Image: De armas tomar

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Exposiciones

De armas tomar

Recorremos la exposición Modelos para armar para pensar el arte latinoamericano desde la colección MUSAC

9 julio, 2010 02:00

Diango Hernández: Living Room Partido, 2006

Comisarios: Agustín Pérez Rubio, María Inés Rodríguez y Octavio Zaya. MUSAC. Avda. de los Reyes Leoneses, 24. León. Hasta el 9 de enero de 2011

Una primavera protagonizada por el arte latinoamericano ha dejado el campo abonado para esta Modelos para armar, la gran exposición que ha organizado el MUSAC de León para "pensar" Latinoamérica, el continente de moda. Pero ¿por qué? ¿Hay una identidad latinoamericana? Tras el paseo por la muestra, abrimos el debate.

Celebrando el quinto aniversario de su inauguración, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, MUSAC, organiza una exposición extraordinaria que configura un recorrido panorámico del arte latinoamericano más actual, representado por más de cuarenta artistas de las generaciones de los 80, los 90 y el cambio de siglo. De ellos se presenta un centenar de obras que el museo ha adquirido en los tres últimos años. Se trata de un conjunto formidable y variado en medios y lenguajes, pero en el que predominan cuatro géneros de acusada vigencia: el dibujo, las instalaciones, la fotografía y las proyecciones de imágenes en movimiento. La muestra se desarrolla en diez capítulos que, a su vez, se ramifican. El conjunto funciona como un dédalo de senderos cruzados que configuran grandes salas temáticas y acotados sitios monográficos. Este recorrido "en laberinto" urge al público a hacer sus propios caminos y a establecer comparaciones e interpretaciones creativas. Una idea medular recorre el conjunto y facilita la articulación entre narrativas y alternancias: una invitación a adoptar un posicionamiento crítico sobre la realidad social.

El espacio de apertura funciona como un pórtico dominado por el tema de las interacciones que la vida establece hoy entre lo privado y lo público. En ese sentido, Meyer Vaisman subraya la precariedad de la vivienda en su instalación de un chabola a la que el público tiene acceso. Por su parte, dos clásicos del arte de esta "contemporaneidad del cambio de siglo" fallecidos prematuramente, Mª Teresa Hincapié y José Leonilson destacan -respectivamente en sus performances y en sus dibujos- cómo el individuo puede componer su espacio privado con elementos sueltos de la realidad social. La sala 2 documenta cómo esta densa atmósfera de acuciante realidad cotidiana se asienta en la ciudad actual, frente a las acciones ilusionadas de algunos -como las del colectivo Mujeres Creando, o las construcciones mobiliares de Pedro Reyes, o los recorridos documentales por Buenos Aires que propone Jorge Macchi, y los Ajustes de cuentas que denuncia Teresa Margolles transformando en joyas los restos de cristales tiroteados. Esa atmósfera de muerte y vida, en blanco y negro, se extiende a la sala 3, donde destacan los retablos de violencia de Ana Mendieta, la imponente vídeo-instalación de Óscar Muñoz sobre la disolución de los cuerpos, y el vídeo sutil y vibrante de M. Ángel Rojo sobre una mano que dibuja con tiza, en el suelo, entre gotas de sangre, un Borde de pánico.

Los espacios 4 y 5 tratan de la construcción de la historia y los movimientos que generan las nuevas estructuras de poder. Preside el conjunto la gigantesca instalación Kolonial Post, de Fernando Bryce, tan sugestiva en su trama de antiguos documentos, dibujos e imágenes gráficas, y tan eficaz en su crítica de la colonización. A su vez, la propuesta "modesta" de Mario García Torres, combinando un anuncio luminoso con una proyección de diapositivas sobre pasos de baile, seduce por su mezcla de datos históricos e imaginarios acerca de la personalidad de Rigo Tovar, "leyenda indiscutible de la cumbia electrónica". La sala 6 analiza el valor que la noción de tiempo tiene sobre los aspectos narrativos, literarios y vivenciales de las prácticas del arte más joven: así lo testifican el calendario de "un mes de julio" de Rivane Neuenschwander, la Línea del tiempo que, con páginas de libros, cuelga en el aire Valeska Soares, o el gran mural de imágenes sueltas que compone Álvaro Oyarzún. Pero el "salón de reinos" del dibujo y la gráfica es el espacio 7, y lo dominan las obras de Raimond Chaves y Gilda Mantilla. Los papeles-tapiz del colectivo Avaf y las fotografías de paisajes amazónicos de Caio Resewitz completan esta sala de maravillas.

Tres propuestas protagonizan los espacios de cierre. La sala 8 la ocupa la instalación Living Room Partido, una habitación en la que sus objetos aparecen cortados por la mitad: es una especie de canto al reciclaje, que Diango Hernández, una de las firmas internacionales del nuevo arte cubano en el exilio, dedica "a la inventiva de la gente que tiene que sobrevivir". La sala 9 aparece dominada por la imagen fantasmal de "una ciudad en la noche": la instalación De cómo la tierra se quiere parecer al cielo, en la que Carlos Garaicoa reflexiona sobre el fracaso de la modernidad y sueña con un futuro de nuevos ideales. Y el espacio 10 lo preside la inquietante instalación Cine Moto Perpetuo, donde J. Damasceno establece un juego alambicado de arte objetual, geometría, matemática y arquitectura, invitando al espectador a entrar en una combinación de lugares duplicados y de espejos. Unos espejos en los que, entre otras relaciones, la práctica del arte discurre hoy formando un continuum espacio-temporal en el que -como en una aporía imprevista- la profecía alude al pasado inmediato, mientras la memoria del porvenir nos reafirma en el presente.