'Reversos': la cara B de los grandes maestros de la pintura, por primera vez en el Museo del Prado
Una exposición imprescindible bucea, a través de más de cien obras, en lo escondido, en lo que no vemos de los cuadros.
14 noviembre, 2023 02:08A veces los caminos y vías del arte se extienden hacia espacios inesperados que nos permiten ir más allá en la comprensión de lo que las obras transmiten. Esta cuestión se abre de una forma profunda y consistente en la magnífica exposición que se presenta en el Museo del Prado, comisariada por el artista Miguel Ángel Blanco (Madrid, 1958).
Su trabajo artístico tuvo sus inicios en 1980 y desde entonces Blanco desplegó un interés especial por los árboles y su estela de vida, así como por la comunicación entre el arte y la naturaleza. Sus obras incluyen restos, fragmentos y residuos de las especies vegetales recogidos en forma de libros-cajas, con los que ha ido constituyendo un amplio archivo al que ha llamado Biblioteca del Bosque.
Todo ello implica una conexión con lo que ahora se nos plantea en la muestra, pues según indica Blanco en el catálogo: “Existe en el Museo del Prado todo un bosque de maderas sobre las que tantos pintores han trabajado”. Algo que se concreta en las especies arbóreas, la edad de los árboles talados, las áreas geográficas de origen y los procesos a los que los árboles fueron sometidos.
Resulta decisivo el excelente diseño del montaje con las salas pintadas de negro
De los bosques y la madera de los árboles al arte, Reversos se sitúa en una atención abierta a elementos y soportes de las obras que habitualmente no percibimos por la manera como se presentan al público. El núcleo del proyecto se sitúa en un análisis minucioso de las colecciones del Museo del Prado, revisando una por una todas las obras en sus dimensiones traseras, según transmite Blanco.
Y así, en un largo y concentrado proceso de trabajo de casi siete años, fue desarrollando una propuesta expositiva cuyo punto de partida es una de las obras referenciales del arte y del Museo del Prado: Las meninas (1656), de Diego Velázquez.
En ella vemos al propio Velázquez pintando un cuadro de grandes dimensiones que se representa por la parte trasera. Y se supone que lo que pintaba es el reflejo de la imagen de los reyes que se ve en el espejo situado en perspectiva al fondo de la obra. Ahí vemos algo que sin la representación del espejo no veríamos.
Tomando como núcleo las colecciones del Prado, a las que se unen piezas de más de veinte prestadores nacionales e internacionales, se presentan en la muestra 119 obras, aunque el número en bastantes ocasiones es dual cuando hay representación plástica por delante y por detrás de ellas. Son obras realizadas desde el siglo XV hasta la época contemporánea.
Lo que da unidad a todas ellas es la posibilidad de una visión expandida, que se obtiene al poder ver la parte trasera que habitualmente no se ve, junto a las referencias y consideraciones sobre las técnicas y materiales utilizados para la conservación de las obras que también forman parte de ellas.
Resulta además decisivo el excelente diseño del montaje. Las salas están pintadas de negro por primera vez en el museo, lo que permite un grado más intenso de concentración visual al mirar. Se utilizan vitrinas y espejos que nos permiten un juego de contrastes sugestivo entre dentro y fuera. Y el recorrido incluye también la presentación de obras en los espacios abiertos.
La exposición se despliega, según indica el comisario, sin establecer jerarquías entre las obras ni ordenación cronológica. En el inicio se sitúa la obra Verso (Las meninas) (2018), del artista brasileño contemporáneo Vik Muniz, una fiel reproducción de la parte trasera del cuadro de Velázquez.
El montaje se articula en diez secciones, en cuyos títulos podemos observar la diversidad de conceptos y de procedimientos que, además de la parte trasera de los cuadros, nos permiten apreciar en los itinerarios del arte aspectos habitualmente ocultos.
Estas son las secciones: El artista tras el lienzo, Esto no es una trasera, De espaldas frente a la pintura, El bastidor como cruz, Caras B, El lado oculto, Más información al reverso, Ornamentos y fantasmas, Pliegues, cortes y recortes, y Naturaleza de fondo.
Todo un recorrido que supone ampliar los sentidos y el alcance de las obras de arte. El itinerario se cierra con tres libros-cajas de Miguel Ángel Blanco realizados en diálogo con La Transfiguración (1520-1528), una pintura sobre tabla creada como copia de la última obra de Rafael.
Se trata de una pieza de grandísimas dimensiones que tiene el mayor peso de todas las que hay en el museo y a cuyo desmontaje asistió Blanco cuando se descolgó para ser restaurada en 2020. Fue entonces cuando recogió los fragmentos de polvo acumulados y realizó unos dibujos en frottage sobre las tablas, guardados en los tres libros-cajas de la Biblioteca del Bosque, a los que puso como “subtítulos”: Amanecer, Crepúsculo y Noche.
Con todo ello vemos cosas que habitualmente no vemos. Y así, con su trabajo de comisariado y presencia activa en todo el proceso de elaboración de la muestra, estamos en sí misma ante una propuesta artística de Miguel Ángel Blanco de una gran intensidad. No se la pierdan.