Cuando uno no entiende determinadas aproximaciones a propósito de algún objeto cultural o se sorprende ante las posiciones que asumen algunos análisis, a veces basta con ver quién paga la fiesta.

No será la primera ni la última vez que se encuentren con reseñas positivas a propósito de discos, libros, películas o series que no solo a ustedes, sino a una gran mayoría, les han parecido mediocres cuando no espantosas. Si son presa de ese pasmo que mezcla indignación, sorpresa y mala conciencia (¿seré yo tan lerdo? ¿acaso no tendré ni idea?), consulten inmediatamente las páginas de publicidad de la revista que publica el texto, o los banners, en caso de que hablemos de una web. A veces (casi siempre) ayuda a entender las cosas.

Para acercarnos a Archie, la bioserie sobre Cary Grant escrita por Jeff Pope (Philomena) y dirigida por Paul Andrew Williams (The Walk In) que estrenó Filmin el pasado martes, conviene detenerse a leer los títulos de crédito para ver quién corre con los gastos (es un decir). En primer lugar, el proyecto está basado parcialmente en el libro Dear Cary: my life with Cary Grant, firmado por la cuarta esposa del actor, la también actriz Dyan Cannon, a su vez productora ejecutiva de la serie, rol que comparte con la hija de ambos, Jennifer Grant.

Eso resulta decisivo para entender que la mayor parte del metraje se ocupe de la corta relación que ambos mantuvieron —apenas tres años de matrimonio—, si bien no descuida el pasado de Grant, contado siempre a partir de breves pinceladas, a excepción de su tortuosa infancia a la que se le dedica mayor espacio. Ahora bien, conoceremos al Grant cincuentón, al que se encontraba en las postrimerías de su carrera, pues el romance con Cannon arrancó en el 61 y su última película, Apartamento para tres, dirigida por Charles Walters, data del 66. No es esto, sin embargo, lo más importante, pues lo que define los guiones de Jeff Pope es el acercamiento al lado oscuro del intérprete, que funciona por oposición al retrato de su breve cónyuge, una actriz primeriza, tierna, abrumada por el fulgor de una estrella que le sacaba treinta años. Hubiese sido interesante equilibrar la parcialidad del testimonio en el que se fundamenta el relato o, al menos, no construir un personaje femenino tan sumamente plano.

En el terreno interpretativo, Jason Isaacs, que también ejerce como productor ejecutivo, se regala una caja de bombones del tamaño del monte Rushmore y, gracias a su privilegiada anatomía (no tanto como la del original, dicho sea de paso) y un buen ejercicio mimético, solventa la papeleta con oficio y sin excesiva afectación, algo que hubiera dado al traste con la elegante sobriedad de Grant. Ni que decir tiene que el reparto funciona tan bien como funcionan el 95% de los repartos de las series británicas, con mención especial para la gran Harriet Walter, en el papel de la madre del actor.

Jason Isaacs y Laura Aikman en 'Archie', la bioserie sobre Cary Grant escrita por Jeff Pope

Por lo demás, los cuatro episodios satisfarán a los mitómanos de Grant, quienes podrán rastrear las similitudes entre lo que las imágenes exponen y la (supuesta) verdad publicada. Desde sus presuntas inclinaciones homoeróticas (derivadas de su larga convivencia junto a Randolph Scott), sus sesiones de psicoanálisis aliñadas con LSD, pasando por su encaprichamiento con Sophia Loren durante el rodaje de Orgullo y pasión (Stanley Kramer, 1957), hasta la desestimación del papel de James Bond, porque firmar para hacer cuatro películas sobre el mismo personaje era demasiado para el inquieto Grant.



El mayor aporte de Archie radica en mostrar esa cara b del actor, por otra parte ya presente en la mayoría de biografías que se le han dedicado. Maniático, impulsivo, insufrible, controlador, envidioso y voluble, todo ello contenido en un recipiente de inigualable atractivo, un gusto exquisito y unos modales deseables por cualquier egresado de Eton. El nombre artístico de Archibald Alexander Leach era el frontispicio de la impecable fachada que ocultaba a un tipo con un fuerte sentimiento de abandono —su padre internó a su madre en un asilo y le dijo que había muerto—, necesitado de aprobación y paradójicamente muy celoso de su independencia, pese a buscar la compañía constante.

Jason Isaacs en 'Archie', la bioserie sobre Cary Grant escrita por Jeff Pope

Los problemas de Archie llegan con su innecesaria estructura fragmentaria, partiendo de uno de sus populares encuentros con el público que protagonizó en los últimos años de su vida, al que se regresa constantemente para ir saltando con cierto desorden a distintos momentos de su pasado. O con las reproducciones de algunos rodajes míticos (Con la muerte en los talones, Charada) que parecen cincelados en cartón-piedra, como si se pretendiera mostrar la tramoya que mueve los hilos de la leyenda (lo que contrasta con el lujoso tono empleado para reflejar su vida íntima). O con el uso metafórico de la proyección cinematográfica como portal del acceso al pasado, una suerte de moviola caprichosa e inmotivada que reduce al mínimo su potencial expresivo (ese momento "la vida es una película" en el que baila con su madre a ritmo de vals en el tercer episodio). O con su confusa banda sonora, que mezcla anacrónicos temas rock (el Jet Boy, Jet Girl de Elton Motello) con composiciones instrumentales en su mayor parte melifluas y enfáticas.

Sorprende que Williams, alguien bastante más atrevido en sus proyectos anteriores (en Bull, por ejemplo), filme esta biografía adocenada, que pretende redescubrir el mito desde lo testimonial, pero jamás desde una puesta en escena, no ya convencional, sino en muchos momentos inarmónica. A los versados en la vida de Archibald Alexander Leach, la serie les interesara tanto como una columna de Heda Hopper interesaba a sus numerosos y asiduos lectores del Los Angeles Times. Si buscan una bioserie de corte moderno, distinta o atrevida, tendrán que probar en otro sitio.