo financiar películas a contracorriente. Quizá resulta chocante pero dependíamos completamente de Wall Street porque había un sistema de deducciones fiscales que permitía invertir en cine en vez de pagar impuestos. A los que invertían les daba igual ganar dinero, lo cual era perfecto para nosotros. Pero anularon esa ley de incentivos y los productores se volvieron codiciosos. Para rematar, cuando la bolsa se hundió a finales de los 90, nosotros nos hundimos con ella.

Producción y creación

Una imagen de Piazza Vitorio

P.- ¿Cuál es hoy la mejor manera de seguir adelante?
R.- La libertad es un estado de ánimo, es algo que está en tu mente. La libertad tampoco es un regalo, no viene del cielo. El problema de muchos cineastas es que tratan de adaptarse al productor cuando tienes que hacer al revés, debes buscar al productor que se adapte a tus necesidades.

P.- ¿La corrección política ha matado al cine independiente?
R.- Eso de la corrección política es lo mismo que dice el imbécil de Donald Trump. Los artistas tenemos la obligación de luchar por esa libertad y cuando no estás dispuesto a pagar un precio por ella, porque siempre estás pensando en quedar bien, entonces la pierdes y no creo que te puedas quejar, porque en realidad no las has tenido nunca. Salta a la vista que no vivimos en el mejor momento. Si acaso, es un incentivo para pelear con más ganas. Yo tengo el problema y la virtud de que nunca he sabido callarme.

Volcado en el documental

En los últimos tiempos, Ferrara no solo ha dirigido su película sobre Strauss-Kahn. En 2014 vimos Pasolini, el magnífico biopic del director italiano con el que asegura sentir una fuerte conexión espiritual, y en el Festival de Venecia estrena estos días Piazza Vittorio, un documental en el que refleja el ambiente cosmopolita y diverso de la famosa plaza romana. "Me niego a hablar de una película que no has visto", zanja. Cada vez más interesado en el documental, el director ha rodado en la última década Napoli, Napoli, Napoli (2009) y Alive in France, sobre su gira de conciertos del año pasado en Francia.

En Madrid Ferrara no solo presentará su ciclo de películas y conversará con el público, también tocará en directo con una banda de músicos locales (15 de septiembre en la sala Moby Dick) para mostrar su faceta musical. Según cuenta en Alive in France, "muchas veces he sentido la necesidad de componer canciones para mis filmes porque no tenía dinero para los derechos". Por eso, esa faceta musical está totalmente relacionada con la cinematográfica. "Al fin y al cabo, lo único que he hecho en mi vida son películas".

@juansarda