'Bayonetta 3': acción desmedida japonesa con un toque esotérico
La bruja de Platinum Games vuelve después de ocho años de ausencia con un periplo por el multiverso tan excesivo y absurdo en su ambición que la Switch apenas consigue mantenerle el ritmo
Bayonetta es quizá la franquicia más improbable que uno se pueda imaginar. Su propia pervivencia es un caso de estudio. Fue una de las primeras apuestas de Hideki Kamiya (director de Resident Evil 2 y Devil May Cry entre otros) cuando se separó de Capcom para fundar Platinum Games.
El objetivo era recrear la acción frenética de una serie como Devil May Cry pero con una protagonista femenina con una personalidad gigantesca y una sexualidad ostentosa que en un principio se encuadró en un machismo servicial y que con el paso del tiempo ha pasado a definirse como un empoderamiento posmoderno.
Sega financió el proyecto y el juego fue bien recibido por la crítica, pero decepcionó en ventas de tal manera que su destino habría quedado sellado antes de tiempo si Nintendo no hubiera dado un paso adelante y hubiera encargado una secuela exclusiva para la Wii U. La consola fue una auténtica catástrofe en ventas y, por ende, Bayonetta 2 tampoco consiguió cumplir con unos mínimos. Si no hubiera sido por la recopilación que salió para Nintendo Switch en 2018, la historia hubiera terminado ahí.
Bayonetta 3 es una realidad contra todo pronóstico. Los obstáculos en el camino han sido ingentes, pero ha conseguido traspasar la línea de meta. ¿Sigue teniendo la bruja Umbra un espacio después de tantos años y en un mundo tan cambiado?
Relatar los acontecimientos que propulsan la trama de Bayonetta 3 es un ejercicio fútil que solo serviría para revelar el poco interés que el equipo de Kamiya tiene de acompasarse a los tiempos modernos. Cualquier atisbo de narrativa se reduce a una mera excusa para desfilar una serie de conceptos delirantes por la pantalla.
Después de luchar contra ángeles y demonios en los anteriores episodios, Bayonetta y su troupe se enfrentan esta vez a los Homúnculos, un ejército de criaturas mecánicas embarcado en una conquista multiversal. Con la ayuda de Viola, una joven punk con muchas ganas y poca experiencia, viaja a Thule, una isla que funciona como nexo entre realidades paralelas que va visitando de manera sucesiva para recuperar unos McGuffins con los que hacer frente al villano de la función.
El concepto tiene mucha miga desde el punto de vista jugable porque permite a Bayonetta encontrarse con sus alter ego, versiones de sí misma con diseños disparatados que usan armas todavía más excéntricas y difícilmente descriptibles (¿unos yoyós eléctricos que funcionan como patines o un tren motosierra? ¿cómo demonios se les ocurren estas ideas?) pero Platinum desprecia su potencial dramático.
Las diferentes Bayonettas apenas interactúan entre sí, porque todas van muriendo religiosamente después de acabar con el jefe de cada mundo para transferir sus armas a la principal. A todos los efectos, Bayonetta 3 es un juego japonés de hace quince años, sobre todo en cuanto a tecnología y sensibilidades.
Nintendo Switch está a punto de cumplir seis años. Es una consola veterana que ha quedado totalmente desfasada y que solo consigue cumplir cuando los juegos buscan adaptarse en torno a sus limitaciones. La ambición de Bayonetta 3 convierte a la máquina en un mal encaje. Para poder renderizar las absurdas secuencias con una tasa de refresco que apunta a 60 frames por segundo (casi siempre sin conseguirlo), el juego utiliza gráficos de hace dos generaciones que se concretan en texturas grotescas, geometría básica y una iluminación ramplona.
Es un juego por lo general bastante feo, con colores apagados y todo tipo de efectos que ensucian los encuadres (el mejunje verdoso del que surgen los Homúnculos es especialmente repugnante) y una cámara muy problemática, que no permite seguir bien la acción. Cierto es que buena parte de culpa la tienen las invocaciones, la principal novedad jugable de esta entrega.
