[caption id="attachment_1704" width="560"] Sara Rivero junto a Eva Isanta en un momento de la obra[/caption]
Tras el paréntesis vacacional vuelvo a Madrid con muchas ganas de zambullirme en las programaciones que los teatros públicos han preparado para la nueva temporada. Digo públicos porque los teatros privados, que ni remotamente gozan de los presupuestos que administran los públicos, siguen en stand-by con algunas excepciones como la del Pavón o la del Lara. Supongo que habrá que esperar a que la temporada arranque para que sus carteleras se animen.
Ayer se estrenó en los Teatros del Canal una nueva obra de Ignasi Vidal: El cíclope y otras rarezas de amor, dentro de lo que ahora el Teatro llama Espacio Clece. Con el cambio de dirección del Teatro se exhibe claramente diferenciada su programación: la del citado espacio Clece, que programa Jorge Culla en nombre de la empresa que lo gestiona y que en el programa de mano se muestra a color;y la diseñada por Àlex Rigola que aparece en blanco y negro, y le da un toque más intelectual.
Ignasi Vidal (Barcelona, 1973), actor, cantante, productor, director… tiene una quincena de obras escritas entre las que figura El plan, tragicomedia en torno a tres amigos en paro que le dio reputación como autor con ingenio para los diálogos y la ironía. Ahora cambia de tercio temáticamente hablando, y lo hace con la inspiración de Rayuela, de su célebre capítulo 7, ese extraordinario poema en prosa sobre un beso. Ahí se explica el título de la obra.
Vidal escribe una obra a partir de un tema clásico: el dilema de si debemos ser fieles a nuestros sentimientos y emociones y guiarnos por lo que nos dicta el corazón, o aplicarnos al amor con sensatez y cuidado. ¿Estamos dispuestos a darle un volantazo a nuestra vida si experimentamos que el estómago se nos encoge y la respiración se agita ante la presencia de una persona que creemos amar, o exige demasiado coraje? Habla también del misterioso o caprichoso proceso de selección que seguimos los humanos para unirnos sentimentalmente a nuestros semejantes.
La obra desarrolla las vidas cruzadas de cinco personajes: La pareja que se reencuentra después de unos años, ella (que interpreta Celia Vioque) le dejó por otro y ahora que está libre despierta en él (Manuel Baqueiro), que ha formado una familia, el viejo anhelo de recupetar su amor; la bonita jovencita (Sara Rivero) que experimenta un flechazo de amor con un hombre (Daniel Freire) que le dobla la edad; y finalmente está la mujer víctima del affaire de su marido (Eva Isanta), a punto de perder su tranquilidad emocional y familiar.
El texto brinda dos buenas escenas, bien interpretadas: el momento en el que Rivero siente un flechazo por Freire y se lo manifiesta, y cuando Rivero le cuenta a Isanta su enamoramiento y esta explota porque a ella la vida no le brinda amores apasionados. No conocía a Sara Rivero, una bella actriz de aspecto aniñado que sabe hacer chiste y burla de su personaje inocente. Las apariciones de Daniel Freire, - actor elegante que acierta con el tono irónico de su personaje-, y de Eva Isanta, -en su temperamental papel de mujer cornuda-, son estimulantes para sus compañeros de reparto y rescatan la obra justo en los momentos en que corre el riesgo de una deriva excesivametne realista.
La dirección se apoya en una diseño escenógrafico entrenenido, de Curt Allen Wilmer (dado a las estructuras que se levantan y deconstruyen frente al público como si fueran Legos). Unas tablas negras en el suelo, que encajan unas con otras a modo de puzzle, son izadas selectivamente por los actores para configurar el espacio en el que transcurre cada escena, ellos mismos escriben con tiza en las tablas el nombre del lugar. El dispositivo tiene gracia, le da un toque abstracto que contrasta con la interpretación, pero creo que aminora el ritmo de la obra. Y el recurso de la música original de Marc Álvarez no es suficiente para cubrir el tiempo que duran las transiciones entre escena y escena, mientras los actores construyen el decorado. La iluminación de Sergio Gracia es juguetona, viaja de la sombra a la luz constantemente, y la usa con un valor “informativo”, también intercala cuadros “flash” o composiciones metafóricas que simbolizan la unión de los amantes, de esas dos “líneas que convergen”.