La mujer-hombre de una autora del XVII
La Compañía Nacional de Teatro Clásico incorpora a su repertorio una de las dos obras que nos han llegado de Ana Caro de Mallén, versionada por Juana Escabias y llevada a escena por la actriz Beatriz Argüello
Valor, agravio y mujer es una de las dos obras que nos han llegado de Ana Caro de Mallén, autora sevillana del XVII que la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) ha incorporado a su repertorio. El título se inscribe en el grupo de obras del Siglo de Oro protagonizadas por mujeres-hombre donde el juego estriba en la confusión de la identidad de su protagonista. La producción puede verse en el Teatro de la Comedia y en el mes de julio viajará al Festival de Almagro.
El título de la obra es confuso —Valor, agravio y mujer—, pero presupone el tema: mujer noble que, perdido su honor por un hombre al que amaba, tiene el coraje de vengar la ofensa por sí misma haciéndose pasar por un varón. Se ha insistido en su originalidad, pero siendo llamativo que la escriba una mujer, en realidad Ana Caro de Mallén (1601-1646) no hace aportaciones singulares sobre el carácter del personaje y sigue la moda del XVII, cuando este tipo de comedias gozaron de mucho éxito, especialmente entre los seguidores de Lope de Vega (llegó a escribir una veintena de estas, destacando Las bizarrías de Belisa), y Tirso de Molina, artífice de uno de sus mejores exponentes, Don Gil de las calzas verdes.
Con la producción se da a conocer a una escritora punta de lanza de un grupo de mujeres dramaturgas que brillaron en la Península y en América en esta centuria. La autora de la versión de esta producción, Juana Escabias, lo ha estudiado y ha reconstruido la biografía de Caro Mallén que rompe con los tópicos de la mujer de su tiempo: presuntamente hija de moriscos y adoptada por una familia noble y de altos funcionarios, recibió una educación exquisita en Granada. Luego en Sevilla desarrolló una carrera literaria brillante, que le permitió vivir de ella; sí, han leído bien. Perteneció a las academias literarias de su tiempo y escribió poesía, crónicas, comedias y autos sacramentales, pero desgraciadamente poco se ha conservado.
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La sevillana es una escritora notable, ducha en los diálogos y el verso, fiel a su época barroca en la creación de tramas enredadas y hábil en mezclar lo popular con lo culto. Esta comedia tiene un aire calderoniano (otro autor con ejemplos señeros como La hija del aire o Las manos blancas no ofenden), reconocible nada más comenzar la obra, cuando observamos el descenso de dos damas bajando por una montaña.
Nos dejamos llevar por el verso, la acción transcurre en Flandes y con la aparición de Don Juan (encarnado por Pablo Gómez-Pardo), el galán que ha deshonrado el honor de la noble Leonor (Julia Piera), descubrimos la razón de que sucedan allí los hechos. No es casual que el traidor amante de Leonor se llame Don Juan.
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La actriz Beatriz Argüello debuta en la dirección de escena, concentrando su trabajo en la labor de los actores y en la sonoridad del verso, pero su visión de la obra es más dramática que cómica. Gómez-Pardo intenta corregir esta deriva, dándole a su personaje un cariz pícaro y jocoso, pero el desenlace argumental de sus acciones son difíciles de justificar en estos tiempos y diría que incluso en los de Caro de Mallén. No se entiende muy bien que después de haber despachado de una manera despreciable a Leonor, caiga en un arrebatado estado de celos por ella.
A la joven Julia Piera le toca lidiar con el personaje protagonista, Leonor/ Leonardo, que defiende con el ardor de una enamorada y vengativa y el coraje de un caballero español; su físico tiene poder de imantación, y su aspecto —que no disfraza, apenas modifica al principio con un cambio leve de vestuario— le permite compaginar la doble cualidad de su rol explotando los juegos de identidad.
Está estupenda en su monólogo al final del primer acto, cuando nos da cuenta de su airosa determinación. A destacar también los duelos de esgrima que Piera tiene con Gómez-Pardo, y que Argüello lleva a escena desnuda y con ayuda del maestro de armas Jesús Esperanza. Del resto del amplio reparto, destaco al siempre solvente Luis Moreno, da gusto verlo en su labor como criado que trasciende al tópico gracioso, pues guarda con su dueña una relación inusual, y su clara dicción.
La sencilla escenografía (de Carolina González) crea estancias, espacios y atmósferas rápidamente y casi al ritmo de la obra, con el empleo de dos estructuras de escaleras móviles que mueven los actores y la inclusión de elementos musicales, sonoros y la luz (Paloma Parra). El vestuario de Rosa García Andújar es original y funciona con algunos personajes (especialmente con Leonor). Argüello hace un uso decorativo y al servicio de la acción con elementos de atrezzo (momento en el que Don Juan descubre el rostro de Leonor en el cuerpo de una armadura) e ilustra algunas escenas con una concertista de viola que introduce como un personaje más.
El desenlace es convencional, de acuerdo a las reglas de la nueva comedia, y no se aprecian diferencias del que podría haber escrito un hombre. Salvo los momentos en los que Caro Mallén expresa su deseo de un trato social mejor para las mujeres que, como ella dice, vienen dando muestras suficientes de figurar en el Parnaso literario.
Ficha técnica
Teatro de la Comedia, Madrid
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Dirección: Beatriz Argüello
Versión: Juana Escabias
Intérpretes: Lucía Barrado (Estela, condesa), Pablo Gómez-Pando (Don Juan de Córdoba), Jesús Hierónides (Tomillo, criado), Ignacio Jiménez (Ludovico, Príncipe de Pinoy, Tibaldo, bandolero), Natalia Llorente (Lisarda, prima de Estela), Luis Moreno (Ribete, criado, Rufino, bandolero), Julia Piera (Doña Leonor de Ribera), Paco Pozo (Don Fernando de Ribera, Astolfo) y Sol Vicente (Flora, criada, bandolero).
Escenografía: Carolina González
Iluminación: Paloma Parra
Vestuario: Rosa García Andújar
Creación musical: Luis Miguel Cobo
Movimiento escénico: Pau Arán
Maestro de esgrima: Jesús Esperanza
Asesor de verso: Ernesto Arias