Tenemos que hablar del teatro
El ciclo Conversaciones en el Galileo reúne a profesionales de la escena para hablar de mecenazgo, nuevos espacios, el sentido del éxito, el debate entre el teatro público y privado...
15 abril, 2013 02:00La casa de la portera. El nuevo entramado de pequeñas salas será uno de los temas de debate en las Conversaciones en el Galileo.
Telón abierto. Regresado del más allá, emerge en cualquiera de los escenarios de Madrid en 2013 Federico García Lorca. Sostiene una cuartilla escrita a mano y se arranca a leerla. Entre el público figuran autores, directores, actores, empresarios, técnicos, críticos y políticos: "Queridos amigos, para los poetas y dramaturgos, en vez de homenajes yo organizaría ataques y desafíos en los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saña: '¿A que no tienes valor de hacer esto?' '¿A que no eres capaz de expresar la angustia del mar en un personaje?' '¿A que no te atreves a contar la desesperación de los soldados enemigos de la guerra?'". Luego continúa el poeta más exaltado: "Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama "matar el tiempo".
En apenas dos párrafos, Lorca ha expuesto todos los males que acechan a la escena en este 2013, año de subidas de impuestos, de fuga de espectadores, de empresarios temerosos que se rinden al divertimento para cuadrar números, de políticos que desbrozan las subvenciones. La crisis del teatro es el leitmotiv de su discurso, sólo que estas palabras las escribió el poeta en los años 30. Sucede que el debate sobre el estado de la escena es tan viejo como la tragedia y que sus problemas van y vienen en el péndulo de la historia. El péndulo en esta coyuntura espinosa exige que los profesionales de este arte suban a las tablas a hablar de lo que pasa y de lo que está dejando de pasar, como se hará desde este lunes en las Conversaciones en el Galileo, en las que se debatirá sobre el éxito en el teatro, la dicotomía entre la producción pública y la privada, la ley de mecenazgo y el nacimiento, con los nuevos tiempos, de nuevos escenarios, que no todo va a ser negro. Profesionales como Miguel del Arco y Albert Boadella, autores como Antonio Garrigues Walker, empresarios como Enrique Salaberría y Miguel Alcantud, el académico de la RAE Luis María Anson y periodistas como Blanca Berasátegui y Liz Perales participan en la cita que comienza este lunes.
Uno de los que tiende a ver el vaso medio lleno es Albert Boadella, hoy gestor de un teatro público y previamente director de una compañía privada durante medio siglo. Para él, que participa en los encuentros el próximo 6 de mayo junto a Luis María Anson en el debate sobre las ventajas y desventajas del teatro privado y el público, el debate entre los objetivos de ambos colea desde hace años, pero en la actualidad y con las arcas sonando a hueco, se hace necesario un diálogo más continuado: "Es importante determinar la función ideal de un teatro público frente a los acontecimientos que estamos viviendo. Hay cosas en las que el sector privado difícilmente puede tener posibilidades y medios. Si no es en el musical, no tiene capacidad para hacerlo. O lo hace el teatro público o no lo hace nadie", resuelve.
Para el fundador de Els Joglars, la convivencia en la actualidad de ambas ramas de la dramaturgia es compleja. Mientras los privados buscan rentabilidad, lo público debe atender a otros factores como el interés, la educación, el riesgo... Esta cuestión no implica, sin embargo, que exista una competencia desleal entre ambos, aunque actualmente el empresario privado sí siente (así lo recuerda Boadella) que sus competidores de la Administración pueden pagar a técnicos y actores en una relación de superioridad: "El peligro está en que el teatro público cree inflación en el sector, porque paga unos cachés que el privado no puede asumir. Ese era mi problema, que me tenía que conformar con segunda división, y aquí sí que hay que vigilar el tema".
