Image: Panamarenko inventor de sueños

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Exposiciones

Panamarenko inventor de sueños

23 enero, 2002 01:00

Al fondo, Aeromodelador, 1969-71, y, en primer plano, Ferro Luxo X, 1997

Palacio de Cristal. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 8 de abril

Seguramente, este montaje de obras de Panamarenko en el Palacio de Cristal quedará en la memoria. El edificio, que Velázquez Bosco proyectó en 1887 como pabellón estufa para las plantas exóticas traídas de Filipinas con motivo de una exposición sobre las islas, no sólo se revela como el refugio ideal -aéreo, transparente, luminoso- para las fantasías navigatorias del artista belga, sino que, además, como exponente arquitectónico del entusiasmo decimonónico por los descubrimientos científicos y los avances de la ingeniería, se complementa perfectamente con sus irónicos inventos, inspirados libremente en las máquinas de Leonardo y en los pioneros de la aviación.

Panamarenko (Amberes, 1940), hijo de ingeniero eléctrico y nieto de arquitecto, se lanzó casi inmediatamente a la esfera internacional a través de su vinculación a Wide White Space, la más vanguardista galería de su ciudad, de su relación con Marcel Broodthaers y Joseph Beuys (que le invitó en 1968 a presentar su primera máquina en la Kunstakademie de Dösseldorf) y de su pronta presencia, en 1972, en la Documenta de Kassel, a la que Harald Szeeman llevó su Aeromodelador. Sin embargo, es muy poco conocido en España, donde, anteriormente, sólo la Fundación Mies van der Rohe de Barcelona le había dedicado, en 1997, una exposición, reducida a una de las piezas que se muestran ahora, Noord Zee. Es, ciertamente, un artista importante en la escultura posminimalista, consagrado exclusivamente, desde finales de los sesenta, a la fabricación de vehículos aéreos y acuáticos de imposible funcionamiento, con los que indaga poéticamente los conceptos de espacio, tiempo, gravedad y movimiento. Sus experimentos se basan en sus estudios científicos de aerodinámica, astronomía, electromagnetismo, zoología o historia militar, pero nunca buscan la utilización práctica (a pesar de que suele probar sus máquinas, casi siempre con resultados desastrosos y hasta cómicos) sino que se sitúan más bien, como señala el comisario de la exposición, Enrique Juncosa, en la línea de la Patafísica, o ciencia de las soluciones imaginarias, de Alfred Jarry. En palabras de Panamarenko, "no se trata de hacer un avión sino exactamente de producir un ideal. (...) Su éxito radica en la realización de un sueño, y está ligado al fracaso. (...) Es un milagro si el objeto funciona, pero sería aún más perfecto si no lo hace".

La selección de las obras reunidas, la mayoría de ellas de gran trascendencia en su trayectoria, pretende mostrar la variedad de tipologías creadas por el escultor-ingeniero. Domina absolutamente el espacio el zepelín Aeromodelador (1969-71), que es probablemente su obra más importante. Con unos treinta metros de longitud y elevado sobre nuestras cabezas, luce orgullosamente, como una vieja nave de guerra, las cicatrices del tiempo, ocasionadas en parte por un primer ensayo de vuelo que hubo de ser abortado tijeras en mano bajo peligro de explosión. La otra gran escultura es esa primera máquina antes mencionada, El avión (1967), una endeble estructura de alas a pedales, absurda pero menos estrambótica que el platillo volante Ferro Luxo X (1997), cuyos supuestos tripulantes deben alimentarse con peyote durante la "travesía". Vemos, además, una alfombra voladora a hélices movidas por pilas, una especie de vehículo para deslizarse sobre el agua, un patín a pedales para viajar por el Mar del Norte (Noord Zee), un coche volador para selva y montaña "que alcanza 7.000 metros de altura"... Todos estos cacharros, que consideramos obras de arte como productos de una actitud indudablemente artística, no pueden despertar sino simpatía por un creador, desde luego heterodoxo, que es ante todo un visionario de vieja escuela. Aun valorando sus aportaciones a la escultura contemporánea en cuanto a la incorporación de nuevas formas (con referentes en lo real), nuevos materiales y procesos, de nuevas formas de relación con la obra, su trabajo sigue atrayendo hoy por su elaboración, entre humorística y profunda, del antiguo sueño de vencer la gravedad, asimilando ciencia y magia.