Tim Squyres: "El montador es el último en marcharse de una película"
El colaborador habitual de Ang Lee imparte en Barcelona una clase magistral sobre uno de los oficios más apasionantes y desconocidos del mundo del cine
15 abril, 2013 02:00El montador Tim Squyres imparte una clase magistral en Barcelona.
Es uno de esos personajes que viven en la paradoja de estar a la sombra de un negocio como el cine en el que sus principales figuras viven constantemente a la luz pública. El montador Tim Squyres (New Jersey, 1959) comenzó su carrera junto a Ang Lee en el debut de éste, Manos que empujan (1992) y le ha acompañado en películas como El banquete de boda (1993), La tormenta de hielo (1997), Tigre y dragón (2000) o la reciente La vida de Pi, por la que Lee ganó el Oscar como mejor director y Squyres fue nominado. Colaborador de otros cineastas de altura como Robert Altman (Gosford Park, 2001), George Clooney (Syriana, 2005) o Jonathan Demme (La boda de Rachel, 2008). El prestigioso montador visita hoy Barcelona para impartir una master class en la que ahonda en los retos que supuso trabajar en 3D en una película como La vida de Pi. En la entrevista, descubrimos el rol crucial del montador así como algunas claves de uno de los trabajos más apasionantes y desconocidos del mundo del cine.-¿Cómo conoció a Ang Lee?
-Fue por casualidad. Cuando terminó de rodar Manos que empujan necesitaban un montador rápido que fuera barato porque no podían pagar a un verdadero montador.
-Su relación dura ya veinte años, ¿qué tienen en común para que sea tan duradera?
-Tenemos una estética similar, siempre me ha sido fácil que me guste en lo que estaba trabajando. Estamos de acuerdo casi todo el tiempo, yo diría que en el 90%, pero hablamos mucho del 10%, o sea que si nos escuchas parece que discrepemos mucho. Es un debate en el que nos empujamos el uno al otro y en el que Ang Lee está muy abierto a mis sugerencias.
-¿Como concretaría esa afinidad estética?
-Tenemos una visión de lo cinemático similar. Recuerdo durante Tigre y dragón que me mandaron material del rodaje que había hecho la segunda unidad y en seguida lo llamé para decirle que eso no lo podía haber rodado él y que no servía para nada. No se trata solo de dónde pones la cámara, es una sensibilidad que también tiene que ver con lo que esperamos de los actores, una idea de lo que es correcto y lo que es excesivo.
-¿Cómo se plantearon La vida de Pi?
-Desde el principio la idea era crear algo muy fuerte visualmente. El problema es que no teníamos mucho tiempo y los efectos especiales eran muy complicados por lo que literalmente hicimos la película en el ordenador antes de rodarla porque no había tiempo que perder. El 3D es largo y pesado por lo que teníamos que ser muy cuidadosos con lo que rodábamos. Todo se complica además cuando tienes mucha agua. El agua es muy pesada en una película.
-Mucha gente quizá piensa que el montador aparece al día siguiente de que termine el rodaje, ¿no es así?
-Depende. Cuando trabajo con Ang Lee empiezo desde el principio, lo primero que hizo fue pedirme que leyera el libro y estuve en la fase de desarrollo del proyecto. Pero no siempre es así. Algunas veces lees el guión pero luego no apareces hasta que el rodaje ha terminado.
-La vida de Pi parece dos películas en una. La primera parte es muy distinta en todos los sentidos a la segunda, ¿es difícil equilibrar ambos ritmos de montaje?
-Son dos partes completamente distintas y tienen que percibirse de una forma completamente distinta. Primero entramos en el mundo de la fábula y a partir del naufragio todo el mundo de Pi cambia, durante una hora no hay diálogos. En esa segunda parte lo que queríamos crear es una experiencia totalmente inmersiva gracias al 3D, que el espectador literalmente habite en ese mundo de fantasía y de belleza.
-¿Cambia mucho el 3D su trabajo?
