Un escenario vacío y pintado en sus tres paredes y suelo de blanco chantilly recibe al público. Es un blanco inmaculado presagio de que no tardará mucho en ser profanado. Y así es, el espectáculo consiste en contemplar su transformación de la mano de dos intérpretes inclasificables y un tercero que todavía lo es más, Gus, el cuervo-actor. Là (allí en francés) es un poema escénico en blanco y negro, una performance con alma bañada de sueño. Merece la pena verlo, solo hasta mañana en las Naves del Español.
Es la primera vez que sus artífices, la compañía Baro d’evel, se presentan en Madrid, y eso que fue en el año 2000 cuando la pareja formada por la gala Camille Decourtye y el barcelonés Blaï Mateu Trias decidieron fundarla. ¿Cómo han tardado tanto en llegar a los escenarios madrileños? La formación “franco-catalana” (tal y como se presentan en su web, por cierto, en tres idiomas: francés, inglés y catalán) está afincada en las cercanías de Toulouse, lo que quizá explique que su ámbito de acción haya sido principalmente Francia.
Los dos miembros de la pareja son, sobre todo, artistas de circo, categoría en permanente transformación que incorpora técnicas teatrales variadas. En su adaptación al escenario a la italiana, el dúo se sirve del mimo, del clown, de la voz y la música, un poco de danza, y de una dramaturgia basada en la mecánica del lenguaje oral y de otro tipo que emplea sonidos y gestos.
Es un espectáculo lírico y payaso, con un humor beckettiano o en el absurdo onda Ionesco, de una poderosa plasticidad escénica que se va construyendo ante los espectadores, a la manera de un work in progress. El punto de asombro lo pone Gus, el singular cuervo amaestrado que sobrevuela el patio de butacas, ofreciendo algunos momentos deliciosamente simpáticos. Lo que se dice una obra multidisciplinaria.
Là nos cuenta el encuentro de dos personajes: Blaï, un clown alegre con cara de Belmondo, y Camille, una perpleja y decidida acróbata que suspira y canta con voz de soprano. Sus diálogos de frases entrecortadas y sonidos están medidos, nada aquí se deja a la improvisación. Hasta Gus ha sido amaestrado para pasearse libremente por el escenario y romper con su largo pico el pedacito de papel donde Blaï tiene apuntado lo que va a decir.
La pareja de actores se pega, se ama, juega y se divierte en un lugar de una claridad tan imponente como la oscuridad de sus trajes negros. Oscuridad que poco a poco empalidece cuando el polvillo blanco que impregna las paredes y el suelo ensucia sus vestimentas y cubre sus caras. Este polvillo estalla y cubre a Blaï cuando este se arroja a los muros con su cuerpo, sus manos, sus codos, su cabeza… para dibujar su mundo imaginario.
Su acción me trajo el recuerdo de la que Barceló y Josef Nadj hicieron en el Casón del Buen Retiro en 2007; entonces la pareja se empleó con kilos y kilos de arcilla para mostrarnos el proceso de creación del artista mallorquín, que culminaba en una obra que terminaban destruyendo.
Aquí no se destruye frente a los espectadores, pero hay que pensar que la función del día siguiente comenzará en blanco impoluto.
Ficha técnica
Creación de: Baro d’evel
Autores e intérpretes: Camille Decourtye, Blaï Mateu Trias y el cuervo encapuchado Gus
Colaboración en la dirección: Maria Muñoz – Pep Ramis / Mal Pelo
Colaboración en la dramaturgia: Barbara Métais-Chastanier
Diseño de iluminación: Adèle Grépinet
Diseño de escenografía: Lluc Castells
Diseño de vestuario: Céline Sathal
Colaboración musical y creación sonora: Fanny Thollot
Música grabada: Joel Bardolet (arreglo de cuerdas), Jaume Guri, Masha Titova, Ileana Waldenmayer, Melda Umur