El empresario Enrique Salaberría, dueño del grupo Smedia y ponente este lunes junto a Miguel del Arco en las Conversaciones en el Galileo (hablarán sobre la renovación de la escena madrileña y sus nuevos valores), es mucho más crítico con el agravio que se produce entre los dos ámbitos. Coincide con Boadella en que el debate es saludable, pero apunta que es importante ver quién está creciendo y por qué razones. A su juicio, no existen espectáculos grandes o pequeños, sino éxitos y fracasos y se está dando, además, una usurpación del ámbito laboral de lo público a lo privado: "El problema no es el IVA, es que han construido empresas que se basan en el ingreso de dinero desde lo público". Por otra parte, Salaberría protesta por la ausencia de un análisis del teatro desde el punto de vista regional para determinar el estado de la cuestión: "Bilbao ha inaugurado cinco salas los últimos años; Madrid tiene ahora la pequeña del Español, el Valle Inclán, el Price... Estamos en la contrariedad de la organización administrativa de España y además sufrimos la parálisis de un sector que no piensa, que se cree en el derecho de que se le solucionen los problemas. Es una enfermedad brutal, yo me reía de ella y dije en su día que el teatro público era el cáncer de la profesión, pero lo somos también nosotros mismos. El daño nos lo hacemos por no ser autocríticos y permitir todo lo que se ha permitido. Este inmovilismo es lo peor que nos podía pasar".
Boadella también hace hincapié en el conformismo de algunos profesionales, aquellos que se quedan en el umbral del "así está bien ya" para no sortear gastos y riesgos. "No podemos poner siempre las responsabilidades en la administración, también hay que señalar a los empresarios, a los artistas y al público y sus exigencias. Hay escenarios en los que los espectadores se tragan unas cosas infumables, auténticos cutreríos, y es tremendo. El sector público se puede equivocar pero cuida más la factura técnica, mientras el sector privado se preocupa por el afán de la taquilla. Hay que exigir una calidad".
El autor Miguel del Arco, flamante Premio Valle Inclán de Teatro, parece haber encontrado el equilibrio justo entre la exigencia y el éxito. Quizás por ello es mucho más optimista a la hora de definir el panorama sobre el que tratarán los Encuentros en Galileo. La escena, en su opinión, se está renovando de manera notable y al menos en el territorio madrileño asistimos, asegura, a un verdadero despertar de la profesión: "Antes siempre estábamos a la expectativa de que los empresarios nos llamaran. Hoy existen diversas actividades con autores, directores y actores que dan lugar a una nueva dramaturgia pensada para nuevos espacios, como Kubic, La casa de la portera... Hace cuatro años, cuando preparamos La función por hacer, no teníamos un duro y no lográbamos pasar la seguridad de muchos teatros públicos. Hoy no habríamos tenido ese problema porque existen muchas salas pequeñas. Además, las redes facilitan la comunicación con el público, la gente está mucho más atenta". Este mapa de salitas contribuye a una diversidad insólita en Madrid capaz de satisfacer el gusto de cada cual.
Ahora bien, ¿este entramado de espacios permite que se siga hablando de industria? ¿Es suficiente? Antonio Garrigues Walker, en compañía de José Luis Gómez, director del Teatro La Abadía, y Blanca Berasátegui, directora de El Cultural, debatirán el próximo 22 de abril sobre las posibles fórmulas de financiar los proyectos escénicos. En principio, según la voluntad del Gobierno actual el tan mencionado mecenazgo cumplirá un papel esencial en lo venidero. Para Garrigues Walker, "el teatro merece la misma atención que otras artes, porque además es uno de los factores más importantes para conocer lo que está pasando en la sociedad. La decadencia económica es grave, pero más grave aún es la decadencia cultural que estamos viviendo. Si abandonamos el mecenazgo, abandonamos el alma del ciudadano. La filantropía tiene que darse cuenta de su responsabilidad".
A modo de sugerencia, recuerda Garrigues Walker el modelo de Giving Pledge ("promesa de dar"), que en Estados Unidos han implantado Bill Gates y Warren Buffet y que consiste en donar el 50 por ciento de sus fortunas a causas sociales. "También en Gran Bretaña y Alemania el apoyo cultural del sector público es mucho mayor. En China y Japón, se han dado cuenta de que las industrias culturales son las más rentables. Necesitamos una filantropía mucho más generosa, y que la sociedad civil asuma su responsabilidad. A la filantropía le ha llegado el momento de adaptarse, porque no puede actuar de igual manera en un contexto de crecimiento que en uno de crisis".
Volviendo a Lorca, lo que nadie pone en duda es que el teatro es un instrumento para la edificación de un país, un barómetro, decía el poeta, que marca su grandeza o su descenso. Por eso se exige el debate, como se hace necesario que en todos los teatros, "desde el más modesto al más encumbrado", luzca la palabra Arte.
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