Con El rey que fue Albert Boadella vuelve con sus huestes, Joglars. Realmente, nunca las ha dejado, siempre estuvo al tanto de sus ensayos y planes. Pero el argumento de esta nueva producción bien justifica un reencuentro oficial: trata del rey emérito, Juan Carlos I. La obra se estrena el día 30 en el Teatro Principal de Zaragoza, donde permanecerá hasta el 12 de noviembre. Muchos creerán que es el mismísimo Juan Carlos I el que está sobre las tablas cuando vean a Ramón Fontserè en la que, a mi juicio, es la más lograda transformación de las que le he visto.
Fontserè nos tiene acostumbrados a sus siempre sorprendentes imitaciones de personajes célebres (Dalí, Pla, Pujol…) pero la gran verosimilitud con Juan Carlos I que logra en esta función me dejó literalmente pasmada en el ensayo que ofreció en el teatro de Las Rozas (Madrid). No se trata de una simple imitación física, sino que tiene muy interiorizado el personaje, sus movimientos, sus tics, su habla. “A veces creía que el rey se me había colado en los ensayos”, apunta Boadella. “Cuando comenzamos con el proyecto le di un tiempo para que me ofreciera unas improvisaciones del personaje y a los dos meses me llamó por teléfono haciéndose pasar por Juan Carlos… me engañó”, añade el director. El actor le ha dedicado nada menos que catorce meses a prepararlo.
Con esta obra la compañía cambia de tercio y deja la sátira a un lado. Hay caricatura del personaje, pero no es una ridiculización para destruirlo. Puede que en parte se deba a la simpatía que Boadella tiene por el monarca, al que conoce personalmente y al que ha tratado en muchas ocasiones. Tanto el director como Fontseré, que firman juntos el texto, optan por un retrato humano y tragicómico del que fue nuestro rey, donde lo humorístico se mezcla con lo trágico.
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La vida del emérito es inspiradora, llena de contrastes, de fascinantes anécdotas y como se ha dicho en muchas ocasiones, tiene elementos propios de una tragedia, funestos e imprevistos: una infancia y juventud alejado de sus padres cuando a los diez años vino a España para estar bajo la tutela del dictador; una corona arrebatada al padre; su abdicación final presionado por los manejos económicos y los líos amorosos; y también esa soledad en la que actualmente vive, lejos de su país, y de la que no parece dispuesto a rescatarle su hijo, el actual rey Felipe...
Y, sobre todo, apunta el director, “un hombre sin escapatoria, condicionado por la herencia dinástica desde niño, hasta el punto de que en un momento dado y durante catorce meses se convierte en el único rey absoluto”. Es cierto que Juan Carlos I heredó a la muerte de Franco todo el poder absoluto, pero también que por decisión propia, y en contra de la voluntad del dictador, acabó entregándolo a los partidos políticos.
El retrato de Juan Carlos I no peca ni de exceso ni de defecto en sus vicios y glorias. Los personajes de su círculo social también aparecen, como su hijo al que califica de “marioneta de los políticos” y representante de esas monarquías europeas que solo sirven ya de decoración. Pero el relato no añade nada que no sepamos monárquicos y republicanos, lo asombroso es que resulta conciliador. ¿Cómo han podido hacerlo?, pregunto al director. “Como un juego de claros y oscuros, de humor y de tragedia, y donde al final hay una cierta misericordia hacia un personaje por el que sentimos cercanía como españoles”, resume Boadella.
El gran Fontseré está arropado por una puesta en escena limpia casi vacía de elementos, de gran sencillez, que funciona con la precisión y la metáfora marca de la casa. Reproduce la cubierta de un velero en su travesía por el Golfo Pérsico: suelo de madera con algunas cuerdas que caen del techo simulando los cabos de la nave. En esta cubierta se dan cita una tripulación de árabes coronada con turbante que se transformará en los amigos del rey, invitados a comer una paella, en recurrente metáfora de este país (es plato confeccionado con dispares ingredientes), y que ya ha aparecida en otras obras de Joglars.
Entre los invitados al barco, la amante periodista interpretada por la siempre graciosa y solvente Pilar Sáenz, una atractiva rubia cocinera gallega (Dolors Tuneu) contratada para la ocasión con la que el monarca congenia fácilmente; un capitán demasiado británico (Martí Salvat); el amigo fiel del rey (Javier Villena); y el bufón del rey (Bruno Pérez-Linares), especie de alter ego de Boadella y que sirve para cantarle las verdades del barquero a la manera del más shakesperiano personaje.
Le pregunté a Boadella si cree que el rey emérito se atrevería a ver esta función, ha ido a varias de las obras que ha dirigido y se sabe que le gusta sondear opiniones divergentes: “creo que saltaría de la silla, hay que tener ciertos arrestos para verte a ti mismo en el escenario”. La función llegará a Madrid el 28 de febrero del próximo año, al teatro Infanta Isabel, después de una gira por varias ciudades.
El rey que fue
Teatro Principal de Zaragoza, hasta el 12 de noviembre.
Reparto: Ramón Fontseré, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Martí Salvat, Bruno López-Linares y Javier Villena.
Dirección artística: Albert Boadella
Ayudante de dirección: Alberto Castrillo - Ferrer
Dirección técnica: Pere Llach
Espacio escénico: Els Joglars
Diseño de iluminación: Bernat Jansà
Diseño sonido: David Angulo
Diseño de vestuario: Pilar Sáenz
Producción ejecutiva: Montserrat Arcarons