Era un secreto a voces entre los más cercanos del director, autor y empresario teatral Gregorio Martínez Sierra (1881-1947) que su esposa María Lejárraga era su “negro” literario, la que escribía las obras que él firmaba. Pero, por qué una mujer independiente y de amplia cultura, que en su madurez destacaría como socialista y feminista, nunca estampó su nombre en sus obras. Firmado Lejárraga de Vanessa Montfort intenta desvelar este misterio. Estrenada la temporada anterior en una de las salas pequeñas del Centro Dramático Nacional, es el único título que ha sido repuesto en la presente y, ahora, a lo grande, en la sala Valle-Inclán.
Montfort rastrea con ánimo casi detectivesco la vida personal del matrimonio para intentar aclarar por qué María no firmó casi ninguna de las 90 obras de teatro, poemas, libretos, traducciones, edición de revistas… -algunas muy conocidas, como Canción de cuna, El amor brujo- .Y para explicarlo se adentra en las intimidades de la pareja y en sus relaciones con algunos contemporáneos como Manuel Falla, Joaquín Turina y el poeta Juan Ramón Jiménez, tres de los mejores amigos de la protagonista.
Sin embargo, y aunque la pesquisa literaria está técnicamente muy bien documentada, una sale de ver la obra con la idea de que no queda claro qué llevó a Lejárraga a mantenerse en la sombra. Primero, se nos dice que su contrato de maestra (trabajo del que inicialmente vivió el joven matrimonio) le prohibía llevar vida de escritora; luego, cuando Martínez Sierra se mete de lleno a producir las obras que ella escribe, el matrimonio se comporta como un equipo artístico compenetrado. Y finalmente se deja intuir que cuando Martínez Sierra se lía con Catalina Bárcena, María no quiere obrar de manera que le distancie aún más de su marido. Incluso ya separada seguía firmando con el seudónimo de Martínez Sierra; solo cuando está en el exilio, y una vez muerto su marido, lo intenta. Da la sensación que hay razones del corazón que la razón no entiende, las de la amorosa esposa y fiel compañera y amiga que fue y que ahora le impiden exigir lo que es suyo.
La obra funciona en dos tiempos, del presente al pasado y viceversa: un grupo de cuatro jóvenes investigadores analizan la documentación y el epistolario de la pareja que han encontrado en una caja olvidada, y refieren cualquier papel que demuestre cómo trabajaba este tándem creativo. Estos cuatro investigadores se desdoblan en los personajes del pasado a los que se apela convenientemente, y recrean viajes, estrenos, visitas, el conflicto de la separación… apoyados en una dirección clara y precisa que firma Miguel Ángel Lamata.
La obra se desarrolla en lo que pudo ser el piso del matrimonio, recreado al estilo decimonónico. En este ambiente se pasea con propiedad una actriz espléndida, Cristina Gallego, en el personaje de una María de gran sensibilidad, mujer segura y culta, amiga de sus amigos, de finísimo humor y muy enamorada de Martínez Sierra. Junto a María cuatro actores: Jorge Usón (gracioso y ajustado, incluso haciendo de Falla, a pesar de su gran estatura), Miguel Angel Muñoz (estupendo Martínez Sierra), Alfredo Noval (dando vida a Juan R. Jiménez) y Gerald B. Fillmore (encantador y gracioso en el rol de García Lorca).