En 2017, Microsoft canceló Scalebound, un juego de fantasía donde el protagonista peleaba en tándem con un dragón. Parece que muchos conceptos han sido rescatados de ese proyecto para Bayonetta 3. Las invocaciones de demonios juegan un papel fundamental para combatir a los enemigos más grandes, que son mayoría.
El juego hace todo tipo de contorsionismos para mantener todo en un mismo encuadre, resultando en unas batallas caóticas donde hay que vigilar demasiados elementos pero que a cambio ofrecen una versatilidad espectacular. Y es que esa es la gran fortaleza del juego. A este lado de Devil May Cry 5 (2019), muy pocos juegos tienen sistemas de combate tan profundos y tan variados como este, que en manos de un experto jugador es capaz de brindarle auténticas virguerías. A la imposible de memorizar lista de combos, se le unen armas y demonios que se van sumando al arsenal con regularidad… Y a todo eso que hay sumarle a Viola, armada con una katana, y su gato Cheshire, que cambian la jugabilidad al centrarse más en bloqueos y desvíos.
Como guinda del pastel, Jeanne protagoniza cuatro interludios donde el juego se transforma en uno de sigilo en dos dimensiones. No es una faceta muy desarrollada, pero ayuda a limpiar el paladar después de los enfrentamientos más viscerales de la campaña principal.
Apenas unas semanas antes de lanzarse, Hellena Taylor, la actriz de voz que interpretó a Bayonetta durante los dos primeros capítulos de la saga, salió a la palestra de las redes sociales a denunciar el supuesto trato vejatorio que había recibido por parte de Platinum Games.
Friends, Worldlings, Bayonutters. Hear ye!#PlatinumGames #Nintendo #Bayonetta #Bayonetta3 #Bayonutters #Boycott #NintendoEurope #NintendoAmerica #NintendoJapan pic.twitter.com/h9lwiX2bBt
— Hellena Taylor (@hellenataylor) October 15, 2022
Según su versión, le habían ofrecido tan solo 4.000 dólares por volver al personaje, una cantidad irrisoria que consideraba insultante al haber recaudado la saga hasta ese momento “más de 450 millones de dólares” (monto que no se puede confirmar pero que a priori parece excesivo para una franquicia que nunca ha sido un gran éxito).
Taylor llamó al boicot del juego y atacó duramente a Jennifer Hale, la actriz que la sustituyó como Bayonetta. Hideki Kamiya dio a entender que Taylor mentía, las redes ardieron y la opinión mayoritaria (incluida la mía) se posicionó del lado de Taylor.
Los conflictos sindicales en torno al gremio de los actores de voz que trabajan en la industria del videojuego tienen un largo historial, pero en este caso, la verdad era más compleja. Una investigación de Jason Schreier, de Bloomberg, confirmó que la oferta había sido de 15.000 dólares por cuatro sesiones de trabajo (de 4 horas cada una) y que los 4.000 eran para un simple cameo que ofrecieron como último recurso, un detalle que Taylor no había proporcionado.
Es muy difícil saber si Taylor actuó de mala fe o simplemente hubo un fallo de comunicación entre las partes, que no es descartable, pero la polémica terminó por ensuciar, no solo el lanzamiento del juego, sino las demandas legítimas de los actores para recibir mejores condiciones en una industria que les debe mucho.
Bayonetta 3 es un juego de acción con un superlativo sistema de combate que hace un derroche de imaginación para componer escenas de acción tan colosales como absurdas, pero siempre de manera consciente. Hace gala de un ritmo envidiable, con elaboradas secuencias que parecen sacadas del cine de desastres (Nueva York y Tokio son pulverizadas antes de concluir el primer acto), hasta tres personajes controlables, una pléyade de estilos diferentes para acomodar cada tipo de jugador y una cantidad ingentes de jefes finales, algunos del tamaño de rascacielos.
Su ambición pone el hardware de la Switch de rodillas y permite vislumbrar lo que el estudio podría haber hecho con una consola más moderna. Quizá el juego acabe siendo recordado más por la tormenta que generó la anterior actriz de voz que por sus bondades específicas, pero no deja de ser un representante de un género (el hack n’ slash) que no se prodiga ya mucho.