-Completamente. En el caso de La vida de Pi, por un par de razones: la película es lenta, durante mucho rato no pasa nada, lo único que tienes es la barca, el chico, el tigre, el sol y el océano. Nuestra intención no era reflejar la realidad sino crear una abstracción de la realidad, un universo de gran belleza.
-¿Hicieron versiones distintas para el 2D o el 3D?
-Reflexionamos mucho sobre este asunto y llegamos a la conclusión de que la apuesta por el 3D tenía que llegar hasta el final. La experiencia demuestra que si ruedas en 2D y pasas a 3D no queda bien, sin embargo al revés sí funciona aunque en 3D cortas menos rápido. Hicimos un par de pequeños cambios para el 2D pero aprendimos que es la forma correcta.
-Si algo destaca en el cine de Ang Lee es su humanismo.
-Creo que lo más importante para él son los personajes. Veamos una película como La tormenta de hielo. La novela estaba escrita por alguien que estaba muy enfadado con sus padres. En el guión se convertía en una sátira y en el rodaje los personajes de carne y hueso se hacían simpáticos al espectador y sus problemas se convertían en un drama. El escritor era muy duro con ellos pero Ang Lee es incapaz de eso. De manera que fue una película muy difícil de montar porque no sabíamos encontrar el tono adecuado de una película que estaba escrita para ser una sátira pero estaba rodada como un drama. Lo pasamos tan mal que no pude verla durante años. Un día la cacé por casualidad en la televisión y pensé, ¡pues es una película bastante buena!
-¿Hasta qué punto el montador es libre de hacer lo que quiera?
-Siempre tengo libertad, mi trabajo es enterarme de lo que quiere el director. En las películas suele pasar que el director tiene una idea previa, en rodaje las cosas cambian y en este momento es bueno que entre un montador para dar una nueva visión sobre el material que realmente existe. No se trata solo de seguir el estúpido plan inicial porque los proyectos están vivos. Lo que suelo hacer es ofrecer opciones.
-¿Cómo se produce esa colaboración entre director y montador?
-Es muy curioso porque el director rueda la película bajo un montón de presión, tiene que ocuparse de los actores, del sonido, del diseño de producción... es una locura. Sin embargo, cuando llega el momento de montar estáis tú y él en la sala de montaje encerrados y es un proceso que puede alargarse con plazos tranquilos. Si funciona bien es muy cooperativo y muy relajado, si funciona mal puede ser terrible.
-¿Le ha sucedido tener que montar algo en contra de su voluntad?
-Se trata de hacer la mejor película que pueda que tiene que ser la misma que quiere el director. Hay que trabajar con cineastas con los que sientas una afinidad y respeto por su trabajo, pero en último término está claro que la decisión final es del director.
-Ang Lee supone una peculiar combinación de raíces asiáticas y narrativa estadounidense, ¿dónde sitúa sus influencias?
-He visto muchas películas a lo largo de mi vida, americanas y de otros países del mundo. Cuando iba a la universidad todos admirábamos el cine europeo de Buñuel o Bergman. De todos modos, lo correcto es que cada película encuentre por sí misma su propio lenguaje. Si te planteas montar la película como Bergman te equivocas porque es el material rodado el que debe marcar el tono. Por ejemplo, en La boda de Rachel encontramos ese tono adecuado en función de lo que veíamos, en la sala de montaje acabamos de completar esa apuesta estética.
-¿Reciben muchas presiones de los productores?
-Lo más difícil a la hora de abordar un proyecto es sacrificar las cosas que te gustan pero no funcionan en el conjunto de la película. Respecto a los productores, es curioso porque siempre insisten en que sea más corto con lo cual es el único negocio que conozco en el que los fabricantes creen que es mejor dar menos material a sus clientes por su dinero. De todos modos, en los últimos años hemos visto cómo las películas cada vez son más largas por lo que no hay una regla concreta.
-¿Cómo se siente al ser un desconocido en un mundo de famosos?
-Conozco a muchos famosos y estoy contento de no serlo. Me gusta el montaje, me divierto con lo que hago, el cine es un gran trabajo de colaboración. Hay muy poca gente que controla toda la historia y el montador es una de ellas. Además, yo soy el último en marcharme en una película.